La hora del dragón

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"Con ciertas personas vale más ser traicionado que desconfiar."

Arthur Schopenhauer.

"Nos reímos del honor y luego nos sorprendemos de encontrar traidores entre nosotros."

Clive Staples Lewis.

"Tu peor pecado es que te has destruido y te has traicionado por nada."

Fiodor Dostoievski.

"Hay puñales en las sonrisas de los hombres; cuanto más cercanos son, más sangrientos."

William Shakespeare.



125 d. C.

Fortaleza Roja, Desembarco del Rey.



—Lord Strong, ¿qué lo trae por aquí?

—Asuntos de gobierno, necesito una audiencia urgente con Lord Mano del Rey.

—Me parece que está ocupado, pero si desea esperar.

—Claro.

—Adelante, milord, bienvenido a la fortaleza. ¿Ese es su sirviente?

—Sí, he traído unos obsequios para el rey.

—Oh, no hay problema, conoce el camino, mi señor.

—Gracias.

Harwin intercambió una mirada con Aemond, este transformado en un chico Beta feísimo, disfrazado de su sirviente trayendo una carretilla llena de toneles de vino y especias. Bajo los tablones estaba resguardada la armadura de dragón y Hermana Oscura, que sacó a escondidas una vez que entró a los establos, sacando el mapa que Mysaria le enviara sobre los pasadizos secretos de la fortaleza. Ya atardecía con una lluvia ligera, habían llegado en Caraxes que escondieron atrás, tomando la carretilla para lucir viajeros cansados. Mientras el Señor de Harrenhal entraba, el Omega se cambió, respirando hondo queriendo calmar su corazón acelerado por los nervios, alcanzando su espada antes de ir al pasillo donde un guardia comprado por Gusano Blanco le hizo pasar hacia la puerta secreta.

Muchos aromas cruzaron su olfato, vino, Alfas enfadados, mujeres excitadas, comida, vómitos y orines por igual. Algunas ratas se le cruzaron en el camino, montones de telarañas y polvo acumulado. Fue siguiendo las instrucciones del mapa, alcanzando una pared falsa que empujó suavemente, apareciendo en una esquina oculta por sombras. Aemond se asomó, notando la guardia que vigilaba los aposentos del rey. Llevando sus manos a la boca, simuló una caracola para imitar el ulular de un búho. De inmediato los guardias reaccionaron, alejándose a paso tranquilo, dejando el paso libre. Mysaria ya había comprado una buena parte de la guardia real, incluyendo a su comandante quien supo poner a su gente en los lugares correctos.

Corriendo de puntillas, el Omega empujó una puerta, entrando a las habitaciones del rey, cerrando tras de sí, girándose para ver aquel lugar. La lluvia arreció, una tormenta con relámpagos como si el cielo y los dioses supieran lo que iba a suceder. Sus ojos cayeron en la maqueta enorme, avanzando hacia ella, observándola unos instantes antes de seguir su trayecto hacia la recámara, haciendo a un lado las cortinas que separaban los espacios. Un aroma de Alfa pudriéndose invadió su nariz, arrugándola en acto reflejo al caminar despacio, encontrando al rey Viserys tendido en su cama, la mitad del rostro vendado, quejándose de un dolor que la leche de amapola ya no podía curar.

El Primero de su NombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora