Audrey Brooks. Una caballero valiente, espíritu libre y de carácter fuerte, pero sobre todo con el legado de una familia muy reconocida de caballeros que han pasado por el instituto.
Con dudas sobré su destino y si debería seguir con el legado famil...
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Hay muchas cosas raras, ¿Verdad?. Esperemos que entré ellas esté una niña convirtiéndose en un rinoceronte rosa gigante, golpeando a muchos caballeros.
– ¿Sabías que hacía eso? – preguntó cierta peliazul a su amigo.
– No...– Nimona se dirigía a ellos – ¡No, no, no, no! – tomó la mano de su amiga corriendo a otra dirección – ¡Aléjate! ¡Atrás! ¡Ésto no está pasando!
– ¡Yo creo que si, Balli! – exclamó Audrey y derrepente ambos quedaron arriba del rinoceronte.
– ¡Ay, no, no! ¡Por Gloriana! – el rinoceronte esquivó a cierto rubio que estaba en frente.
– ¡Ésto es una locura!
– ¿Un rinoceronte? – se preguntó confuso Ambrosio.
(Debemos admitir que todo ésto será un caos)
– ¡Toma ésto! – Nimona golpeó a un caballero.
– ¡No, no, no. No por las escaleras! – obviamente fueron por las escaleras – ¿Que eres?
– ¡Soy Nimona! – respondió.
– ¿Una niña y un rinoceronte? – preguntó Audrey.
– ¡Soy muchas cosas! – dicho eso se convirtió en un armadillo, un oso, pájaro, hurón, un gorila y un avestruz – ¿Van a estar bien?
– ¡Creo que sí! –
- ¡No! - respondió asustado el moreno.
– Oye, lo prometiste.
– Derecha – informo Audrey.
– ¿Por qué? ¡Así es mí cuello. No está derecho!
– ¡No. Que gires a la derecha!
Muchos guardias bloquearon la puerta para evitar que pasen... Pero no evitarían que pasará una ballena.
– Ah, oigan, esté suelo es muy resistente – grietas comenzaron a aparecer – Ay, aquí vamos...
Así empezaron a caer, piso tras piso, tras piso, hasta llegar porfin al último.
– Eso fue demasiado...
– Hiciste eso a propósito.
– ¡Aprendes rápido Jefe!
Cómo si ya no hubieran cosas inesperadas, las estatuas de piedra del instituto de antepasados comenzaron a caer como dominos.
– Ay, no...
– ¡Hay que salir de aquí! – convirtiéndose de nuevo en un rinoceronte, Nimona cargo a ambos – ¡Ay, no! ¡No por la ventana! ¡No por la ventana! – gritó Ballister.
