00 — EFESIOS
CAPÍTULO SEIS, VERSÍCULO ONCE"Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo."
— ୨୧ —
Culminada la misa, era natural que los devotos más fieles a la religión permanecieran para conversar con el Padre dictando la misma. Recurrente así, que Getō Suguru tuviese que permanecer minutos, e incluso horas extra, bajo el amparo de la gran catedral en la que realizaba sus actividades eclesiásticas. Siempre se trataba de un patrón cíclico, que alcanzaba un pico que deformaba su forma circular todos los domingos cuando el reloj marcaba un minuto pasado de la una de la tarde.
Fue un día de diciembre que lo vio por primera vez.
¿Era acaso la primera?
La misa era, de alguna forma, la bienvenida al nacimiento de Cristo, la salutación de su llegada al mundo terrenal y la coronación de su existencia en la cuna de paja que lo meció durante sus primeros días. Mientras otros cristianos se retiraban tras la misa a decorar sus pesebres, a terminar de alzar las estrellas brillantes y decoradas en colores navideños en las copas de sus diminutos árboles hogareños, la mirada castaña del cura vislumbró en la soledad de la iglesia, la presencia opaca de un individuo desconocido.
— ¿Hola? — el joven cura preguntó dudoso, dando pasos serenos hacia el asiento que ocupaba el cabizbajo desconocido. Por un momento, dudó de la veracidad de la imagen y creyó que sus ojos lo estaban vacilando, porque al alzar la cabeza, encontró un extraño sentimiento recorriéndole el cuerpo: de pies a cabeza.
¿Podría ser acaso que usando los óleos más caros en el lienzo más fino, la mano más cautelosa y experimentada, podría pintar siquiera un retrato de una belleza angelical como aquella?
Nunca vio en una expresión humana— mucho menos en otra especie, ni siquiera las que se postraban en pinturas arcaicas en las bóvedas de la iglesia —una expresión melancólica tan preciosa. Cansados ojos grisáceos eran recorridos por la fina capa de varias pestañas pelirrojas, con cada parpadeo proyectaban contra una piel de porcelana las sombras contraluz de los propios ventanales coloridos de la catedral.
Su cabello escarlata era plenamente encantador, un color único que incitaba al pecado: ¿pecado?
Y se detuvo a pensar, ¿pecar de qué? ¿De apreciar acaso, un deslumbrante color rojizo envolver el alma de aquel hereje? Opaco, pero llamativo, se quedaba corto en adjetivos que pudiesen aproximarse a describir lo que sus ojos veían.Fue cuando su mirada se posó en sus labios carmín, que comprendió que aquel hombre estaba maldito. El labial era sutil, pero llevaba tatuado en su piel al menos ya unas seis horas. El perfume que emanaba su piel era dulce, como el cerezo maduro, servido en bandeja de oro para degustar en el paladar de un famélico. Y en sus prendas predominaba el negro: desde su ropa, hasta los guantes oscuros que envolvieron sus manos y antebrazos, preservando el calor tras la fina tela de lo que simulaba un encaje.
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𝐑𝐄𝐕𝐄𝐋𝐀𝐓𝐈𝐎𝐍𝐒! suguru getō
Fanfiction𝐑𝐄𝐕𝐄𝐋𝐀𝐓𝐈𝐎𝐍𝐒 "Yo conozco tus obras, que no eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero porque eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca". (Revelaciones 3:15-16) 𝐒𝐔𝐆𝐔𝐑𝐔 𝐆𝐄𝐓𝐎𝐔 ha sido...