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Estoy sola, en medio del bosque, perdida. Llueve con fuerza, y mi cobijo es un gran abeto, que expone sus ramas, fuertes y largas, llenas de un verde precioso, que me da abrigo y me protege de la lluvia. En el suelo veo unos palos e intento hacer una hoguera. Froto y froto, y sale una chispa. No tengo ni ramas, ni hojas, ni hierba que no esté mojada. Sólo me queda arrancar un trozo de mi fina camiseta para que el fuego se propague. La tela se consume lentamente, dándo llamaradas de calor, mientras las ramas se van adaptando a tanto calor y quitan la humedad, dando paso a incendiarse. El fuego crece, sobre dos pequeños palos. Los palos se consumen, y el fuego se propaga por todo el suelo. ¿No estaba mojado? El incendio se propaga, se mueve por el suelo como si fuese una serpiente, y envuelve mi abeto. Escala por su corteza, quemando todo a su paso. Las ramas se caen, haciendo más intenso el fuego. Noto un fuerte golpe en la cabeza. Veo todo con manchas grises, una rama me ha golpeado. Estoy rodeada de fuego, no tengo escapatoria. De lejos veo una sombra. Busco mi salida de este espacio cerrado, como un pájaro que quiere salir de su jaula. La sombra se acerca, a duras penas veo un hombre sin rostro, con una macheta en la mano izquierda. La derecha está sangrando, y veo como a su paso queda una franja roja de sangre. Atraviesa el fuego, no se quema, está muy cerca. Siguen cayendo ramas de mi abeto. El hombre se acerca más, y yo retrocedo. Choco contra una rama gruesa y me caigo de espaldas. El barro es mi único camuflaje. La lluvia es más fuerte, estoy encharcada. Veo un destello de metal, y una hoja metálica me transpasa. Veo un charco rojo alrededor de mi cabeza, los ojos se me nublan...

Me despierto abrumada. No reconozco dónde estoy, sólo siento un peso enorme en los pies. El corazón se me sale del pecho mientras exhalo y me llevo la mano a la frente para intentar tranqulizarme. No entiendo nada de lo que acabo de soñar y siendo semi consciente de que fue un sueño, me palpo buscando la herida que me atravesó y que creí haber sentido dentro de mí.
La peor parte de las pesadillas es que siempre, siempre parecen reales; realmente estás viviendo esa situación en ese momento, el cerebro lo asimila así; con tus propios ojos ves, con tu propio corazón sientes y con tu alma lo vives.

-Joder...- murmuro.

Los ojos de Dama me estudian atentos, con esa cara de dulzura, cariño y amor incondicional. La llamo para que se acerque y enseguida obedece. Se acuesta a mi lado con la cabeza posada en mi brazo, mirándome. La acaricio entera, desde su cabeza hasta la barriga y ella se muestra muy agradecida. A cambio, me regala un par de besos.
Ella es mi refugio. Cuando me siento sola ella me acompaña; me escucha cantar; me recibe con un beso de buenos días y otro de buenas noches. Realmente es mi familia, los perros son parte de la familia.

Miro el móvil para ver la hora. Las 5:07.

Escucho el silencio, porque a veces sí se puede escuchar. En esas situaciones en las que estás tan pero tan sola, sin coches, sin vecinos... Me estremezco del frío y me acurruco en las sábanas. Al despertarme por la noche siempre tengo miedo. Miedo a todo lo que mi cabeza se imagina. Miedo a ladrones y fantasmas, así que decido poner un poco de música en el teléfono para hacer ruido de fondo, pues de ese modo me concentro en la canción y no me desvío en paranoyas.


Me despierto, miro el reloj y faltan 2 minutos para las 07:30 de la mañana, justo cuando suena el despertador. Cierro los ojos y disfruto de mis últimos minutos de paz y gloria.

Luego de ducharme y vestirme ya no me da tiempo a tomarme el desayuno así que cojo de la nevera un zumo y un plátano para el camino. Hoy me espera un buen día: es viernes, salgo de trabajar a las 3 de la tarde (como buena funcionaria que soy), hace sol y tengo pensado irme a la playa. Suena bien pero en mi interior la vida sigue estancada. No sirve de nada una buena vida si no tienes con quién compartirla y ese es mi caso.

El camino al centro de la ciudad es largo y en el autobús mientras escucho música reflexiono sobre la realidad de mi vida, en qué me está sucediendo, qué me falta, qué necesito, a quién o qué coño pasa. Siempre me acuerdo de las películas donde el protagonista es una persona que tiene una vida de mierda o algún problema (esa sería yo) y siempre aparece su alma gemela o un cambio o suceso que hace que su vida cambie por completo y para siempre (eso es lo que me faltaría). Yo anhelo esa persona o ese cambio. Es cierto que los humanos nunca nos conformamos con lo que tenemos y yo encajo muy bien en esa regla.



La entrada a la escuela es rápida: vestíbulo, sala de profesores, silla, sentarse, bufar. Hoy me toca el grupo bueno y es hasta aburrido. Las clases son de 2 horas y apenas me interrumpen aunque sea para preguntar, por lo que me toca hablar sin parar. Luego del descanso retomamos con otra asignatura y ocurre exactamente lo mismo. 

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⏰ Última actualización: May 15 ⏰

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