Entonces Erik se dispuso a la batalla contra Jarl Born, Erik al ver que Jarl Born no disponía de armas, soltó el hacha y la camisa. Ambos se pusieron en pose de batalla, Erik fue el primero en acercarse, y al ser superior en la pelea asestó el primer golpe en el estómago de Jarl Born. El quedo mínimamente aturdido. Pero cuando se recuperó, también asesto un fuerte golpe en su cara, mientras los dos estaban aturdidos, Erik embistió a Jarl Born.
Mientras Jarl born era embestido, el gran cobarde saco un puñal y apuñalo repetidas veces la espalda de Erik. Finalmente, Jarl Born fue embestido contra un gran roble. Destrozando completamente a Jarl Born, ya sin casi fuerza ni vitalidad, Erik con una fuerza sobre humana y mucho coraje arranco el gran roble del suelo, entonces el árbol ancestral se alzó a los vientos del norte, aquel árbol se convirtió en el martillo de los dioses, y descendió con fiereza sobre Jarl Born sellando su muerte.
Posteriormente, Erik rezagado, escuchó gritos que provenían de la cabaña, estaba algo alejado por la batalla, pero llego como pudo, medio muerto. Al llegar a la cabaña reconoció las voces, eran ellos. El alma de Erik fue inundada por una felicidad infinita, y sin palabras abrió la puerta, lo que vio detrás de la puerta lo alivio de todos los daños físicos que tenía, las heridas no importaban en ese momento, lo único que importaba era la sonrisa de sus hijos y esposa.
Al verles lo primero que hizo fue abrazarlos con todo su cuerpo, cariño y calor. Les dijo donde estaba el barco para regresar a casa, les contó las aventuras vividas durante el viaje, y con un gran abrazo se despidió de ellos. Dio 8 pasos hacia atrás y cayó de rodillas, muriendo con el gran orgullo y honor de saber que había hecho lo inimaginable para salvar a su familia.
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Un padre vikingo
Fiksi SejarahAlgunos creen que los vikingos eran bárbaros sin valores ni honor. Esta historia demuestra todo lo contrario, como un hombre, únicamente con su determinación y voluntad inquebrantable, desafío lo imposible, logrando hazañas que ningún mortal podr...