⠀ ⠀I.⠀ ⠀ voci lontane.

135 14 42
                                    

Atravesaba el paisaje desde la ventanilla del tren, observando cómo los árboles se movían con la brisa

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Atravesaba el paisaje desde la ventanilla del tren, observando cómo los árboles se movían con la brisa. Era como si fueran acróbatas en un escenario verde. La música fluía por mis audífonos, mientras mi hermano descansaba su cabeza en mi hombro, emitiendo suaves ronquidos que se mezclaban con los sonidos del ferrocarril. Habíamos corrido desde la universidad hasta la estación, dejando a Marco demasiado exhausto como si hubiera enfrentado una maratón de obstáculos.

Sumergida en mi propio universo, dejé que mi mirada se perdiera entre las hojas que caían al viento con un adiós dorado, ajena al bullicio a nuestro alrededor. Las vacaciones de verano eran el respiro que necesitábamos, una escapatoria de la rutina asfixiante de la ciudad. Pero incluso la emoción del descanso no podía ocultar el hecho de que siempre llegábamos tarde a casa, una de las desventajas de ser forasteros en esta jungla urbana.

Un suspiro escapó de mis labios, formando una pequeña nube de descontento en el cristal de la ventana. Mi teléfono se convirtió en mi tabla de salvación, un refugio digital donde las palabras bailaban y las risas jugaban al escondite entre las páginas virtuales de un libro recomendado por mi padre. Él siempre sabía cómo alegrar mis días con una dosis de humor impresa en tinta electrónica, un gesto de cariño que adornaba nuestras conversaciones matutinas con la dulzura de la complicidad.

Mis ojos se deslizaban por las líneas como patinadores sobre hielo, desafiando al sueño que acechaba en las sombras de la tarde. A mi lado, mi hermano se retorcía en su sueño, desafiandolo con la brisa de la tarde. No pude resistir la tentación de capturar ese momento congelado en una fotografía, su boca abierta mientras soltaba ronquidos ruidosos. Una risa escapo de mis labios mientras la guardaba en la carpeta que tenía su nombre.

Con delicadeza, aparté los anteojos de su rostro y los guardé en su estuche, protegiéndolos como un tesoro preciado de los embates del viaje. Entre párrafos y melodías, mi atención se desviaba hacia pequeños destellos de vida que brillaban en la pantalla de mi celular: mensajes de amigos que llenaban el vacío del silencio con chispas de conversación totalmente aleatorias. Mis labios entonaban las palabras de "La muralla verde" de Los Enanitos Verdes, como si cada verso fuera una pincelada en el lienzo de mi alma.

Mis dedos danzaban al compás de la música, como marionetas hipnotizadas por el encanto de una melodía etérea. La tarde se deslizaba por la ventana, una bailarina en su danza efímera, mientras el reloj marcaba el compás inexorable del tiempo que se escabullía entre mis dedos. El cielo, una acuarela de tonos celestes, se veía adornado por las nubes que flotaban como suspiros en el lienzo del firmamento.

Observé a Marco, su rostro sereno en el reposo del sueño, y me invadió una sensación de envidia por su paz. ¿Cómo podía dormir así, tan profundamente, mientras yo me debatía entre la vigilia y el sueño? Un bostezo escapó de mis labios, una melodía cansada que se deslizaba en el aire, mientras cerraba los ojos y me abandonaba al letargo que amenazaba con envolverme.

WHITE RIBBON.       charles leclerc.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora