Parte 4

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—Recuerda, no podemos hacer trampa o perderemos —susurró una voz risueña a su lado. Kihyun asintió con efusividad mientras se mantenía quieto entre la paja, aunque le picaba un poco en la espalda.

Le gustaba mucho jugar a las escondidas; podía presumir de gran habilidad para escabullirse y permanecer en el mismo lugar sin hacer ruido alguno. La última partida con su hermano había durado casi toda la mañana, y no podía siquiera contar las victorias que llevaba ganadas. Adoraba jugar en equipo con Minseok, pues eran un dúo espectacular. Él era tan bueno que siempre encontraba un escondite y revisaba por dónde no había lava ni cocodrilos, para que ambos pudieran ir a la base. A veces deseaba regodearse con sus padres de lo bueno que era, pero Minseok insistía en que no hiriera sus sentimientos, ya que ellos no jugaban tan bien. Y Kihyun estaba dispuesto a disfrutar de su éxito en privado. Después de todo, tenía una buena racha y no quería revelar su secreto.

—Todavía hay cocodrilos afuera. No importa lo que suceda, no te muevas de aquí hasta que venga por ti, ¿está bien?

—Bien —aseguró entrelazando su meñique con el contrario.

No tenía idea de cuánto tiempo había transcurrido. Recordaba escuchar un estruendo afuera y voces a la distancia. Probablemente sus papás estaban buscando, pero sabía que aunque llamaran su nombre, sólo sería para confundirlo y ganar el juego. Y no estaba en sus planes dejarlos ganar, así que se mantuvo taciturno. Entonces sintió mucho movimiento, la carreta se estaba moviendo.

¿Debía moverse ahora? No estaba seguro de si era una jugada de sus padres para desestabilizarlo o...

Pasaron unos minutos hasta que levantó con sigilo la cabeza, el sol comenzaba a declinar un poco y a su alrededor todo era pasto y animales; estaba en el campo abierto. Al asomarse un poco más, pudo ver una melena castaña y los olanes de un vestido amarillo. Una desconocida manejaba la camioneta por el único sendero a la vista, y ni rastro de Minseok.

—¿Perdí el juego? —preguntó con desánimo, pero al parecer la otra persona pareció no escucharle, así que lo repitió en voz más alta.

—Oh, ¡hola Kihyun! —le miró de reojo con una sonrisa cálida—. Pensé que estabas dormido, así que no te quise molestar. ¿No es lindo este lugar?

Por supuesto que lo era. Sus manos se apoyaron en los tablones de madera y asomó un ojo curioso entre ellos para apreciar mejor los relieves de la montaña más cercana. Sin embargo, otra cuestión más apremiante robaba su atención.

—¿Dónde está Minseok?

Pasaron unos segundos para que obtuviera respuesta—. ¿Qué cosa?

—Minseok, mi hermano.

—Ah, Minseok —concordó ella—. Descuida, mi amor. Él personalmente me dijo que había preparado una sorpresa para ti.

—¿Qué sorpresa? —preguntó con curiosidad.

—Aguarda y verás, si te lo digo ahora ya no será sorpresa.

Pasó una eternidad más —o así lo sentía Kihyun— hasta que el camino rocoso y tupido de árboles se volvió llanura verde. Supo que se trataba de un rancho cuando vio a lo lejos más animales y un granero. Él observó con asombro la inmensa edificación que se materializó frente a sus ojos. Una rústica vivienda le robó el aliento; decidió bajar cuando el vehículo se detuvo.

—¿Te gusta? —preguntó la mujer con una bella sonrisa. Se la veía entusiasmada.

—¿Esta es tu casa? —señaló con una mano regordeta mientras pasaban hasta el pórtico—. Es muy grande...

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⏰ Última actualización: May 09 ⏰

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