Así, de pié y a su lado, bautizamos nuestro plan…
Primero hablamos de nuestros roles. Y la reflexión fue tal, que me propuso…Y si lo hacemos realidad?.
Normalmente a solas con ella suelo estar desnudo. Bien sea cuando jugamos a nuestros roles favoritos, o simplemente haciendo vida en casa. Y el tema volvió a resurgir como en un debate casi eterno. Mi amante cada vez se sentía más cómoda dominándome. Llegó el momento en que se sentía llena de vida y tan completa, que no soportaba mantenerlo en el anonimato. Ya no sólo dominarme…, sentía tal poder, que veía muy lógico degradarme en público. Ese día reflexionando nuestro debate me pedía, o más bien me exigía ese derecho sobre mi.
Y que pensaba yo?. No lo tenía claro. El caso que obedecía una orden por inercia pura. Como por ejemplo, la de abrir todas las cortinas de la casa. Quería que nuestros vecinos me vieran desnudo y con el collar de esclavo que un día me regaló para nuestros juegos.
Fue complicado obedecer, y una vez complacido el deseo de mi novia, me llamó a su lado. Ella me esperaba sentada mirando nuestro barrio tras las ventanas, y me señaló un lugar sin asiento para que estuviera de pié a su lado. Me pidió tranquilidad y ánimo con el tono más dulce jamás empleado conmigo.
Obedecí…
Se veía ta felíz… tan llena de vida. Entonces hablamos de dar un paso más adelante a nuestra relación….
Fue largo y tendido…
Y así empezó todo ese día…
Dejé mi trabajo y ahora solo ella lleva mi negocio. Del hogar me ocupo el 100%. Casi nunca salgo de casa, y nuestros vecinos ya conocen nuestra historia. En casa siempre estoy desnudo con tan solo el collar adorna mi cuello. A veces mi dueña, quien antes fue mi novia, me pone lazos de ceda en mis genitales cuando esperamos visita. Todos en el negocio conocen nuestra historia. Su madre también, sus amigas, algunas primas… Y con el tiempo más gente de nuestro entorno familiar.
Somos felices aunque hay quien duda de mi felicidad. Pero se equivocan, soy más dichoso por servirla. No me avergüenza mi desnudez en público, ni tampoco el trato de inferioridad. Acepto ese trato porque estoy convencido de que soy un esclavo real que disfruta de sus obligaciones.
Y desde aquí comenzamos a vivir.
