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Canción: Bullying-4x3


Al entrar en aquel estableciemiento, fui recibido por una voz familiar. Era uno de esos chicos que le encantaba hacerme la vida más difícil de lo que ya es. Pude sentir como llegaba a acercarse e a mi, e intenté alejarme lo más pronto posible de él, pero fue en vano

El chico apoyo su brazo en mi hombro como si fueramos amigos, sentí como una corriente se pasaba por todo mi cuerpo y me paralice.

—Mira a quién tenemos aquí, a "mi mejor amigo", Alexander.—Se notaba a kilometro su sarcasmo y era algo obvio, él y yo nos odiamos.

—Quitate pendejo, tú no eres mi amigo.

—Eres tan patetico, Alex, por eso la única amiga que tienes es esa niña rara. Deberían casarse, total nadie les hará caso y moriran solos.

Sentí como mi cara se enrojecio de furia.

—¿Me dices patetico por que hablas desde tu propia experiencia?, crees que aprovecharte de personas más pequeñas e idefensas que tú es un acto de valentia, solo eres un estúpido.

— A ver niño, ¿quieres un golpe?

Sentía como todo me daba vueltas, pero aún así, me mantenía firme.

—Sabes, ya no me importa lo que tú y tu grupito de subnormales hagan; son solo unos necesitados de atención.

En ese momento, el ambiente se volvió aún más tenso. Los dos nos mirabamos fijamente, como si estuvieramos en una especie de duelo silencioso. El chico bajó lentamente el brazo, su expresión pasando de ira a una fría determinación.

Mi corazón latía con fuerza, me mantuvo erguido, con la mirada fija en la del chico. Sabía que la pelea podría volverse física en cualquier momento, pero también sabía que no debía mostrar miedo. 

—Alexander, Alexander—interrumpió una voz femenina desde atrás, haciendo que ambos giráramos la cabeza. Era Samantha, mi única amiga. Se acercó con rapidez, su rostro se mostraba  preocupado —. ¿Todo bien aquí?

El chico soltó una risa sarcástica, sin apartar la vista de mí. —Mira quién llegó a salvarte, tu novia rara. Que romántico.

Samantha lo ignoró y se colocó a mi lado, su mano tocando levemente mi brazo. —Vamos, Alex, no vale la pena—dijo en voz baja, pero firme.

Sentí un alivio inmediato al tener a Samantha allí. Respiré hondo, tratando de calmar los latidos frenéticos de mi corazón. —Sí, vámonos—dije, dando un paso hacia atrás, listo para dejar atrás al imbécil.

Pero él no estaba dispuesto a dejarlo así. Dio un paso hacia adelante, bloqueando nuestro camino. —¿Ya te vas? ¿No quieres quedarte a jugar un poco más?—dijo, con una sonrisa burlona.

Samantha levantó la barbilla, mirándolo directamente a los ojos. —Déjanos pasar. No tenemos tiempo para tus estupideces.

El chico se rió de nuevo, pero esta vez con algo de duda. Se hizo a un lado y confronto.

—Esto no ha terminado, Alex—amenazó mientras nos alejábamos.

No le respondí. Samantha y yo salimos del establecimiento y, una vez fuera, solté el aire que no me había dado cuenta que estaba conteniendo. —Gracias, Samy—dije, sintiendo una mezcla de gratitud y alivio.

Ella me sonrió suavemente. —Siempre, Alex. Siempre.

Caminamos en silencio por un rato, dejando que la tensión se disipara. Sabía que, con amigos como ella, podría enfrentar cualquier cosa que se presentara. Y eso, al menos, me daba un poco de paz en medio del caos.

LÁGRIMAS EN SILENCIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora