𝐈𝐕

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Walker me visita dos semanas después de habernos visto. Ha estado ocupado con algún deporte que su padre le obliga a hacer. Pero sé que es mentira, a Walker le gustan los deportes.

Estamos en el punto más alto de la casa, que es el segundo nivel. La gran ventana nos regala grandes rayos de sol. Hay botes de pintura en todo el piso, plástico cubriendo la alfombra y pinceles en latas colocados frente a nosotros.

Hay una canción sonando de The Fray en la casa, suena desde el reproductor de la sala de estar y es la señal que manda mi madre para decir «Estoy limpiando. No bajes»

El caballete de Walker está frente al mío. Ambos decidimos tomar un lienzo y hacer cualquier cosa que saliera de nuestra imaginación. Su pelo rubio se vuelve más y más claro conforme los rayos le atraviesan, sus ojos llegan al tono más claro que le he visto y verlo se siente como tener enfrente a un ángel.

Tomó la pintura naranja, intentando recrear el atardecer que vi ayer. Walker mira su teléfono con impaciencia, como si estuviese verificando la hora o la espera de algún mensaje.

Tenemos que estirarnos para poder verlos y de vez en cuando encuentro a Walker viéndome.

—¿Estás haciendo un retrato mío? —le digo y escucho una pequeña risa del otro lado.

—No, pero es algo que te gustará.

Entonces enfoca de nuevo la vista en su teléfono y siento su mirada nuevamente. Mi madre ha subido el volumen de la música y tarareo para mis adentros.

—Olive...

Escucho mi nombre y tengo que alzar la vista para ver a Walker sostener el lienzo en sus manos. Se ve lindo sacando la cabeza por encima de él.

—¿Sí?

—He terminado.

Mi boca se abre con sorpresa y una sonrisa burlona aparece en mi labios. Acabamos de empezar.

—Déjame ver —le pido.

—Cierra los ojos.

Suspiro y le hago caso. Los cierro y solo unas motas de destellos de colores se mueven. Escucho como se mueve el lienzo en las manos y se acomoda. Siento su presencia cerca y sé que ha movido mi caballete.

—Ábrelos.

Los abro lentamente, adaptándome a la brillante luz de la habitación. Lo primero que veo es la cara de Walker tan roja como jamás la había visto, se muerde el labio con nerviosismo.

Mi vista se desliza hasta el lienzo entre sus manos, sigue blanco pero en el medio hay algo que me remueve el corazón. Hay algo que hace que salte de emoción y crea una orquesta tocando en mi estómago. Mi corazón se acelera y mi sonrisa se ensancha en cada palabra escrita en el.

¿Puedo, por favor, ser tu novio?

Hay un dibujo de nosotros dos, su cabello rubio y el mío oscuro contrastando. Hay flores de «no me olvides» flotando alrededor de nosotros y destellos y corazones. Su mejilla se recuesta en el lienzo y me mira con timidez.

Me cubro la boca con sorpresa y casi puedo sentir las lágrimas en mis ojos. Es como sí un mismísimo ángel se estuviera declarando ante mí.

Asiento varias veces y Walker baja el lienzo a sus pies pero lo detengo. Saco mi teléfono y le hago una foto rápida. Y bueno, la tecnología no es tan avanzada como para capturar completamente la esencia de Walker.

Finalmente soy quien se acerca a él y lo abraza. Walker se hunde en mi cuello con cariño y me acaricia como porcelana.

—Escucha la canción —me susurra y su voz suave y terciopelada me acaricia.

Look After You de The Fray está por la mitad, justo en el coro. Chillo de emoción para mis adentros.

—Tu madre me ayudó.

Puedo saber que está sonriendo incluso sin mirarlo. Sus brazos abrazando mi cintura y mis manos van directo a rodear su cuello. Nos desplazamos con cuidado al centro de la alfombra, con los botes de pintura entre nosotros.

Walker me mira directamente a los ojos y su sonrisa llega hasta ellos. Es como ver el océano y querer sumergirte en el. Empieza a moverse despacio y terminamos bailando lentamente.

Tan lentamente que no coincide con los latidos de nuestro corazón.

Damos vueltas lentamente y se detiene suavemente cuando el sol da complemente en mi cara.

—Me gustan tus ojos, Olive. Pero hay muchísimas cosas más que me gustan de ti.

Entonces se acerca y su mano derecha viaja hasta mi mejilla, la acaricia suavemente y su frente se junta con la mía. Mis ojos se cierran al mismo tiempo que los de él.

—Me gusta que tus ojos sean color almendra, la orilla de tu iris es color azul y se difumina perfectamente. Tienes incluso leves tonos verdes que no se distinguen a menos que alguien se te quede viendo, espero que no te hayas asustado de lo mucho que te veo. Me gusta que seas simple y que podamos hablar de cualquier cosa, jamás me había sentido tan seguro con una persona como tú. Quizá seamos unos niños delante de los demás, pero Olive, te veo ahora y te veré siempre. Y me gustas, me gustas muchísimo.

—Reduces la percepción de mi dolor. Eso es lo que significa estar enamorado. Walker, contigo no siento dolor. Me gustas desde que tus ojos vieron los míos. Quiero que seamos un lugar seguro para nosotros dos.

Walker sonrió y no pudo evitarlo. Me tomó de ambas mejillas y me sostuvo con cariño. Acercó sus labios a los míos y los unió.

Parecía que el tiempo se hubiese detenido a excepción de la música, la dopamina, serotonina y oxitocina flotando a nuestro alrededor.

Me siento tan viva.

Walker prometía cuidarme como yo lo haría con él. No me importaba que solo tuviéramos quince años, para conocer el amor no necesitas una edad obligatoria, solo la voluntad para conocerlo.



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𝗕𝗟𝗨𝗘𝗕𝗘𝗥𝗥𝗬 𝗘𝗬𝗘𝗦 | 𝗪𝗔𝗟𝗞𝗘𝗥 𝗦𝗖𝗢𝗕𝗘𝗟𝗟Donde viven las historias. Descúbrelo ahora