Capítulo uno

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Adeline

Una de las cosas que más disfruto en mi día a día es arreglarme. Tal vez suene vanidoso, pero vestirme a mi estilo, tomarme el tiempo para maquillarme y oler bien es algo fundamental para mí, y siempre lo ha sido. Mientras me preparo, me entra una llamada de Marge, mi amiga desde que estoy en esta ciudad. No la he visto en semanas porque he estado sumergida en la creación de mi última aplicación.

Mañana, de hecho, tenemos una reunión importante con todos los desarrolladores de software para presentar nuestras propuestas. El jefe va a decidir cuál de las apps se ajusta mejor a la convocatoria de aplicaciones para niños que se abrió hace dos meses.

—Ya estoy en el lugar donde quedamos y tú aún no llegas, Addie —dice Marge al teléfono, sonando un poco impaciente.

—Lo siento, me retrasé un poco, pero ya estoy en camino —le miento, mientras termino de vestirme rápidamente. Por suerte, el lugar no queda lejos—. Ve pidiendo algo.

—¿Te pido lo de siempre?

—Por favor —le respondo antes de colgar.

Termino de alistarme y en unos minutos estoy saliendo de mi apartamento. Aunque tengo una camioneta, caminar es lo más rápido ahora mismo. El tiempo que tardaría en llegar al estacionamiento y dar la vuelta sería mayor, así que opto por recorrer las calles a pie.

Mientras camino, disfruto del paisaje urbano. Paso por los canales que, para ser sincera, me aterran. Todo lo que tenga que ver con agua me da miedo: mares, ríos, incluso piscinas.

Al llegar al pequeño local, veo a Marge sentada de espaldas, hablando animadamente por teléfono. Me acerco a la mesa y, en cuanto me ve, me sonríe, señalando los platos que ya ha pedido. Es exactamente lo que me gusta y como me gusta, porque sí, soy bastante específica con lo que ordeno.

—... las redes sociales solo te harían más conocido. Además, eres guapo, podrías aprovecharlo... —le dice a la persona del otro lado de la línea, y yo frunzo el ceño. ¿Con quién estará hablando?

Le hago señas para que me cuente, pero ella me pide con gestos que espere un momento. Asiento y me dedico a disfrutar mi porridge de avena con arándanos, fresas y almendras, justo como me gusta.

—¿En serio aceptas? —exclama de repente Marge, demasiado alto, con una mezcla de sorpresa y entusiasmo—. ¡No lo puedo creer! Vale, vale, entonces empieza a buscar trabajo.

Cuelga la llamada y comienza a reírse a carcajadas, casi al borde de las lágrimas. Le acerco el vaso de agua que está sobre la mesa para que pueda calmarse, y lo recibe con gratitud, respirando profundamente antes de mirarme.

—Adeline, acabo de convencer a uno de mis mejores amigos, que además es un egocéntrico, de aceptar ser empleado por un tiempo —dice rápidamente, casi sin poder contener su emoción.

—¿Quién es? —pregunto, curiosa.

—Un amigo de infancia, se llama Lukas.

—Ni idea de quién hablas —le respondo, encogiéndome de hombros.

—Tengo que presentártelo —insiste, aún emocionada—. Llevamos años siendo amigas y nunca te he presentado a mis amigos y tú a mí tampoco.

—Yo no tengo más amigos, solo te tengo a ti, Margot —digo, arqueando una ceja—. Al menos aquí. En Londres tengo a James... y no sé si cuente, pero me llevo bien con los del trabajo, que son dos hombres.

—¿Soy tu única amiga mujer?

—Sí, curiosamente no conecto mucho con mujeres —digo, encogiéndome de hombros.

Retorno al corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora