Capítulo II: La Casa en el Bosque

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Decididas a fortalecer su amistad y crear un refugio lejos de los conflictos de sus tribus, Aila y Enith concibieron la idea de construir una casa juntas en el corazón del bosque. La idea les pareció un desafío emocionante y significativo, una oportunidad para demostrar que la paz y la colaboración entre tribus eran posibles.

Con la determinación como su guía, comenzaron a trabajar en la construcción de su hogar. Guido, un hábil constructor de la tribu lince que había sido testigo de la amistad entre Aila y Enith, se unió a ellas en su empresa. Juntos, eligieron un lugar cerca de un río cristalino, donde la luz del sol se filtraba entre las ramas de los árboles, creando un ambiente cálido y acogedor.

El proceso de construcción fue todo un desafío, pero también una aventura emocionante. Aila, Enith y Guido trabajaron incansablemente, cortando madera, levantando paredes y tejiendo una red de sueños y esperanzas en cada rincón de su nuevo hogar. La casa pronto tomó forma, una estructura sólida y acogedora que se integraba armoniosamente con el entorno natural que los rodeaba.

A medida que la casa cobraba vida, también lo hacía la amistad entre Aila, Enith y Guido. Compartieron risas y cansancio, sueños y temores, creando lazos que iban más allá de la simple convivencia. La casa se convirtió en un símbolo de su amistad, un lugar donde cada uno encontraba refugio y apoyo en los momentos difíciles.

Cuando finalmente la casa estuvo terminada, Aila, Enith y Guido la miraron con orgullo y satisfacción. Era más que un simple refugio; era un testimonio de lo que podían lograr juntos cuando trabajaban en armonía. Juntos, habían construido algo hermoso y significativo, algo que demostraba que la amistad y la colaboración podían superar cualquier obstáculo.

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