La última noche

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Info de la autora

Ana Daidoki es una escritora de romance y fantasía, nacida en Costa Rica. Amante del romance dark, fantasía, ciencia ficción, entre otros géneros, disfruta en su tiempo libre de los doramas y la investigación sobre la fauna.

En la actualidad reside en Pérez Zeledón, donde suele dar paseos por las montañas o playas para usar ese entorno en sus escritos, aunque la mayoría de las veces sus propios sueños son los que le conducen a mágicas historias.

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Esmeralda, una joven de cabellos lacios y dorados que jugaban con el viento al mantenerlo siempre suelto, a sus diecinueve años aún mantenía el brillo alegre de sus ojos agua marinos Esmeralda, una joven de cabellos lacios y dorados que jugaban co...

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Esmeralda, una joven de cabellos lacios y dorados que jugaban con el viento al mantenerlo siempre suelto, a sus diecinueve años aún mantenía el brillo alegre de sus ojos agua marinos
Esmeralda, una joven de cabellos lacios y dorados que jugaban con el viento al mantenerlo siempre suelto, a sus diecinueve años aún mantenía el brillo alegre de sus ojos agua marinos. Ciertamente, a veces se entristecían al no alcanzar ciertas cosas por ser de estatura pequeña, pero en un santiamén recuperaban su fulgor.

Esmeralda creció en Astra, donde la magia era tanto una bendición como una maldición.

Antes de morir, sus padres sellaron en su interior el poderoso don que le habían otorgado, para así protegerla de los hechiceros que intentaban arrebatarle tan preciado tesoro, el cual le permitía alterar la realidad a su alrededor. Así, nadie lo obtendría en el futuro.

Esmeralda contaba con apenas siete años.

Su única familia restante resultó ser una tía que la mayoría del tiempo tenía su cabello café algo corto, y sus ojos verdes expresaban puro desprecio. La culpaba por la muerte de su hermano, el padre de Esmeralda. A pesar del resentimiento, Adelina se hizo cargo de ella.

Esmeralda dejó de lado la crueldad que enfrentaba a diario. Su dulzura e inocencia no se marchitaron. En cambio, su amabilidad y gentileza crecieron como una luz en la oscuridad.

Por otro lado, en las profundidades de esa misma ciudad vivía un joven llamado Aislan. Un muchacho de cabello blanco, con ojos color miel que irradiaban enojo y frustración. El joven vivía bajo la constante sombra de una ambición familiar irrefrenable.

Ansioso por demostrar que era capaz de ser un gran hechicero, buscó por cielo y tierra dónde se encontraba aquella dulce jovencita. Deseaba arrancarle la estrella que ocultaba en su interior, y así acabar con aquellos que se burlaban de él.

Tramó un plan para capturarla. Llevaba varios meses siguiéndola y sabía exactamente los lugares que visitaba.

«¡Allí estás!» pensó, mientras saboreaba el momento.

Los músculos se le tensaron con expectativa. Estaba listo.

—¡Qué hermoso vestido rosa! ¡Por suerte había uno de mi talla! —exclamó Esmeralda al salir de la tienda.

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