Definitivamente estaba en Narnia

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Lucy

Sabía que era muy tonta al creer que podría volver fácilmente a Narnia, no tenía en mi poder el antiguo armario de mi tío o la pintura por la cual llegamos al mar de los monstruos la última vez . Pero si existía un pequeño detalle que hacía mucho tiempo llamaba mi atención, cerca de la quinta calle. Allí había una pequeña plaza con árboles hermosos, finos y cubiertos de hojas de colores pasteles: lilas, celestes y rosas. Cada vez que pasaba por allí me detenía a observarlos, me recordaban tanto a los bosques cercarnos a Cair Paravel. Aun cuando no había visto a ninguna dríade podía sentir un extraño tirón, como si una suave brisa de la  magia de Narnia estuviera allí y me llamara. Pero nunca me acercaba demasiado, sabía que mi tiempo aún no había llegado.
Aquella tarde, luego de escribir mi carta a Peter y dejarla  en  el correo, me detuve en el parque.  A diferencia de las incontables veces que he pasado por allí, esta vez podía sentir una suave y dulce melodía que emanaba de aquellos árboles y me llamaba. Sí, podía escuchar mi nombre, susurrado por una lengua muy antigua... tan angelical y angustiada que me hizo temblar. Podía entender lo que me pedía sin escucharla en mi idioma, me estaba reclamando, me pedía y suplicaba que la siguiera, reclamaba mi sangre y que cumpliera mi destino. Me acerqué sin dudarlo hasta que me vi atravesando un pequeño espacio entre los dos árboles más antiguos, el aroma frutal inundó mis sentidos. Al dar un paso hacia adelante no estaba más en la plaza de la 5ta avenida, frente a mi un bosque frondoso y oscuro me recibía. Sí, aquel lugar lo conocía a la perfección, estaba una vez más en Narnia, y mi corazón saltó de alegría.

Caminé durante mucho tiempo, tanto que nisiquiera podía recordar cuantas horas estuve avanzando por el bosque. A diferencia de mis recorridos en las épocas de oro, aunque ya mucho tiempo había pasado de aquello, el bosque parecía más sombrío, el sol no ingresaba entre las gruesas y rudas ramas, y tampoco había podido hacer que las dríades de los árboles respondieran a mi  llamado. La tristeza parecía inundar aquel bosque en profundidad. 
La segunda vez que había llegado a Narnia las ruinas de Cair Paravel nos rompieron el corazón, aquello era nuestra culpa. La primera vez que mis hermanos y yo abandonamos Narnia la dejamos desprotegida. Los narnianos  tuvieron que esconderse y los Telmarinos habían ocupado la región. Pero Caspian había logrado unificar ambas naciones y reunir a todos bajo un nuevo reinado en Narnia.  La última vez que Caspian se había despedido de mi, me había contado que el castillo de Cair Paravel estaba a punto de terminar su reconstrucción y los ciudadanos vivían en una nueva paz.  Por ese motivo no podía comprender porque el bosque no brillaba nuevamente, ¿acaso Narnia ya no era gobernado por Caspian? ¿Cuánto tiempo había transcurrido? ¿Seguiría con vida?

Estaba muy cansada y  agotada de caminar. Necesitaba agua con urgencia. La blusa color blanca estaba manchada y desgarrada en algunas partes. Cuando creí que me desmayaría del cansancio  finalmente una pequeña luz me dio esperanzas. En medio de la oscuridad un farol de plaza estaba encendido, un farol negro que no debería estar allí, pues en Narnia no existía algo de ese estilo. Aquel mismo farol que me guió al señor Tumnus  la  primera vez. Corrí, levantando la falda de mi larga pollera verde, para no tropezarme, y me aferré al farol llorando de alegría. Al fin, una pequeña luz de esperanza me devolvía la alegría. Estaba definitivamente en Narnia, estaba en casa. Luego sentí un fuerte golpe en la cabeza y todo se oscureció.

Desperté con un fuerte dolor en la sien. Mi cuerpo estaba descansando  sobre algo suave y mullido, podía sentir el aroma a velas de lavanda  y flores. Intenté abrir mis ojos pero no podía hacerlo, mis párpados pesaban tanto como si quisiera levantar pesas de hierro. Volví a intentarlo y esta vez pude hacerlo.
Era de noche, a pesar de las luces de las velas podía observar la oscuridad de la noche a partir del ventanal abierto. Me encontraba en una pequeña sala, con muebles repleto de libros y trofeos de guerras de antaño. Frente al ventanal había un escritorio antiguo de madera oscura, y sobre el diversos mapas y rollos de pergaminos.
Traté de ponerme en pie y entonces noté que estaba recostada  sobre un pequeño sillón color bordo. Estaba tan mareada que decidí solo quedarme sentada, tratando  de descifrar dónde estaba y por qué me habían golpeado.
Entonces la puerta se abrió, por ella avanzó un hombre alto y de cabellos color oro. Sus ojos grises y fríos me contemplaron, al menos debería llevarme dos cabezas y su uniforme de batalla brillaba. Sobre su pecho la estampa de un lobo era su escudo. La pesada espada estaba envainada en un cinto de cuero negro. Jamás en la vida habían visto a ese joven, al menos debía tener 24 o 26 años. Una larga y rosa cicatriz le atravesaba el pómulo derecho.

Sangre y  Destino- Lucy Pevensie y CaspianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora