Capitulo 1 - Sombras en la Carretera

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El amanecer era una promesa pálida que apenas se insinuaba en el horizonte, teñido de tonos rosados y anaranjados, cuando Angeline empujó la pesada puerta de cristal del supermercado. El frío del metal le recordó que aún no había guardado su billetera, y con el bebé en un brazo, luchó por acomodarla en su bolso. Afuera, el aire era fresco, casi helado, y una fina capa de rocío cubría los autos estacionados en el lote, brillando débilmente bajo los primeros rayos del sol.

El supermercado, un edificio cuadrado y anodino, era el único lugar que había encontrado abierto en el pequeño pueblo al que había llegado la noche anterior. Desde que había huido de la carretera principal, había conducido sin rumbo por caminos secundarios hasta que el agotamiento y la desesperación la obligaron a detenerse en esa localidad olvidada por el tiempo. Necesitaba suministros y un poco de descanso antes de seguir adelante.

Apenas había notado los afiches en los cristales al entrar, demasiado concentrada en el objetivo que la había llevado hasta recónditos parajes, una tarea que debía realizar costara lo que costara. Pero ahora, mientras esperaba a que la puerta se cerrara detrás de ella con un suave zumbido, sus ojos se posaron en los carteles. Era una colección heterogénea de rostros jóvenes, algunos sonrientes, otros serios, todos ellos desaparecidos. Niños de distintas edades, sus nombres y fechas de desaparición impresos en letras negras debajo de cada fotografía. Las imágenes, desgastadas por el tiempo, parecían observarla, sus miradas vacías penetrando en su mente, llenándola de una inquietud que no había sentido hasta ese momento.

El pánico comenzó a instalarse en su pecho. Sabía que no debía haberse detenido en este lugar. Sabía que cada minuto que pasaba aquí era un riesgo. Con un movimiento instintivo, apretó al bebé más cerca de ella, como si la presión de su cuerpo pudiera protegerlo de los peligros invisibles que acechaban.

El supermercado estaba casi desierto. Solo un par de clientes ancianos se habían cruzado con ella en los pasillos, y la cajera, una mujer de rostro pálido y ojeras profundas, no había dicho una palabra mientras pasaba los artículos por el escáner. El silencio, más que la soledad, le había hecho sentir que algo estaba mal en ese lugar.

Angeline comenzó a caminar hacia su auto, un viejo sedán que había aparcado cerca de la entrada del supermercado, donde las luces fluorescentes de los postes apenas alcanzaban a iluminar. A medida que avanzaba, sintió que sus pasos resonaban en el pavimento, un eco hueco que se perdía en el silencio matutino. El viento, débil pero persistente, agitaba las hojas de los árboles cercanos, creando susurros inquietantes que la hacían mirar por encima del hombro una y otra vez.

Fue entonces cuando lo vio. Estaba de pie junto a un camión oxidado, a unos metros de su auto, observándola con una intensidad que la hizo detenerse en seco. El hombre era joven, quizás en sus treinta, pero el desgaste de la vida parecía haberle añadido años. Vestía un abrigo largo, descolorido y sucio, que se extendía hasta sus tobillos, y una gorra de béisbol oscura que ocultaba parcialmente su rostro. Su barba, desordenada y rala, no hacía más que resaltar la palidez de su piel. Pero lo que más le llamó la atención fueron sus ojos. Eran oscuros, hundidos, y la miraban con una fijeza que le erizó la piel.

Por un momento que pareció eterno, sus miradas se encontraron. Él no se movió, no dijo nada, solo la observó, como si pudiera ver a través de su alma, como si supiera más de lo que debería. El miedo la atravesó como un rayo. Angeline sintió un impulso casi visceral de correr, de huir, pero el bebé en sus brazos la anclaba al suelo, obligándola a mantener la calma.

"Tranquila, tranquila...", se repetía a sí misma, obligando a sus pies a seguir adelante. Pero cada paso se sentía como una lucha contra el pánico que amenazaba con apoderarse de ella. El hombre no se movió, sus ojos seguían fijos en ella, o quizás en el bebé, no podía estar segura.

Con Garras y Dientes. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora