comida mexicana

7K 738 214
                                    

Cuando le preguntaron sus cinco comidas favoritas, Max no dudó en poner la comida mexicana en el número uno. ¿Y cómo no colocarla en ese puesto? ¡Era exquisita! Tan variable en sabores, olores y en muchos colores, representada de diferentes formas que solo abrían su apetito y le daban ganas de hincar el diente. Desde el más simple taco de carne asada hasta el complejo platillo de un mole especiado. Cada vez que tenía la oportunidad de comer algo del país mexicano, Max aprovechaba para llenar su estómago de la deliciosa comida acompañado de su compañero, Sergio, escuchando cada una de sus recomendaciones y consejos.

Aprendió a distinguir las distintas salsas con solo echarles un vistazo y oler su intensidad, a agarrar bien un taco sin que se le salga nada de la tortilla, incluso aprendió a abrir una cerveza con cualquier cosa en el dado caso que no haya un destapador.

Max amaba la comida mexicana. Le gustaba todo lo que fuera mexicano.

Y cuando se refería a todo, es todo.

"¡Amor! ¡Mi cielo! ¡Aaaah!"

Max estaba en la gloria.

El sabor exquisito de su novio corría por toda su lengua y su paladar, el esperma caliente bajaba espeso por su garganta hasta caer a su estómago. Sabía ligeramente amargo y un poco salado, era mucho mejor que una buena cerveza en un día caluroso o el mejor postre del restaurante más lujoso.

Cuando termina su labor, levanta la mirada hacia el hombre que se retorcía bajo su boca, sus manos y su presencia. Se veía magnífico, una obra maestra en dónde él era el artista encargado de dicha creación.

El pecho voluptuoso subía y bajaba al compás de la respiración agitada y los jadeos que salen de los labios entreabiertos del hombre bajo su merced; su piel bruñida, tocada por el sol resplandeciente, se aperla con exquisitez y belleza, haciendo que Max quiera pasar su lengua en cada centímetro en dónde las pequeñas gotas caen y dejan su rastro hasta desaparecer, probando el sabor familiar que lo hace explotar con cada orgasmo; las piernas de músculo duro y firme, son masilla bajo sus palmas, abiertas y totalmente dispuestas ante él, las maneja a su antojo sin resistencia alguna, y las marca con sus dientes hasta que el bonito color violáceo aparece; la carita de Sergio era un deleite para sus ojos, su bonito postre de ojos grandes, brillantes y llorosos no dejaba de gemir y llamar su nombre, el rubor lo adorna y el pelo ondulado se esponja sobre la almohada.

Su comida mexicana favorita era esta.

Sergio y su perfecto culo dispuesto a ser comido por él.

Las acciones eran sucias y llenas de un pecado mortal que llenaba de remordimiento al pobre hombre mexicano que iba a la iglesia cuando regresaba a su país natal, nadie debería verlo ni tenerlo de esa forma, era un hombre desde la raíz del pelo hasta las puntas de sus pies, pensar que él estaría en tal posición era casi imposible. Pero a Sergio ya no le importa mucho lo que su pobre mente piense cuando el placer y la lujuria nublan su conciencia, y lo hacen rogar por más. Es él quien pide que Max se lo coja, quien pide ser sometido y quién pide, entre lágrimas, ser tocado.

La forma en cómo Max lo ve mientras se lo come, mientras se lleva a la boca su dura verga y entierra sus dedos en su necesitado agujero, son cosas que vuelven a Sergio en un promiscuo lleno de deseo y se excite con solo sentir el roce de esa mano en su muslo.

Nunca imaginaron que después de tres años de ser compañeros de equipo y rivales en la pista, ambos acabarían enredados entre las sabanas de una cama, ensuciando y haciendo cualquier cosa menos dormir.

"Sabes tan bien, Checo." Ronronea Max sobre el interior de su muslo, hay gotas de semen en la comisura de sus labios que se limpia con cada beso que da sobre los hematomas proporcionados por él. Son suaves y castos, pero aún así Sergio siente el pequeño pinchazo de dolor recorrer sus nervios. "Déjame probarte más".

comida mexicana | chestappen ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora