Part-time lover.

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La fuerza entre sus cuerpos siempre terminaba haciéndolos chocar violentamente contra las paredes. La espalda con rasguños curándose eran la prueba de las uñas desgastadas de Roier, quien nunca intentó no provocar marcas que solo pudiera recordar él mientras el agua caliente en la ducha se las enumeraba una a una.

Spreen abrió los labios para que sus lenguas se encontraran, y como si fuese un acto reflejo sujetó con fuerza sus muñecas para hacerlo elevar ambos brazos y que se mantuviera con los costados despejados.

Aprovechaba el movimiento para dejar besos húmedos en su cuello y delinear con los dedos su abdomen cosquilludo. Lo hacía callar con una mano, mientras la otra viajaba hasta su ombligo y lo delineaba para hacerlo gemir con fuerza, sin dejar que se escuchara por su palma apretándole los labios.

Roier era tan sensible y activo, tan permisivo y moldeable. Por eso Spreen aprovechaba su perfecta sumisión para hacer de él lo que tanto amaba; convertirlo en ese cúmulo de gemidos y temblores que apenas podía mantenerse en pie.

Lo escuchó quejarse cuando le bajó los pantalones y le mordió el muslo interno, mirándolo con cruenta advertencia para que no hiciera ruidos que pudieran hacer que alguien los escuchara y los descubriera.

Olvidaba que Roier era muy difícil de controlar, y que su sobre estimulado cuerpo siempre los metía en problemas cuando no podía concentrarse en ser silencioso, así que apretó entre su palma el miembro dolorido y succionó con tal lentitud que lo vio tensarse y quejarse con suspiros pausados.

–Ya hemos hablado de esto. —advirtió, manteniendo el vaivén lento con su mano.

–Pero no puedo, se siente rico. —gimoteó, con ganas de llorar.

–Y se sentirá mejor si aprendes a guardar silencio. —sonrió, dedicándose a lamer su amplitud con los párpados entrecerrados.

A Roier le ponía más caliente ver sus suaves pestañas menearse lentamente conforme más rápido iba, y creyó ver estrellitas mientras el placer lo alcanzaba violentamente, deseando no ser tan sensible y precoz. Lo peor es que él ni siquiera era así, él era un hombre de amplia resistencia al placer, pero había encontrado algo más que excitante con todos los fortuitos encuentros con el hombre al que amaba, pero no podía reclamar.

Algo en el peligro de ser descubiertos lo motivaba a no dejar de persistir hasta que un día pudiera salir a explicarle al mundo lo tanto que amaba al azabache que ahora le rendía tributo con el rostro bien metido entre sus piernas.

Se acomodó con la espalda recta pegada a la pared, y levantó una de sus piernas para hacerla descansar sobre el hombro del chico arrodillado en el suelo, quiso castigarlo dándole más trabajo para estabilizarse y omitiendo todos los gemidos que abordaban su garganta cuando sentía la presión de su boca hacerse más intensa y la succión cruel de cuando quería hacerlo terminar lo antes posible.

No eran suficientes los quince minutos que se prometían no alargar para que nadie pudiera prestar atención a sus desapariciones recurrentes. Cuando salían a fiestas con amigos se acompañaban para "fumar", y usaban esos momentos para besarse. Luego lo acompañaba por algo de beber, y se encerraban donde fuera posible para hacerlo terminar en su boca.

El orden podía cambiar, pero siempre intentaban que los dos terminaran satisfechos de cada encuentro intenso y desesperado. Y, sobre todo, que nadie encontrara sospechoso que desaparecieran varias veces por noche.

A veces terminaban lo que empezaban en la casa de Spreen, y a veces lo hacían en hoteles de paso alejados de la ciudad. A veces solo uno terminaba, a veces ambos se corrían al mismo tiempo, pero siempre se quedaban con ese sentimiento de culpa que los inundaba irremediablemente.

Lover / SpiderbearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora