Lo bonito de la noche,Es sin duda saber,
Que te voy a encontrar,
Talvez no en mi cama,
Pero si en mis sueños.
- Valentín Gasca
las campanas de la iglesia resonaban con un tono melancólico. La guerra había desgarrado familias. Cada día era una lucha contra la incertidumbre y la desesperanza, pero su espíritu se mantenía firme, alimentado por la esperanza de que su amado esposo, Enzo, regresara sano y salvo del frente.
Matías y su mejor amigo, Francisco, compartían la misma angustia. Francisco, también un omega, esperaba con ansias la vuelta de su esposo, Esteban. Ambos se reunían a menudo en la pequeña casa de Matías, donde el crepitar del fuego les daba una falsa sensación de seguridad y calor.
Una noche fría de octubre, Matías estaba arropando a dylan, de apenas dos años. El pequeño tenía los mismos ojos que su padre y la misma risa contagiosa que Enzo. Cada vez que Dylan reía, Matías sentía un dolor punzante en el pecho, una mezcla de amor y tristeza por el hombre que no sabía si volvería a ver.
Pasaron las semanas, y la nieve empezó a caer, cubriendo la ciudad en un manto blanco y silencioso. Matías y Francisco continuaban su rutina, intentando mantener la esperanza viva. Cuidaban de dylan y se apoyaban mutuamente, sabiendo que en cualquier momento sus vidas podrían cambiar para siempre.
Un día, mientras Matías estaba lavando un poco de ropa escucho unos apenas udibles golpes en su puerta, y cuento está se abrió vio a un hombre alto, envuelto en un abrigo militar. Su corazón saltó de alegría, pero rápidamente se dio cuenta de que no era Enzo.
—¿Matías? —preguntó el hombre, con una voz profunda y cansada.
—Sí, soy yo —respondió Matías, acercándose con cautela.
—Soy el Capitán Müller, del regimiento de su esposo.
El rostro del capitán estaba marcado por el dolor y el cansancio. Matías sintió que el mundo se detenía mientras esperaba las palabras que cambiarían su vida para siempre.
—Lamento informarle que creemos que Enzo cayó en combate hace tres semanas. Lo siento mucho.
Matías sintió que sus piernas cedían bajo él, y se derrumbó en la nieve. El dolor era insoportable, una herida abierta que nunca sanaría.
Francisco llegó corriendo cuando escuchó la noticia. Encontró a Matías arrodillado en la nieve, llorando desconsoladamente. Se arrodilló a su lado, abrazándolo con fuerza.
—Lo siento tanto, Matías —dijo Francisco, también llorando.
Los días siguientes fueron un borrón de dolor y tristeza. Matías apenas podía cuidar de dylan, y Francisco se hizo cargo de él, tratando de ser fuerte para ambos. Y ahora la ciudad de belin parecía aún más desolada sin la presencia de Enzo
A pesar del dolor, la vida continuaba. Matías sabía que debía ser fuerte por su hijo. Dylan necesitaba a su padre, y Matías no podía permitirse el lujo de rendirse. Francisco estaba a su lado en todo momento, y su amistad se volvió más fuerte que nunca.
Un día, mientras Matías estaba trabajando en el huerto, Francisco llegó corriendo, su rostro pálido y lleno de miedo.
—Matías, vienen soldados. ¡Esteban está con ellos!
Matías dejó caer las herramientas y corrió hacia la plaza del pueblo. Allí, entre la nieve y el barro, vio a un grupo de soldados marchando. En el centro, reconoció a Esteban, el esposo de Francisco.
Francisco corrió hacia su esposo, abrazándolo con fuerza. Esteban estaba pálido y delgado, pero vivo. Matías se sintió feliz por su amigo, pero su propio dolor se hizo más intenso. Se acercó lentamente, su corazón latiendo con fuerza.
—Esteban —dijo Francisco, con lágrimas en los ojos—. Gracias a Dios que estás vivo.
Esteban miró a Francisco con una tristeza profunda y luego dirigió su mirada a Matías.
—Francisco, Matías... —dijo Esteban, su voz quebrada—. Tengo algo que decirles.
Matías sintió un nudo en el estómago. Sabía que lo que iba a escuchar no sería fácil.
—Lo siento tanto, Matías —dijo Esteban, con los ojos llenos de lágrimas—. Hice todo lo posible, pero no pude salvarlo, creo, que el murió en el batallón de hace unos meses, lo lamento en serio
Matías sintió que el mundo se derrumbaba a su alrededor. Todo su dolor y desesperación se hicieron insoportables. Cayó de rodillas, sollozando, mientras Francisco y Esteban intentaban consolarlo.
Pasaron los meses, y el invierno dio paso a la primavera. Matías, aunque devastado por la pérdida de Enzo, comenzó a encontrar fuerzas en su hijo y en la amistad de Francisco y Esteban. La vida nunca sería la misma, pero sabía que debía seguir adelante.
Dylan crecía rápido, y cada día recordaba más a su padre. Matías le contaba historias sobre Enzo, asegurándose de que su memoria viviera en el corazón de su hijo.
Francisco y Esteban también encontraron consuelo en su amistad con Matías. Los tres se apoyaban mutuamente, formando una nueva familia unida por el amor y el dolor compartido.
Pero al parecer todo cambiaría un día que unos golpes en su puerta se hicieron presentes, no eran rápidos pero si fuertes
Matías dio un grito, no tan fuerte, avisando que ya se estaba acercando a la puerta solo para que la dejaran de tocar y cuando la abrió recibió una muy grande sorpresa
— ¿Enzo? —
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Sabía Que Ibas A Volver [ Enzo vogrincic x Matías recalt]
Short StoryDónde Matías tiene que enfrentar la realidad de la vida, su compañero de vida se iría de su lado y emprenderia camino a una guerra, en la cual no habia posibilidades de volver Pero Matías, sabía que iba a volver