Capítulo 17

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Abrí los ojos y me desperté lentamente, como si estuviera emergiendo de un sueño profundo, y realmente, así era. Hacía tiempo que no dormía con tanta facilidad. La luz tenue de la mañana se filtraba a través de las cortinas entreabiertas, llenando la habitación con una suave calidez. Por un momento, la confusión reinó en mi cabeza, intentando procesar dónde me encontraba exactamente. Luego, los recuerdos de la noche anterior volvieron a mí con claridad.

La sonrisa se extendió por mi cara mientras giraba mi cabeza hacia el lado, encontrándome con el chico de ojos verdes y rizos desordenados que yacía junto a mí. Me dejé caer en la almohada de nuevo, admirando al chico. Enzo estaba profundamente dormido, su rostro parecía relajado y tranquilo durante el sueño. Observé los pequeños detalles de su rostro: las pecas apenas visibles en su nariz, la forma en que sus pestañas se curvaban en sus párpados. Era como si pudiera pasar horas contemplándolo sin cansarme.

Con cuidado, me deslicé fuera de la cama, tratando de no hacer ruido y despertar a Enzo. Me asomé a la ventana durante un momento, mirando hacia afuera. Madrid se despertaba gradualmente, la ciudad estaba llena de vida y movimiento incluso en las primeras horas del día. Era una ciudad muy agitada todo el año.

Finalmente, decidí que era el momento adecuado para tomar una ducha. Me dirigí al baño lentamente, asegurándome de no hacer ningún ruido que pudiera despertar a Enzo. El agua caliente cayendo sobre mi piel era revitalizante, y dejé que la sensación me envolviera mientras reflexionaba sobre todo lo que había sucedido en tan poco tiempo. Pensaba en todo lo que había vivido la noche anterior, mi vida acababa de dar un vuelco y ya no había vuelta atrás. Por supuesto, lo mío con Guille estaba totalmente acabado, y no quería ni imaginarme los problemas que me acarrearía con mi padre, que además, debería estar devanándose los sesos tratando de averiguar dónde había pasado la noche, mientras mi buzón de voz seguía llenándose de sus llamadas perdidas que iba a seguir ignorando. Ahora solo importaba yo misma, y Enzo, que me había hecho vivir una de las mejores noches de mi vida. Llegados a ese punto, me era complicado imaginar qué iba a pasar a continuación, pero si algo tenía claro era que quería que ese algo fuera al lado del chico de pelo rizado.

Después de la ducha, busqué en los cajones de Enzo una muda de ropa y me vestí con tranquilidad. Cogí una sudadera y un pantalón corto, los largos eran tan grandes que me arrastraban, y total, no iba a pasar frío en aquella casa como para que me importara el pantalón que usase. Miré al espejo por un momento, preguntándome qué aspecto tendría mi cara después de todas las emociones que había experimentado. Mi corazón aún latía con fuerza al pensar en aquel beso bajo la lluvia, en la confesión sincera de Enzo. La sensación de sus labios contra los míos estaba marcada en mi memoria, y sabía que nunca podría olvidarla. Había sido un momento único.

Cuando salí del baño, Enzo seguía durmiendo plácidamente. Me acerqué a él, encontrando una sonrisa en mi rostro mientras observaba su perfil. Mis dedos se deslizaron suavemente sobre su cabello, rizos que se enroscaban alrededor de mis yemas. Enzo suspiró en sueños, como si pudiera sentir mi presencia incluso en su descanso, como si supiera que estaba a su lado.

Decidí aprovechar la oportunidad para hacer algo que había estado pensando desde que me desperté: preparar el desayuno. Me dirigí a la cocina con paso ligero, tratando de ser lo más silenciosa posible mientras buscaba ingredientes para hacer algo sencillo pero que pudiera llenarnos el estómago a ambos.

El aroma del café recién hecho llenó la cocina mientras las tostadas crujientes se doraban en la tostadora. Preparé una pequeña bandeja con dos tazas de café y las tostadas con mantequilla. Hice café de sobra, sabiendo que en cuanto Luca se despertara me lo agradecería. Luego, con la bandeja en las manos, regresé al dormitorio.

La visión de Enzo, aún dormido, me hizo sonreír de nuevo. Coloqué la bandeja en una mesita cercana y me acerqué nuevamente a la cama. Mis dedos trazaron una línea suave desde su mejilla hasta su mandíbula, sintiendo la ligera rugosidad de una barba que trataba de abrirse paso por la impecable piel del muchacho.

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⏰ Última actualización: May 14 ⏰

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