Preludio

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Estoy herida. Perdida, mejor dicho. Salí de mi pueblo natal a buscar unas flores para mi madre. Hoy es su cumpleaños. Sin embargo, no sé dónde estoy. Este lugar no se ve para nada como mi hogar. Allí hay árboles secos, arbustos poco altos y arena. Pero también hay un bosque cerca. Por eso fui allí, el único lugar donde puedo encontrar plantas vivas. De todas formas, no se qué hago aquí.

Ya pasó un día. Seguro mi familia está preocupada. Aún no llego a casa, sigo vagando por este lugar. Pero... creo que encontré su final. En frente mío, hay un pequeño pueblo. No se ve muy habitado, y definitivamente no es del que provengo, pero quizás me puedan ayudar. Entonces, ¿qué mejor idea que ir? Tal vez alguien sepa dónde estamos.

Camino, entusiasmada, hasta que siento algo tomarme la pierna. No veo qué es, pero asumo que se trata de una planta. Cuando voy decidida a quitarla, no la encuentro. En su lugar, hay una enorme mancha roja, justo encima de mi pierna derecha. El dolor comienza a subir rápidamente por mi cuerpo, llegando al cerebro rápidamente. Por la pérdida de sangre, mi cabeza empieza a dar vueltas, entonces me apresuro a llegar al pueblo. Debían tener médicos, después de todo.

Unos centímetros antes de entrar, mi cuerpo cae y varios gemidos de dolor empiezan a salir de mis labios. No puedo moverme. Grito, buscando ayuda, pero no recibo respuesta alguna. No hay ni un alma viva en este pueblo.

Mi muerte se avecina. Lo siento. Justo el día del cumpleaños de mi madre. No puedo cantarle la canción que con tanto esmero le compuse. Pero espero que, en algún lugar,  pueda oírla. Entonces, empiezo a entonar las primeras notas. Cuando por fin logro encontrar la tonalidad correcta y comienzo a pronunciar las palabras iniciales, mi vista se torna borrosa. Mi conciencia se pierde al segundo, y dejo de cantar.

Pero no quiero. Debo terminar la canción, sea como sea. Mi madre debe oírla. Sin embargo... no puedo recordar cómo es el final. La repito, una y otra vez, de inicio a fin, pero no se cómo es esa última parte.

Después de todo, mi cuerpo terminará enterrado en este pueblo maldito. No hay nadie. Podré seguir cantando, tranquila, esperando que alguien me oiga.

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