DOS

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La mansión se alzaba como un espectro en la noche, sus muros de piedra y ventanas rotas parecían susurrar secretos ancestrales. Los cuatro niños, con corazones acelerados y miradas inquietas, se adentraron en su interior. El viento gemía a través de las rendijas, como si la casa misma lamentara su abandono.

Santiago, el líder del grupo, sostenía una linterna que parpadeaba con cada paso. La luz temblorosa delineaba las sombras en las paredes, revelando manchas de humedad y desconchones. Abrió la puerta de una habitación que parecía haber sido olvidada por el tiempo. El aire estaba cargado de polvo y moho, y el suelo crujía bajo sus pies.

En el centro de la habitación, una cama de hierro forjado se alzaba como un monumento a la soledad. Las sábanas grises cubrían el colchón, y el metal estaba corroído por el paso de los años. Santiago avanzó hacia ella, sintiendo cómo las tablas del suelo protestaban bajo su peso. La linterna iluminó una mesita de noche junto a la cama, donde reposaba una caja de madera.

La caja parecía antigua y desgastada, sus esquinas redondeadas por el tiempo. Santiago la tomó con manos temblorosas y la abrió. En su interior, encontró un dedo humano. La piel estaba pálida y arrugada, como si hubiera estado sumergido en agua durante mucho tiempo. Las uñas estaban rotas y sucias. El niño retrocedió, sintiendo náuseas. ¿Quién había guardado esto aquí? ¿Y por qué?

La nota junto al dedo decía: "Primera pieza del rompecabezas. Encuéntralas todas para ganar la inmortalidad". El terror se apoderó de Santiago. ¿Inmortalidad? ¿Qué tipo de juego era este? ¿Quién había diseñado esta pesadilla?

Salió de la habitación y encontró a los otros niños esperándolo en el pasillo. Sus rostros estaban pálidos, sus ojos reflejaban el mismo miedo que sentía él. Yeremi, el más asustadizo del grupo, señaló la caja en las manos de Santiago.

—¿Qué encontraste?—, preguntó con voz temblorosa.

—Una pieza del rompecabezas —respondió Santiago—. Pero no es un juego normal. Estamos armando algo... terrible.

Cristian y Liam intercambiaron miradas. El misterio se espesaba a su alrededor, y la mansión parecía más siniestra que nunca. Damian, el enigmático personaje que los había guiado hasta allí, apareció en la sombra. Su figura alta y amenazante los observaba.

—El tiempo corre, niños. No hay vuelta atrás. Encuentren las piezas y completen el rompecabezas antes de la medianoche de Halloween. Solo entonces sabrán el premio —advirtió Damian con voz siniestra.

Los cuatro niños asintieron, sus corazones latiendo con una mezcla de miedo y curiosidad. La primera pieza estaba en su poder, pero ¿qué más les esperaba en las profundidades de la mansión? El Juego del Rompecabezas había comenzado, y sus vidas estaban en juego. Cada paso los acercaba a la verdad oculta detrás de las paredes de la mansión, y ninguno de ellos sabía si saldrían con vida.

Así, con la luna llena como testigo y el viento aullando a través de las ventanas rotas, los cuatro niños se adentraron en las sombras. El reloj marcaba el inexorable avance hacia la medianoche de Halloween, y el rompecabezas de carne y hueso los esperaba.

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09/05/2024

06:57

Rompecabezas ¿Humano?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora