CAPÍTULO 2

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Me levanto de lunes a viernes queriendo no despertar, me alistó algo apurado mientras desayuno. Llevo mi pantalón al revés desde hace seis años, pero todos mis estúpidos compañeros de oficina ni siquiera se dan cuenta de eso. Porque están tan ocupados hablando de aquel maldito departamento, que ya no importa cómo vaya vestido durante la semana, aún así ellos no lo notarán.

— ¿No sé van a poner a trabajar? –pregunte molesto con todos ellos.

— Deberías dejar de darnos órdenes a todos, no eres nuestro supervisor. –aclaro Margot un tanto enojada, luego de sentarse en frente de su computadora. La observó de reojo un tanto nervioso, ella no lo notó al principio, pero sabe que al mirarla de reojo, también la pienso como ningún otro lo hace.

Mi historia de amor con Margot es muy compleja, no duró mucho tiempo. Pero fue lo mejor que le pudo suceder a mi triste y aburrida rutina.

Moría por volver a tocar su blanca y delicada piel, luego de besar sus labios carmesí apasionadamente. Pero no podía hacerlo después de asistir a su boda, aquel día sentí como una parte de mi corazón se quebró. Supongo que no obtienes a una mujer por el resto de tú vida, si en su dedo no pones un anillo con un enorme diamante. Y por eso deje de mirarla con amor y solo empecé a mirarla de reojo, con deseo de volver a tocar su delicada piel.

Nunca antes me sentí enamorado, pero Margot hizo que mi corazón latiera de forma distinta al suyo.

Aquel día no hice nada al respecto para impedir su matrimonio, porque cuando subió un solo pie en aquel altar, supe que la perdí para siempre. No quería dejarla ir, pero debía hacerlo. No sería capaz de arruinar los sueños de alguien más, solo por intentar salvar los míos.

La dejé ir y también deje de amarla con el paso del tiempo…

El departamento rosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora