I ─ Escape.

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¿Qué es el amor? Me he preguntado siempre. Muchos lo describen como un sentimiento propio de los humanos que parte de nuestra propia insuficiencia, y nos hace buscar el encuentro y unión con otro ser.  Quisiera saber si esto es verdad, experimentarlo por mí mismo, saber qué se siente, cómo es sentirlo hacia alguien. Nunca tuve mucha experiencia con el amor. En mi familia nunca hubo mucho, me dejaba con qué desear. Al menos mi madre, logró brindarme eso a lo que llaman "amor" en mis primeros años de vida, antes de que ella falleciese a causa de una enfermedad sumamente rara, que era desconocida en todo el continente.

Nunca tuvimos mucho dinero, por eso jamás pudimos pagar para llevar a mi madre a un lugar experto en otro continente para que lograran brindarle una cura. Ahí se acabó el amor. El amor de mi vida, era ella, mi madre. Se fue, y mi vida perdió el sentido.

A diario, recibía las fuertes palizas de mi padre, quien al contrario solo me brindaba odio y repudio. Siempre me culpó de la muerte de mi madre, aunque solo era un pequeño niño. Sinceramente, esos golpes y palabras tan lacerantes que él me dedicaba, eran ya costumbre para mí. Yo, me había resignado a vivir así por el resto de mi vida. Creía ser alguien miserable que simplemente estaba destinado a serlo por siempre. Quizás había sido obra del destino, no me sorprendía.

Golpe tras golpe, cortada tras cortada. Cada daño en mi cuerpo parecía tener un significado, un significado para nada alegre. ¿Quizás lo que decía mi papá era cierto? Yo había matado a mi madre con solo el hecho de nacer, y todo lo que había sufrido sería por el karma de aquello. Eso pensaba todos los días, antes de irme a la cama. Me tomaba un vaso de agua con mis pastillas recetadas, ya que al parece sufría de una enfermedad que, sin embargo, no demostraba síntomas ni ningún tipo de dolor o daño. Me lavaba los dientes, leía alguno de esos libros con los títulos filosóficos absurdos que solo balbuceaban de encontrarle sentido a la vida, y trataba de dormir. Mirar por mi ventana las estrellas, su brillo cegante. Realmente lograban cautivarme antes de dormir, pero de alguna manera me recordaban a mi madre, lo que me hacía pensar en lo desgraciado que era. No sabía el por qué, por qué ese ser tan dulce me traía tantos pensamientos horribles.

Muchas veces pensé en quitarme la vida, al fin y al cabo yo no aportaba mucho en la vida de los demás y ellos en la mía tampoco. Nunca logré hacerlo, era como si una fuerza inevitablemente estuviese obligándome a vivir la vida tan repudiable que tenía. Pensé, igualmente, en algún punto tratar de encontrarle algún sentido a la vida para tratar que fuera menos despreciable. Lo mismo, fallé. Y bueno, nada podría hacerse al respecto.

Todo se resume hasta hoy, el día en el que había tomado la decisión que probablemente podría brindarme el cambio que tanto anhelaba. Empaqué en una pequeña mochila todo lo necesario para al menos sobrevivir una semana solo. Comida, ropa, utensilios, objetos de higiene y un arma. Estaba decidido a escapar.

Todo estaba listo para irme, ya eran casi las 5:00 de la tarde.

O al menos eso era lo que creía. De repente escuché la puerta abrirse en un enorme azotón; inmediatamente supe que se trataba de mi padre. Había llegado tomado, oliendo a licor y a perfume de mujer. Seguro se había ido a beber y a acostarse con prostitutas. Cómo lo odiaba. Razoné y decidí quedarme arriba hasta que él se quedara dormido abajo en el sillón, viendo alguna serie. Mientras, iba preparando una carta avisando mi partida, que de igual manera iba a pasar desapercibida. Se me ocurrió ponerle un toque más yo, así que la volví una carta de suicidio. Era genial, ¿no?, fingir mi propio suicidio antes de escapar de mi hogar abusivo.

Ya daban las 7:00 de la noche, y nada que el viejo caía dormido. Pensé repentinamente en agregar algún tipo de droga para dormirlo en su vodka, así que bajé, cautelosamente. Inesperadamente escuché un grito que al parecer se dirigía hacia mí.

─ ¡Osamu! ¡Ven acá, maldito inútil! ─ Me gritó mi padre.

Yo me resigné a decir algo, y solamente fui, aguardando la gran paliza que me esperaba.

─ Escúchame bien, mocoso, vas a traerme otra jarra de vodka de la cocina, ¿bien? ─ Dijo.

─ Deberías dejar de tomar tanto, hueles horrible.

Ni siquiera logré ver cómo su mano impactaba contra mi mejilla, haciéndome girar completamente mi cabeza hacia la derecha. No me importó, era costumbre.

─ ¿Desde cuando tú me dices qué hacer? Solo ve y haz lo mismo que la zorra de tu madre, atender.

Mi mundo se paró por un instante. ¿Llamó "zorra" a mi madre? Quería romperle una botella en la cabeza en ese mismo instante, la ira me comenzaba a consumir, sin embargo mantuve mi compostura y solo fui por la botella de vodka.

Llegue a la cocina y agarre la primera botella que vi, sin prestar atención si era vodka u otro tipo de licor.

─ Toma, aquí tengo tu trago. ─ Dije, sin interés, pasándole la jarra en la mano.

─ ¡Puto mocoso inútil!

Sin poder procesar nada, sentí como una jarra de vidrio era azotada contra la zona derecha de mi cara. Del asombro ni siquiera logré formar una mueca. Mi mirada estaba vacía y parecía estar en un trance mientras la mitad de mi cara sangraba, y mi ojo ya no percibía de la misma calidad que antes.

─ Vete, no te quiero ver más.

No había necesidad que el me dijera eso, yo tampoco quería verlo y menos intenciones tenía de estar en ese hogar. Me dirigí con rapidez a mi pieza, donde me dispuse a sanar mi herida. Me puse un bandaje, como los que tenía en mis brazos y cuello, en la parte derecha de mi cara, tapando mi ojo. Se sentía raro, pero para mí era normal.

Ya daban las 8:30 de la noche y decidí por fin salir. Mi padre ya se encontraba dormido en el sillón de la sala. Se había quedado dormido viendo porno, una de las cosas que más me repugnaban. A mis 15 años jamás toqué a una mujer, ni una mujer me tocó a mí. A pesar de que corrían rumores de que era muy guapo, nunca me sentí con el suficiente libido para tener esa clase de encuentro con alguien más. Me parecía asqueroso.

Trate de ignorar aquella escena y los gemidos y jadeos que provenían del televisor. Con fugacidad coloque delicadamente mi carta sobre la mesita al frente del televisor, donde mi padre pudiese notarla, y salí por la puerta trasera con mi mochila en mi espalda.

Me sentía solo, pero más tranquilo. Por fin había escapado de ese infierno donde estaba encadenado siempre a vivir lo mismo.

envy.

Flowerbed ─ SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora