Prefacio

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Escape
2021

All the king's horses, all the king's men
Couldn't put me together again
'Cause all of my enemies started out friends
The Archer – Taylor Swift

—El embarque del vuelo FA04 con destino a la ciudad de Ámsterdam iniciará en cinco minutos —anuncia una mujer a través de los parlantes del Aeropuerto Internacional de Londres.

¿Alguna vez pensé que terminaría siguiendo mi propio camino en otro país? No, jamás. Pero aquí estoy. Debo admitir que cuando recibí esa llamada hace dos semanas, ofreciéndome este trabajo, sentí un alivio enorme, como si por fin pudiera respirar después de haberme estado ahogando durante tanto tiempo. Supongo que, en el fondo, sabía que esto era algo que tenía que hacer.

Cuando le conté a James, mi mejor amigo, su reacción fue... peculiar. Primero, se quedó inmóvil, sin decir nada, como si estuviera procesando lo que le acababa de decir. Y luego, se echó a reír como un loco. Siempre me decía que algún día me iría a un nuevo lugar, triunfaría y que, entonces, la gente sí me valoraría. Al menos una parte de eso ya se cumplió: el nuevo lugar. Lo de triunfar aún está por verse.

James incluso se ofreció a pagarme el tiquete de avión, insistiendo como siempre. Pero no fue necesario. La empresa que me contrató cubrió el pasaje, y no cualquier pasaje: primera clase. Es surrealista, y aún me cuesta creerlo, pero supongo que así es cómo empieza mi nueva vida.

Cuando me estamos acercando a la puerta, preparo mi documento y tiquete; allí están dos chicas encargadas de verificar el tiquete de comprobación.

—Buen día, bienvenida. —Le muestro el tiquete y luego mi documento—. Que tenga buen viaje, señorita Adeline.

—Gracias.

Sigo derecho y guardo todo en mi cartera. Sinceramente me sorprende que no esté llorando por lo que estoy haciendo, porque algo que hacía mucho era llorar, cada noche, cada día... en silencio.

Encuentro mi asiento rápidamente. Primera clase tiene ese toque de lujo, pero ahora mismo me da igual. Me acomodo, respiro hondo y cierro los ojos un momento. Tal vez debería dormir durante el vuelo, así no pienso tanto.

Mis pensamientos son interrumpidos cuando siento una presencia a mi lado. No me molesto en abrir los ojos hasta que oigo un sonido de una maleta siendo colocada en el compartimiento superior. Al girar la cabeza, me encuentro con un hombre alto, de cabello oscuro, acomodando sus cosas con movimientos eficientes. No le presto mucha atención, hasta que se sienta justo a mi lado. Perfecto.

Trato de mantener mi mente en otra cosa mientras me pongo el cinturón de seguridad. El vuelo apenas empieza y ya siento la urgencia de distraerme, por eso cruzo mis piernas, ajusto mis auriculares y me preparo para ignorar al mundo entero durante las próximas dos horas.

A los pocos minutos, la azafata pasa ofreciendo el menú. Decido hacer mi pedido, porque, ¿por qué no? Tengo derecho a sentirme cómoda.

—Me podrías traer una limonada, por favor, sin hielo. Y la ensalada, pero sin aderezo, solo aceite de oliva, gracias —digo, con total naturalidad.

La azafata duda un segundo, pero no le presto demasiada atención. Estoy acostumbrada a esas miradas, como si pedir lo que quiero fuera un problema. Pero antes de que ella pueda responder, el hombre a mi lado, que ha estado tecleando furiosamente en su computadora como si fuera a salvar al mundo, suelta un bufido audible.

—No estás en un restaurante con estrellas Michelin —comenta, sin mirarme, con una arrogancia que me toma por sorpresa.

Parpadeo, atónita por su comentario. Me muerdo el labio para no soltarle una respuesta inmediata. ¿De verdad este tipo está criticando cómo pido mi comida?

Retorno al corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora