La Perra

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Pues tocará recoger un poco.

Los platos siguen en la mesa y sinceramente no tengo ganas de recogerlos. Miro el reloj y ya son las 10. Entre que me visto y desayuno no me da tiempo a nada.

Escucho éxitos pop en el trayecto, medio malhumorada por el tráfico, repasando mentalmente mi próxima clase, volver a soportar a Carlos, maldito niñato. Los críos no deben de tener padres.

Por el pasillo voy metida en mi mundo interior, esquivando mochilas mientras pienso en lo sucedido anoche. Realmente podría haber sido mejor. Me siento en ese punto donde no veo un avance, simplemente me excito y cuando es el momento, pues ya fue, no es nada especial. Siempre me ha pasado lo mismo, me siento un puto bicho raro. Únicamente con mis propias manos se pueden hacer las cosas, por lo que veo.

- Buenos días -digo.
- Buenos días - suena el coro.

Con toda la calma abro mi carpeta y busco dónde nos quedamos la última clase -sabe Dios- para volver a explicar por enésima vez lo mismo y que no me hagan puto caso.

- Ayer entonces... ¿a tope eh?
- Sí tío, no sé como coño hice pero lo conseguí - se rie un chaval.
- Pero... ¿a fondo? -pregunta otro.
- Que sí, ¿no escuchas o qué?
- Venga detalles - dice otro.
-¿Compartes con la clase el tema, Carlitos? - interrumpo con malicia.

Se queda pensativo y medio incómodo, pero en seguida se recompone.

-¿Estás segura? Mira que después te enfadas - se burla.
- Obvio, dale.

Se rien todos en grupo, mientras me fijo que el grupo de las chicas está tremendamente en silencio y muy intrigado. Carlos se pasa la mano por el pelo, colocándoselo. Es de un color precioso, he de admitir. Ni rubio ni moreno, tiene esa mezcla con mechones claros que cuando le da el sol parece aclararle los ojos de marrón a verde. Tiene efecto sobre todo su rostro, desde la piel hasta los... bueno... el libro era este, creo.

-Nada, que ayer eché un polvo.

El rebumbio de la clase se volvió incontrolable. Las hormonas, feromonas, testosterona y todo lo que acaba en -ona flotaban por la clase al ritmo de cumbia. Como suelo hacer, esperé a que se calmase el gallinero antes de devolverle la burla, pero con elegancia.

-¿Y eso es tan importante? - Todos me prestan atención, pues soy la veterana.
- Ya te digo yo que sí - dice un compañero.

Me quedo observando el grupo de chicas, que murmuran muy por lo bajo. Veo todo tipo de caras: atentas, vergonzosas, sonrientes... En mis pensamientos se queda cuál será la pobre chica que está pasando el bochorno. A mi no me da pudor hablar de esas cosas, pero yo qué se, quizás a los 20 pueden tener verguenza. Yo sigo buscando la maldita página. Eso me pasa por no poner un papelito o algo.

- A cuatro, ¿entonces?
- No sé tio, a todo junto creo yo - Carlos sigue mofándose. Con un brazo colocado en el respaldo de la silla, sonríe muy orgulloso de su logro.
- Qué envidia... además está buenísima- dice Erik.
- Bueno, las hay mejores eh - comenta otro que ni sé como se llama.

Se abre la puerta y veo una cabeza encapuchada, con los cordones de la sudadera muy largos y uno metido en la boca. Entra en silencio y se sienta al fondo de todo, en una esquina.
El murmullo asciende, pues ya tienen dos debates: adivinar quién es la afortunada de estar con el Carlitos y quién coño acaba de entrar por la puerta.

-Ei- digo.

Silencio.

-Tú, el del fondo - tiro el libro en la mesa y me apoyo con las dos manos encima de ella, muy atenta- ¿quién eres?

Cuando levanta la cabeza me quedo blanca. Se me fue la sangre de la cabeza. Realmente me impactó.

-Soy Natán. Bueno, Nathaniel. ¿No te aparezco en la lista? Ya debería estar junto con el informe de mi traslado.

Bajo la cabeza y veo, en la esquina derecha de la mesa, un montoncito de papeles y un Post it que pone: NATHANIEL. Obviamente ni me había fijado, como para ponerme a mirar siempre en cada aula y a cada hora, qué hay exactamente en la mesa en la cual trabajamos unos 20 funcionarios a la vez y dejamos todo tipo de cosas. Pero bueno, por lo menos ha sido educado.

-Ah si, perdón. No me ha dado tiempo a pasar lista, acabamos de entrar.
-No pasa nada. No te olvides de mí cuando la pases, subráyame con fosforito.

Ya te digo yo que no me voy a olvidar mi amor.

-Eh... sí. No creo que sea necesario, no tengo más Nathaniels en ningún lado.
-Buah, qué dices... ¿tiró la cafetera al suelo para hacer sitio? - continúa Erik.
-Eso y me agarró así - Carlos se agarra la sudadera y tira de ella con el puño- para que me acercara. En mi vida tanta pasión junta chavales.

Ah, por fin, página 146.

-Bueno, chicuelos, vamos allá. Carlos, el polvo lo dejas para después, ¿sí? ya aburres.
-¿Y no quieres saber cómo terminó profe? - se inclina encima de la mesa y me mira muy desafiante. Mira para un lado con desdén y continua: -ella no tuvo queja.

Todos le rien la gracia y yo noto como mis mejillas suben de temperatura así que me hago la indiferente, bajo la mirada y pienso algo que decirle que no me deje como una frígida ni como una desesperada ni como una aburrida.
Justo al ponerme a hablar veo como Natán está muy atento a la conversación y con el ceño fruncido. Supongo que querrá más detalles.

-No hace falta, me hago una idea - sonrío con malicia y le guiño un ojo justo mientras me doy la vuelta a la pizarra.
-Hostiás... pues no pensaba yo que la teacher tuviese tanto kilometraje -se descojona.
-No te creas que las más viejas son las que más saben eh -comenta otro.
-Pues yo mi mejor momento fue con una de 30, me puso fino - comenta otro más.
-¿Las clases son siempre así?

Esa no es la voz de Carlos, ni de Erik, ni del Pite, ni ninguna de las que conozco.
Me giro para contestar, dispuesta a decir la verdad.
-¿En serio dejas que hablen así de ti? -Natán me mira muy serio, con cara de decepción.

Pienso con cautela qué contestar y cómo salir de ahí. No veo modo.

-No tengo la culpa del grupo que me toca. Y mucho menos de tener un alumno -miro fijamente a Carlitos- tan inmaduro, guarro y subidito. Me da absolutamente igual lo que hablen, al final del día me voy a mi casa -por desgracia- a poner en práctica, o no, lo que están comentando.
-¿Y eso qué tiene que ver?- replica Nathaniel con cara de "¿eres tonta?"
-Pues la verdad no mucho, pero me la S U D A. Yo sé que Carlitos escupe mucho para arriba pero rápido se le cae encima.

Carlos presta mucha atención a la conversación, un poco bastante atónito por mi falta de respeto, poco común. Mientras tanto veo que las chicas asienten y se ríen, confirmando mi teoría, lo que me da mucha más seguridad.

-¿Perdón? - ai Carlitos... hoy no es mi mejor día para que me repliques...

La tensión del momento es tangible, cortante. Me recompongo, alzo la cabeza y camino muy sexy para llegar a la parte frontal de la mesa, sentarme y cruzar las piernas. Lo miro con una malicia que me pone a mil.

-Mi amor. Si vas a hablar de echar un polvo, di que ella te lo echó a ti -meneo la cabeza suave mientras pongo un tono bajo- porque, si te engancho yo, una de 30, la decepción sería tan, pero tan grande... -miro hacia el techo-. Pobre chica, igual piensa que fue un momento único. Qué ignorante - me rio.

Mientras lo miro desafiante, pienso en lo bonito que sería fotografiar sus caras para tenerlas de recuerdo de un momento tan bueno. Carlos se ha quedado mudo así que me levanto y vuelvo a donde estaba, muevo la silla y me siento.
Los murmullos siguen y bueno, algunos chavales se ríen. Si ellos supieran que quizás Carlitos me llevaría al cielo y que lo que acabo de decir es totalmente falso... En fin.

-¿Empezamos o qué?- digo.

Y así me gané la fama de perra.

-

No creo en los hombresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora