Capítulo tres

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Después de aquel beso que compartieron en esa habitación oscura, todo se había vuelto extraño e incómodo entre ellos. Leehan, al despertarse en su habitación al día siguiente, sintió el vacío a lado suyo; su mejor amigo ya no estaba allí, y cuando le preguntó a su mamá si lo había visto irse, le respondió que no, que seguro este salió muy temprano, por eso no alcanzó a verlo.

Toda esa semana, el pelinegro parecía evitarlo. Él entendía que tal vez le había molestado que le pidiese eso; tal vez no le había gustado el beso que habían compartido, o tal vez, después de eso, sintió asco hacia él. Leehan trató de eliminar esos pensamientos porque conocía muy bien a Taesan y sabía que este lo adoraba. Así que solo decidió confiar en él y esperar a que este estuviera dispuesto a dejar de evitarlo o a hablarle con más que solo monosílabos. Tal vez simplemente necesitaba tiempo. Muchos "tal vez". Odiaba eso.

Y así había pasado todo un mes. El castaño es muy paciente, más cuando se trata de su mejor amigo, pero cuando lo vio ahí en el pasillo con sus amigos, sintió ganas de estar con él, así de cerca. Sintió un poco de celos, ya que él solía tener ese lugar. Era él quien podía dejarse abrazar cada que Taesan tenía esa necesidad de estar cerca suyo, de tocarlo. Era él quien podía escuchar todos sus chistes, que, por cierto, eran bastantes malos, pero de igual forma, Leehan no podía evitar reírse porque compartían ese mismo humor roto. Pero ahora él solo podía mirar como un compañero que recuerda que llevaba el nombre de Woonhak. Este chico era lindo, tenía que admitirlo, aunque eso solo le diera más tristeza. Ahora ese pelirrojo, quien no paraba de reír por algo que dijo Taesan, era quien podía disfrutar de su Taesan. Trató de actuar calmado y se acercó a ellos.

—Tae, hola, ¿podemos hablar? —Todos los que estaban ahí lo miraron y el pelinegro simplemente asintió.

—¿Qué ha pasado?

—Eso pregunto yo.

—No te estoy entendiendo. —Y ahora sí, Taesan lo miró a los ojos, esos que estaba tratando de evitar.

—¿Pasó algo? ¿Hice algo malo? ¿Tan malo fue que ahora ya ni quieres hablarme? —soltó una risa que más bien se escuchaba como un lamento.

—No hiciste nada malo; ¿por qué piensas eso? —y tomó el rostro de Leehan en sus manos.

—¡Porque no me hablas! Me has estado evitando desde... desde ese día.

—Es que eso... —no sabía cómo decirle que llevaba todo el mes pensando en lo hermoso que era sentirlo, sentir sus labios contra los suyos. Había deseado probarlos por siempre, y justo ahora no podía evitar mirar los labios de su mejor amigo, pero tuvo que desviar la mirada—. Solo temía que las cosas entre nosotros se volvieran incómodas, entonces te di tu espacio —dijo la verdad a medias.

—¿Solo eso? —dijo, esperando que este le dijera algo sobre el beso: si le gustó, si lo odió, si significó algo.

—Solo eso, pero te extrañé —lo pensó, y para no levantar ninguna sospecha, el pelinegro dijo eso que terminó por acabar con las esperanzas de Leehan—. Extrañé a mi mejor amigo.

Este sintió como algo dentro suyo se rompía. Él sabía que solo eran amigos, que era su mejor amigo. Siempre lo supo, incluso cuando admitió que este le gustaba. No le había molestado que le dijera que era su mejor amigo, que era su "hermano". Pero ahora se sintió diferente porque, cuando Taesan lo besó tan delicadamente, como si él se fuese a romper, él sintió esperanzas; sintió que tal vez algún día Taesan pudiera sentir algo más por él.

—¿Nos vemos en tu casa como siempre? —preguntó Taesan, intentando captar la atención de Leehan, que parecía ido.

—Hoy no puedo, te avisaré. Olvidé que mamá me había dicho que llegara temprano y la acompañará a algún lugar —mintió.

—Los puedo acompañar... —pero Leehan ya no lo pudo escuchar; este se fue lo más rápido que pudo.

Leehan llegó a su casa y corrió hasta su pecera. Miró a sus peces y sintió más calma. Se quedó toda la tarde ahí; su mamá no estaba en casa y aprovechó para poder sentarse a comer gomitas.

pez muertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora