𝐈

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Su padre, lleno de satisfacción por celebrar el matrimonio de otra de sus cuatro hijas, había dado un sermón impactante desde el púlpito de la catedral de Sidney en la que ejercía de obispo

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Su padre, lleno de satisfacción por celebrar el matrimonio de otra de sus cuatro hijas, había dado un sermón impactante desde el púlpito de la catedral de Sidney en la que ejercía de obispo. Y su madre había interpretado a la perfección el papel de emocionada madre de la novia.

Era una lástima que la hermanastra de Javiera, Samantha Rivera, hubiera ejercido de madrina, pero se había comportado relativamente bien e incluso había dedicado un sincero cumplido a las damas de honor. Al menos hasta que posó su irónica mirada sobre ella. Pero Abril le había sonreído. No quería que nada ni nadie estropeara el día a su hermana.
Odiaba a Samantha y ella lo sabía. Era evidente porque no paraba de mirarla con expresión cínica. Parecía querer mandarle un mensaje silencioso: tres veces dama de honor; ninguna de ellas novia.

Abril alargó una pierna y se quedó paralizada al tocar otro cuerpo. Contuvo el aliento. Si encendía la luz para ver quién era podía despertarlo. Se deslizó hacia el borde. La habitación estaba sumida en la oscuridad. Podía oír la respiración rítmica y el roce del cuerpo del desconocido contra las sábanas. Alargó la mano y encendió la lámpara de golpe.

—¡Dios mío!— Exclamó —¡Tú!— Miró espantada al otro cuerpo que no era nada menos que; Samantha Rivera, las sábanas la envolvían, pero no podían ocultar la silueta sinuosa de su cuerpo.

—Hola, Abril— Saludó ella con voz soñolienta. —¿Has dormido bien?

Ella se cubrió con el albornoz del hotel. Llevaba una maravillosa ropa interior, pero no estaba dispuesta a que Samantha Rivera tuviera el privilegio de verla.

—¡Sal de mi habitación!

Ella se giró hacia la morena con expresión maliciosa. Su torso femenino de músculos marcados quedó al descubierto al igual que los medianos senos con pezones marrones.

—¿«<Tu» habitación?

—Si no te marchas llamaré a seguridad.

Abril miró hacia donde había dejado la maleta, pero no la vio.

—¿Dónde están mis cosas?

—En tu habitación.— Respondió ella, y al estirarse, las sábanas se ciñeron en torno a su pelvis. Abril apartó la vista y se lanzó al cuarto de baño. Allí no estaban sus cosméticos, sino una cuchilla de afeitar, con la que sospecho que fue con la que se depiló las piernas, un aftershave y un cepillo de para peinar.
Salió a grandes zancadas y al ver a Samantha sentada en la cama y apoyada indolentemente en las almohadas su furia se disparó.

—¡Me has quitado las cosas!— Exclamó, acusadora. Y fue hasta la mesilla para usar el teléfono ―Voy a llamar a recepción para que...

Una mano grande y poderosa se cerró sobre su muñeca.

—Si fuera tú, no lo haría.— Le advirtió Samantha, mirándola fijamente.

—Suéltame.

—Harías el ridículo cuando
comprobaran que eres tú quien se ha equivocado de habitación.

𝐁𝐨𝐝𝐚 𝐩𝐨𝐫 𝐞𝐬𝐜𝐚𝐧𝐝𝐚𝐥𝐨 𝐺!𝑃 ||rivariDonde viven las historias. Descúbrelo ahora