La Bufanda Azul

1.9K 136 28
                                    

El agua de la lluvia torrencial con la que se había empapado disimulaba las lágrimas corriendo por su cara, Fina no recordaba la última vez que se había sentido tan triste, tan desilusionada - no lo recordaba porque realmente nunca había experimentado tal sentimiento, como cuando sientes en el pecho que el corazón se te estruja tanto hasta romperse en pedacitos, y Fina sentía que todo aquello la sobrepasaba, que no iba a ser capaz de tomar cada pieza de su corazón y repararlo para que volviera a latir sin que doliera. Para una Fina de quince años aquello se sentía como el fin del mundo.

Era de tarde cuando había finalizado sus clases de costura, las cuales las recibía en la parte que ocupaba el servicio en casa de los de la Reina, estaba terminando de tejer una bufanda de la que se sentía muy orgullosa, ya que era la primera que podía acabar sola. El invierno empezaba a azotar y el viento fresco la obligaba a abrigarse mejor, sin embargo, aquella bufanda no la hizo pensando en su uso personal, era más bien, un regalo de cumpleaños. Elegir el color no fue difícil, Fina estaba segura que el azul sería el indicado, así resaltaría más el color de sus ojos, y por supuesto, intentó que tuviese un acabado elegante y delicado, para poder hacerle justicia a quien ella quería que la usara. Al terminarla, miró aquella bufanda con toda la ilusión que podían desprender sus ojos marrones y el corazón se le aceleró solo con pensar en que en un par de días le entregaría la bufanda a esa persona tan especial. No serían más de cinco minutos lo que tardaría en dársela, solo sería un momento, un instante, pero a Fina le bastaba la sonrisa que se imaginaba que obtendría a cambio de aquella prenda para ser feliz.

Guardó en un cajón de su habitación la bufanda antes de dirigirse a la cocina para prepararse una infusión. Con la sonrisa inmensa que la caracterizaba y mientras tarareaba una canción, vio a Digna y su padre entrar a la cocina, comentando algo animadamente.

- ¡Va a ser la boda del año! - Comentó Digna emocionada.

- Cuánta alegría traerá a la casa esa celebración. - Dijo Isidro igual de entusiasmado. - Imagínate cuando tengan hijos, Damián estará tan feliz de tener un nieto correteando por casa.

Fina sabía que era de mala educación escuchar conversaciones ajenas, pero en su defensa, ella ya se encontraba ahí y no pudo hacer nada por evitar escucharlo. ¿Una boda? Aquello llamó su atención al instante y antes de que su cerebro pudiera procesar bien lo que quería saber, las palabras ya estaban saliendo de su boca.

- ¿Quién se casa, padre? - Preguntó sorprendiendo a los mayores, quienes no habían notado su presencia en aquella cocina tan grande.

- Hija, no te habíamos visto. - Dijo Isidro contento de ver a su pequeña. - ¿Qué te he dicho acerca de meterse en las conversaciones de los mayores?

No es la primera vez que Fina recibía aquel regaño, desde pequeña había sido una chica extremadamente curiosa y aunque bastaba verla y escucharla poco para saber qué tenía una educación intachable, a veces en sus ansias de saber, se le escapaba alguna que otra pregunta imprudente.

- Déjala, Isidro. - Salió Digna en su defensa. - Además, Fina también es parte de esta casa y más temprano que tarde se enterará de la buena nueva.

Fina agachó la cabeza un poco avergonzada por su impulsividad, pero se mantenía atenta a la respuesta que esperaba.

- Mi sobrina Marta y Jaime se casan. - Anunció Digna como si fuera la mejor noticia del mundo.

Pero para Fina se sintió como un baldaso de agua fría, como si de un momento a otro le abrieran el pecho en dos.

Se obligó a mostrar una sonrisa forzada sin poder decir nada más al respecto, dejó la taza con la infusión intacta, aún con el humo que desprendía de ella, y salió de la cocina rápidamente.

París En Tus Ojos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora