C1: Fanzel

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Una pequeña niña corría por aquel camino de tierra mojada y fría

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Una pequeña niña corría por aquel camino de tierra mojada y fría. Los cabellos negros como el carbón de la joven se mecían de un lado a otro por culpa del viento y del movimiento constante de su cuerpo, además sus pies comenzaban a doler de tanto correr porque pequeñas piedras se le clavaban al no llevar zapatos, no le había dado tiempo a ponerlos.

En los pensamientos de la pequeña solamente se repetían los agonizantes gritos de sus padres, amigos y vecinos por culpa del ejército enemigo... ¿Por qué habían ido a por ellos? ¿Por qué no habían respetado el tratado de paz con las aldeas? Tenía tantas preguntas, pero ninguna respuesta. Pocos minutos después, el cansancio y las heridas hicieron efecto, haciendo que el cuerpo de la pequeña niña terminara cayendo a la fría tierra del bosque. Su vestido de seda blanca terminó manchado y sus rodillas raspadas. La joven levantó la cabeza y lo vio... Vio aquellos ojos rojizos como el mismo fuego y despertó, una vez más, de aquella pesadilla que la atormentaba todas las noches desde hace un mes.

La niña gritaba de miedo por culpa de aquel mal sueño, su garganta comenzó a arder como si fuego pasara por ella y todo su cuerpo sudaba. Todas las noches eran lo mismo: tener la pesadilla, despertar gritando y sudada a la misma hora y en las mismas circunstancias. Por culpa de los gritos, los padres de la joven llegaron corriendo a la habitación y su madre abrió la puerta con fuerza y rapidez.

— ¿Lynet, te encuentras bien? — preguntó su madre, Liliteth Boldut, quien era una mujer robusta y alta, de cabellos marrones totalmente rizados y largos, mientras que sus ojos eran una mezcla de azul y gris; además, en su cuello se apreciaba la marca de fuerza. Mientras se acercaba a ella junto a su marido, Hidel Boldut, un hombre de más de 2 althenios, totalmente musculado, con cabellos negros como el carbón que lo acompañaban con una larga barba del mismo color y unos ojos grises que helaban a cualquiera. Además, también en su cuello se veía, casi escondida, la marca de fuerza. Él tenía un semblante serio, pero en su mirada se notaba la preocupación que tenía por su hija.

— Esos ojos... Esos ojos, otra vez, me miran como si fuera un ratoncillo bajo de ellos...

Liliteth hizo que Lynet apoyara su cabeza en su pecho y comenzó a murmurar palabras dulces y de consuelo. Unos minutos más tarde, cuando la niña volvió a dormir cobijada en los brazos de su madre, los adultos comenzaron a hablar, como todas las noches desde hace casi un mes.

— Hay que hacer algo con esas pesadillas... — susurró la señora Boldut mientras dejaba a la menor de ellos en la cama de manera cuidadosa.

— Por Azkeney... ¿Mujer, qué dios nos ayudará con las pesadillas de una niña?

— Está el dios Nilo... Él puede ayudarnos.

— Saben tan bien como yo que hacer tratos con ese dios es como hacer tratos con el mismo dios del antimundo.

— Pero algo habrá que hacer... No soportamos verla llorar y temblando de miedo — murmuró con la voz temblorosa y con pequeñas lágrimas en los ojos de la althedea.

Althed: La chica de la reencarnaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora