I

22 2 2
                                    

Con la azul mirada perdida en el horizonte, retozaba Killua recostado boca abajo encima de una roca plana que apenas sobresalía del agua. Su aleta de escamas blanquecinas se movía chapoteando en el agua de clima tropical al que aún no se acostumbraba, puesto que el joven tritón provenía de aguas glaciares.

Cansado y con los párpados pesados, escuchaba su estómago rugir por el hambre. No había comido nada, porque ni el atún, bacalao, algas, o crustáceos de aguas profundas le sabían tan bien como el alimento de casa; extrañaba el krill antártico, o el narval que solían capturar Illumi y su padre. Por momentos le abrumaba esa solitaria vida que había elegido al huir de casa, pero de algún modo aún no se arrepentía de abandonar a su insufrible familia.

No, no iba a volver.

Sacudió la cabeza revoloteando su blanco y húmedo cabello para colocarse boca arriba a ver el cielo despejado. Sin una sola nube, parecía estar viendo el infinito mar tan tranquilo y limpio. Si no fuera mediodía, seguro se pondría a dormir justo ahí.

Mientras el azul del firmamento rivalizaba con el azul de sus ojos, una sombra irrumpió en la pintura inmaculada de azul celeste. Pequeño y apenas visible, revoloteaba acercándose una extraña criatura apenas visible a esa distancia. Killua se levantó de su lugar alerta, no sabía decir lo que era, por lo que, ante todo, se arrojó al agua para prevenir cualquier peligro.

Bajo el agua se quedó nadando, sin apartar su atención de la superficie para distinguir a través del cristalino líquido cómo aquel pequeño ser revoloteaba cargando unas extrañas cosas, mientras se dirigía a la roca donde minutos atrás estuvo. A esa distancia, podía ver mejor lo pequeño que era, y su color entre café, negro y verde que asemejaba al de las algas.

Killua, lleno de curiosidad y siguiendo su instinto, nadó sigiloso más de cerca a la superficie, mientras calculaba cuál sería el momento justo para salir del agua y atrapar esa criatura voladora.

Su oportunidad llegó cuando la pequeña cosa aterrizó en la roca, entonces Killua tomó impulso nadando profundo, para luego volver a la superficie y salir disparado en una pirueta que le permitió saltar por sobre la roca.

Aquel ser de verde color, sorprendido y asustado, poco pudo hacer cuando Killua estaba en el aire sobre él, estirando una de sus manos para atraparlo entre las filosas garras de sus dedos. Lo siguiente que supo la pequeña criatura es que el agua lo empapó por todos lados mientras era apresado con fuerza, y después, pudo volver a respirar, pero sin poder aletear para huir volando. Entonces escuchó a su captor celebrar.

—¡Sí! Te atrapé, tú... cosa verde y rara —cantó gustoso el tritón, mientras flotaba sosteniendo a su presa—, ahora que te veo más de cerca, tu cara se parece un poco a esas aves de blanco y negro que caminan en el hielo, pero no vuelan —murmuró mirándolo más de cerca; su pico era muy pequeño y su color verde le daba desconfianza, sobre todo esas plumas que sobresalían de su cabeza como si fueran picos. Mientras lo miraba, su estómago rugió otra vez—. ¿Me pregunto si eres comestible?

En ese instante, el pequeño tembló de susto, y graznó desesperado cuando fue llevado cerca de la boca del otro para ser olfateado.

—¡Espera, no me comas, te juro que no tengo buen sabor! —alegó tratando de salvarse al mismo tiempo que aleteaba.

—¡¿Eh, puedes hablar?! —inquirió anonadado.

—¡Sí, sé que parezco un gorrión de plumaje verde, pero no soy pájaro, soy muchacho!

—¿Muchacho? —preguntó confuso.

—¡Sí, humano, como tú! —chilló esperando que le creyera, más la respuesta de aquel chico albino fue todavía mejor.

Cielo y Mar • GonKilluGonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora