Antes de iniciar, vamos a situarnos en una Konoha donde los Jinchuriki eran mal vistos, incluso si tenían alguna relación con personas importantes como el Hokage.Minato y Kushina después de lograr sellar al Kyubi en Naruto usando otro jutsu diferente al Shikifujin, decidieron dejarlo en el bosque aunque no quisieran hacerlo, pues estaban conscientes del futuro de Naruto si estuviera en la Aldea.
En un oscuro y remoto rincón del bosque, donde los rayos del sol apenas penetraban entre las densas ramas, un pequeño bebé yacía solo y abandonado. Sus ojos azules destellaban de confusión y miedo mientras las hojas crujían bajo el viento susurrante.
De repente, una figura se acercó cautelosamente. Era una mujer joven, con cabello pelirrojo como las llamas del atardecer y ojos llenos de compasión. Con delicadeza, levantó al bebé entre sus brazos y lo sostuvo cerca de su pecho.
"—¿Quién podría abandonar a un niño tan inocente en un lugar como este?" se preguntó Ayame para sí misma mientras miraba alrededor en busca de alguna pista sobre la identidad del bebé.
Sin encontrar respuestas, decidió llevar al bebé consigo de regreso a su hogar en la pequeña aldea de Hibana. Con cada paso que daba, el vínculo entre Ayame y el bebé se fortalecía, como si el destino los hubiera unido en ese momento de necesidad mutua.
Al llegar a su hogar, Ayame cuidó del bebé con amor y ternura, como si fuera su propio hijo. Lo llamó Naruto, inspirada por el nombre que portó alguna vez su hermano menor quien fue derrotado en batalla.
Con el tiempo, Naruto creció bajo el cuidado amoroso de Ayame, quien le enseñó el significado del valor, la compasión y la justicia. Aunque el pasado de Naruto seguía siendo un misterio, Ayame le brindó el amor y la vida que ella no pudo tener plenamente.
Juntos, enfrentarían los desafíos que el destino les deparaba, recordando siempre que el amor y el vínculo que los unía eran más fuertes que cualquier adversidad que pudiera presentarse en su camino.
Con el paso de los años, Naruto demostró un talento excepcional para el ninjutsu, heredado quizás de su linaje desconocido. Observando su dedicación y determinación, Ayame decidió compartir con él una técnica especial que había aprendido de sus antepasados del Clan Uzumaki.
Una cálida tarde de verano, Ayame llevó a Naruto a un claro en el bosque donde la luz del sol se filtraba entre las hojas danzantes. Sentados uno frente al otro, Ayame comenzó a enseñar a Naruto el antiguo arte del sellado, una habilidad que solo unos pocos del Clan Uzumaki dominaban.
(Aclaración por si no lo han notado: Ayame es del Clan Uzumaki y es una Ex Shinobi)
"—Concéntrate, Naruto", instó Ayame suavemente mientras Naruto luchaba por completar los complicados sellos de manos. "El poder de esta técnica reside en tu conexión con la energía espiritual que fluye a través de ti".
Con paciencia y cuidado, Ayame guió a Naruto a través de los intrincados sellos de manos y las complejas visualizaciones mentales necesarias para controlar la energía espiritual. A medida que Naruto absorbía cada palabra y gesto, podía sentir el poder latente dentro de él, esperando ser liberado.
Finalmente, después de horas de práctica diligente, Naruto logró completar el sello con éxito. Una esfera de energía roja brillante se formó en sus manos, vibrando con una fuerza poderosa y controlada.
"—Eres un prodigio, Naruto", dijo Ayame con orgullo mientras observaba el logro de su joven aprendiz. "Con esta técnica, podrás protegerte a ti mismo y a los demás. Pero recuerda, el verdadero poder reside en tu corazón y en tus acciones".
Con una determinación renovada y un nuevo sentido de propósito, Naruto abrazó el legado de su clan y se comprometió a honrar a Ayame y a los Uzumaki que vinieron antes que él. Juntos, enfrentarían el futuro con valentía y esperanza, listos para cualquier desafío que el destino les presentara.
Prólogo, Parte 2.
Una fatídica noche, la pacífica aldea de Hibana se vio sumida en el caos cuando los ninjas saqueadores irrumpieron en la oscuridad de la noche. Los gritos de terror resonaban en las calles mientras las llamas consumían las casas y los comercios.
"—¡Tenemos que detenerlos!" exclamó Naruto, con determinación en su voz mientras se ponía en pie junto a Ayame y otros valientes ninjas de la aldea.
Con el corazón latiendo con furia y el peso del destino sobre sus hombros, Naruto se lanzó hacia la refriega, decidido a proteger a su hogar y a los que amaba. Con cada golpe y cada movimiento, recordaba las lecciones de Ayame y el poder que residía dentro de él.
En medio del fragor de la batalla, Ayame se encontró cara a cara con un enemigo formidable. A pesar de su valentía y destreza, fue gravemente herida en la refriega, dejando a Naruto con el corazón destrozado al verla caer.
"—¡Ayame!" gritó Naruto, corriendo hacia ella mientras desviaba los ataques de los enemigos que se interponían en su camino.
Con lágrimas en los ojos y furia en su corazón, Naruto se lanzó hacia los invasores con una ferocidad renovada. En el fragor de la batalla, una explosión repentina lo arrojó lejos, dejándolo inconsciente en el suelo.
Cuando recuperó el conocimiento, Naruto vio a dos ninjas invasores parados sobre él, listos para entregar el golpe final. Sin embargo, al ver la aparente gravedad de sus heridas, decidieron ignorarlo, creyendo que no representaba una amenaza.
Con determinación, Naruto se levantó, sintiendo el dolor punzante de sus heridas. Con una cicatriz en su rostro y su espalda como recordatorio de la batalla, juró vengar a Ayame y proteger a su hogar a cualquier costo.
Prólogo, Parte 3.
El amanecer bañaba la aldea de Hibana en una luz pálida y fría, revelando la desolación que la noche había dejado a su paso. Naruto se despertó entre los escombros y la ceniza, su corazón pesado de pena y su mente llena de dolor.
Con lágrimas en los ojos, Naruto se levantó y miró a su alrededor, buscando desesperadamente algún signo de vida entre los restos. Pero la aldea estaba en silencio, sus calles vacías y sus edificios reducidos a escombros.
"—Ayame...", susurró Naruto, su voz quebrada por la tristeza mientras corría hacia el lugar donde había caído su amada madre adoptiva. Con cuidado, recogió su cuerpo inerte y lo llevó hasta un lugar apartado, donde el suelo aún no había sido manchado por el fuego y la destrucción.
Con manos temblorosas, Naruto excavó una tumba improvisada para Ayame, su corazón pesado con el peso de la pérdida. Uno a uno, hizo lo mismo por cada uno de los habitantes de la aldea, honrando su memoria con el último acto de respeto y amor.
"—Gracias, Ayame", susurró Naruto mientras colocaba una flor sobre la tumba recién excavada. "Gracias por todo lo que hiciste por mí, por creer en mí cuando nadie más lo hacía. Te prometo que haré justicia por ti y por todos los que perdimos esta noche".
Con el corazón roto pero determinado, Naruto se despidió de la aldea que alguna vez llamó hogar y emprendió su viaje hacia lo desconocido. Antes de partir, se detuvo frente a la tumba de Ayame y le ofreció unas palabras de despedida entre lágrimas.
"—Adiós, Ayame", murmuró Naruto, su voz ahogada por la emoción. "Nunca te olvidaré. Siempre vivirás en mi corazón".
Con un último vistazo a la aldea devastada que alguna vez conoció, Naruto se alejó, con el peso de la pérdida sobre sus hombros pero con la determinación ardiente en su corazón. Su viaje apenas comenzaba, pero sabía que seguiría adelante, en busca de justicia y venganza, en honor a aquellos que había perdido.
FIN DEL PRÓLOGO.
Espero que les haya gustado. Lamento la tardanza de actividad en mi perfil pero he estado demasiado ocupado, así que espero que les guste este nuevo fanfic que voy a tratar de hacerlo lo más rápido posible evitando la tardanza en sacar capítulos.
(Aclaraciones para la siguiente parte:
*Naruto en este punto de la historia tiene 13-14 años aproximadamente.
*Naruto piensa que Ayame es su verdadera madre.
*Kushina y Minato tuvieron dos hijos después de 2 años.
*Probablemente la historia tenga frecuencia de 3 a 4 días en subirse probablemente
*Las historias empezarán a ser escritas en este tipo de formato)