Único

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¿Recuerdas cómo nos conocimos? Yo lo hago, esa noche donde las estrellas brillaban y mi mente me torturaba de inseguridades bañadas en miedo... Estuviste ahí, cada palabra, cada roce fue una cura para mi jardín, que poco a poco se marchito....
Te extraño.

⎯⎯𝟭𝟤-𝟬𝟧-𝟮3.

Aquella noche, donde las nubes cantaban un triste coro de alabanza hacia su vida, donde las gotas de lluvia golpeaban con fuerza las ventanas de las casas y el viento gritaba a todo pulmón contra los árboles, fue que lo conoció. Todo pudo ser una increíble coincidencia o una terrible desgracia para su vida, pero él estaba seguro que había sido lo mejor de su vida, que él había sido su vida.

Aquel erizo cobalto caminaba por las calles poco iluminadas de la ciudad, la lluvia caía con rudeza sobre el paraguas que reposaba entre su mano cubriendo todo su cuerpo. Había tenido una larga jornada de tareas, su mente a ese punto ya no podía más con la gran información que necesitaba estudiar.

La noche era bastante fresca, podía sentir el aire colarse entre sus cálidas prendas, sin embargo, disfrutaba ese hermoso clima a su parecer, caminando de forma lenta sin prisa alguna fue llegando a su lugar de destino, un hospital que a leguas se podía ver lo lujoso que era, un gran hospital privado. Dejó escapar un suspiro de sus labios generando una cantidad considerable de humo debido al frío de otoño, camino a paso lento hasta quedar frente a las grandes puertas giratorias de cristal, una vez entró cerró su paraguas colgandolo en uno de sus brazos.

Aquella noche tenía que visitar a su madre quien estaba enferma debido a los diversos cambios de clima, quién diría que una mujer fuerte y joven cedería ante una gripe, no lo malentiendan, él estaba muy preocupado por su madre pero los médicos habían dicho que no era nada grave, solo necesitaba reposo y unos días bajo observación hasta que todo mejorara. Iba entre los pasillos del gran hospital, saludaba a algún doctor o enfermera que se cruzara en su vista, deseándole una buena noche, el olor típico del hospital invadía sus nariz conforme avanzaba, no le disgustaba aquel olor, pero, prefiera disfrutar de ese rico olor a limpio en su casa junto a su madre mientras ambos miran alguna película comiendo chucherías como cualquier viernes, extrañaba esos viernes, muy dentro de él esperaba que su madre no empeorará.

Atravesó el patio del hospital que estaba techado, fue ahí cuando logró verlo, un erizo de bonitas franjas rojas que parecía escribir algo con rapidez, parecía que aquel erizo saldría volando en cualquier momento ya que su apariencia era totalmente desaliñada y delgada, llevaba uno de esos "uniformes"de hospital, así que rápidamente dedujo que era algún adolescente que terminó ahí por una sobrecarga de estrés o algún problema gastrointestinal.

Que alejados estamos de la realidad, eras un cristal tan frágil que la mínima brisa de otoño derrumbó todas tus ventanas. Tan equivocado aquella vez, si solo hubiera entendido el poco tiempo que había entre ambos desearía jamás haberte dejado.

El erizo cobalto estaba un poco curioso, ningún paciente solía vagar en aquel patio en las noches, ni mucho menos con ese tipo de climas.
En un instante ambos pares de ojos se encontraron como si ambos buscaran algo, fue como una eternidad para ambos perderse entre la inmensa cantidad de colores que desprendían los ojos del contrario, tan llenos de curiosidad por el otro que comenzaba a florecer como una fuerte hierba en invierno, un segundo, un momento de la vida que marcaría la vida de dos personas que estaban destinadas a encontrarse. Cuando pensaba acercarse a aquel erizo azabache llegó una enfermera que parecía apurada, rápidamente obligó al erizo de franjas rojas a entrar de nuevo a uno de los pasillos de habitaciones, fue ahí cuando lo perdió completamente de vista, algo de aquel extraño lo había dejado intrigado.

604Donde viven las historias. Descúbrelo ahora