Cuento Erótico: La verdadera historia del exorcista

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La madre abrió la puerta de la casa, el Padre Bill entró, era joven, de 20 años, con el cabello teñido de amarillo, algo por lo que ya había sido criticado. La madre dice: "Gracias a Dios que llegó, Pastor Bill, mi hija está poseída por el demonio". Él pregunta: "Dime señora, ¿qué comportamiento extraño ha tenido?" La madre responde: "Bueno, ella se la pasa todo el día en la cama, a veces la escucho gemir y decir cosas extrañas."

El Padre Bill pone la mano en el hombro de la madre y dice: "Quédate aquí, iré a ver qué sucede." La madre se queda fuera de la puerta, preocupada.
El Padre Bill entra en el dormitorio de la hija, encontrándola acostada en la cama, sudando y gimiendo.

Al entrar en el dormitorio, el padre ve a una joven de 25 años, ella estaba solamente en blusa, exhibiendo su blanca ropa interior, con las piernas abiertas, tenía cabello largo, muslos bien torneados y senos grandes. Al verla, el padre colocó la mano entre las piernas, para ocultar su evidente erección.

Ella dijo: "Hmm... veo que te gustó, padre." El padre respondió: "Basta de eso, vine aquí para expulsar el demonio de tu cuerpo." Ella rió y dijo: "¡No tengo ningún demonio!" Él preguntó: "¿Y los gemidos que tu madre dijo haber escuchado?" Ella respondió: "Era yo masturbandome."

Cuando ella dijo esto, le corrió sangre por el nariz al padre, él colocó la mano en su nariz. Ella rió y dijo: "Parece que tenemos a un pervertido aquí." El padre respondió: "Deja de tentarme, demonio." Ella dijo: "No soy un demonio, mi madre no quiere que tenga sexo, ella cree que eso es del demonio, pero no lo es." El padre respondió: "Sí, el sexo es normal..."

La joven se rió y se sentó en la cama. "Entonces, ¿por qué no lo pruebas tú mismo, padre?", dijo ella, acariciando suavemente su propia pierna. "No puedo", dijo el padre, "He hecho votos de celibato." "¿Y?" Ella se acercó a él, sus labios rozando su oreja, "Nadie tiene que saber."

El Padre Bill vaciló, luchando contra sus deseos. La joven lo besó en la mejilla, y él cedió. Ella lo empujó hacia la cama, ambos cayendo sobre ella en un apasionado abrazo.

El padre Bill se desvistió lentamente, mientras la joven hacía lo mismo con su ropa. Ella tomó suavemente el pene del padre en su mano y comenzó a acariciarlo, mientras él se deliciaba con el placer.

Ella lo empujó hacia la cama y se subió sobre él, su cuerpo se movía con gracia y elegancia. El Padre Bill se retorció bajo ella, sus manos recorriendo su espalda, sintiendo cada curva de su cuerpo.
Ella lo miró a los ojos, su rostro reflejando una mezcla de deseo y poder. "Estás seguro de que quieres esto, Padre?", preguntó, sus labios rozando los de él.
"Sí", respondió él, su voz ronca y llena de deseo, "Quiero sentirte." Ella sonrió, una sonrisa llena de picardía, y lentamente se bajó sobre él.

El Padre Bill cerró los ojos, dejando que el placer lo envuelva por completo. Sus caderas se movían en un ritmo constante, sus cuerpos entrelazados en un baile sensual. Su aliento se aceleró, sus corazones latían al unísono, mientras el mundo se desvanecía alrededor de ellos.

La madre de la joven golpeó la puerta y exclamó: "¿Qué está pasando aquí dentro, Padre? ¡Estoy escuchando gemidos!" El padre Bill tapó la boca de la joven, y comenzó a penetrarla, gritando: "¡Nada, señora, siga rezando, y si puede, reze un Ave María!"

Ellos continuaron haciendo sexo, pero la joven mordió los dedos de Bill, haciéndolo gritar. Ella dijo: "Ahora tú estás gemiendo alto, ¡cierra la boca o mi madre nos descubrirá!"

El Padre Bill introducía su pene en lo ano de la joven, sintiendo cómo sus testículos se apretaban contra el cuerpo de ella, mientras ella gemía con su voz fina y graciosa a cada penetración.

El pene del padre iba creciendo y el ano de la mujer iba dilatándose, produciendo un sonido similar al de un globo siendo exprimido.

La joven se retorció bajo él, sus caderas se movían en un ritmo constante, sus cuerpos se movían en perfecta sincronía. El Padre Bill se sintió en el paraíso, disfrutando de cada momento, cada sensación.
Su pene se hundió más profundo en ella, la joven gritó de placer. El Padre Bill notó cómo su cuerpo se tensaba, su aliento se aceleraba, y finalmente ella se derrumbó sobre él, su cuerpo temblando de placer.

El Padre Bill la abrazó, sintiendo su calor, su suavidad.
La joven no tenía fuerzas para moverse y preguntó: "¿Padre, qué está pasando conmigo? Siento algo delicioso." Él respondió: "Eso se llama orgasmo." Ella sonrió y dijo: "¡Qué rico!"

El padre Bill continuó: "Parece que gastaste mucha energía, quiero que comas bien y trates a tu madre con respeto. Si lo haces, te juro que volveré la semana que viene." Ella sonrió y dijo: "Lo haré, te amo."

Él besó sus labios húmedos y rosados, y luego le preguntó: "Yo también te amo, ¿cuál es tu nombre?" Ella respondió: "Soy Maritza".

El Padre Bill salió de la habitación, dejando a la joven recostada en la cama, sonriendo y satisfecha.

Al salir del cuarto, la madre preguntó: "¿Padre Bill, ¿logró expulsar al demonio?" Él respondió: "Sí, fue difícil, sudé mucho, pero el demonio se fue. Ahora su hija volverá a comer y a respetarte. Y si se niega a comer, a bañarse o a hacer ruidos, solo llámeme y yo lo solucionaré". La madre agradeció al Padre Bill, quien se fue andando, sudando y con la batina puesta al revés, mientras la madre lo agradecía: "¡Muchas gracias, Padre Bill!".

Y así, el Padre Bill salió de la casa, dejando a la madre y a su hija en paz.

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