Sí, venimos libremente

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Un reflejo desfigurado en aquel espejo antiguo de bronce pulido y borde biselado, lo enmarcaba dándole un aspecto de estar encerrado en un cajón, y así era precisamente como se sentía.

—¡Señor Fell, las encontré, aquí están!

Adam entró corriendo con una cajita forrada en terciopelo.

—Muchas gracias, hijo— Aziraphale le decía así al pequeño de cariño y ciertamente lo quería como a un hijo. Tomó la cajita que contenía unas colleras de zafiro azul y se las acomodó en los puños de su camisa, se miró nuevamente en el espejo y suspiró profundo, deslizó sus dedos hasta el borde de su gilette y comenzó a juguetear intentando sacar una pelusa inexistente.

—¿Está nervioso Sr Fell?— le alcanzó la levita que era la última pieza de su traje.
—No, estoy ansioso, que es distinto.

Mentir no era una tarea tan complicada, si pones por delante motivaciones de seguridad, protección y resguardo, lo que llaman mentiras piadosas, y ahora su motivo era no preocupar al pequeño Adam.

—Ve a prepararte hijo, bueno. Recuerda bien todo lo que ensayamos.

El niño salió corriendo entusiasmado.

En el living, Maggie daba vueltas, supuestamente haciendo cosas, pero no concretaba ninguna.

—Cariño para, me vas a hacer vomitar si sigues así— Nina le tomó del brazo y la detuvo— Concéntrate, aún hay tiempo.
—Sí es verdad— soltó una risita y se llevó la mano al pecho en un reflejo de autocontrol— Es que estoy tan emocionada, sé que sólo somos las damas de honor, pero siento que yo soy la que me voy a casar— sus ojos se abrieron enormes y cristalinos, miró a la mujer que tenía en frente con tanta admiración y deseo, que no hubo necesidad de decir mucho más.
—Espera...este...no, no me quiero confundir... tú, te quieres...

Maggie se lanzó y le interrumpió con un beso, aprovechando el rebufo que le daba la adrenalina acumulada.

—¡No, tranquila!— Maggie rio— No me quiero casar, yo estoy muy bien así contigo, además llevamos tantos años viviendo juntas, no necesito un papel para confirmar lo mucho que te amo.

Nina le miró aturdida.

—¿Estás segura?
—Sí.
—Pero hablando hipotéticamente ¿Te casarías conmigo?
—Obvio que sí.
—Yo que soy tan gruñona, que no tengo filtro a veces, no soy muy cariñosa, no...
—Sí, sí y siempre sí— le regaló la más brillante y genuina sonrisa— Pero al mismo tiempo no veo la necesidad en este momento, espero me comprendas.
—Claro que entiendo, amor— selló lo que dijo con otro beso.

Unos aplausos interrumpieron el momento.

—¡Vivan las novias!
—¡Crowley!— Maggie fue a recibir al hombre apoyado en el dintel de la puerta— Que gustó verte, no lo puedo creer, han pasado muchos años.
—Cinco— aclaró Crowley.
—¡Sólo cinco, parece que han pasado mil!— Nina le dio un abrazo apretado— Cómo hizo Cristina para invitarte, no teníamos idea dónde estabas.
—No me invitó, como dices, nadie sabía dónde yo estaba— Crowley se sentó en el sofá con las piernas abiertas y apoyándose en el respaldo con los brazos extendidos— Llegué hace poco de vuelta al país, y lo primero que pensé fue visitar la que fue mi casa, la verdad no pensé que Cristina seguía viviendo ahí. Me comentó que se casaba, la felicité y le dije "Espérame con tu mejor vino" en resumen, me autoinvité— rio divertido.
—¿Y qué te dijo?— preguntó Maggie con intriga, mientras se sentaba al lado de Crowley.
—Nada, sólo se rio y me dijo que me apartaría la mejor botella. Creo que en un principio no estaba segura que realmente fuese yo, yo creo que la sorprendí, porque cuando abrió la puerta y me vio, se asustó.
—Es que no es para menos, un día dijiste "Me tengo que ir" y ya, te fuiste de su casa y nunca supimos el motivo. Te echamos mucho de menos— Maggie le tomó la mano a Nina, uniendo a su pareja en su confesión.

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