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•Yī•

—¿Estás seguro que podrás con esto Wong? —volvió a preguntar Stephen, caminando hacia su fuel amigo —Puedo estar aquí y en New York al mismo tiempo, no es tan complicado.

—Tienes que concentrarte en proteger el santuario, Strange. —Wong entrelazó ambas manos detrás de su espalda, respondiendo con un leve tono de reclamo— Confío en que harás tu trabajo adecuadamente. Ahora ve, hay aprendices esperándote.

Stephen asintió estirando su mano derecha, cubierta por un grueso guante amarillo, y estrechó la mano de su fiel amigo Wong; el hechicero ese día se veía más disperso que nunca, quedándose, de vez en cuando, algunos períodos de tiempo mirando un punto fijo en la nada y Wong notó la forma tan extraña que tenía de actuar.

—¿Está todo bien? —inquirió él— Creí que te gustaría volver a New York... —abrió un poco sus ojos al darse cuenta, un poco tarde, de la posible razón de su inusual comportamiento— ¿Aún piensas en Decker?

Stephen carraspeó algo incómodo, aquella pregunta lo había tomado desprevenido. Wong al notar el incómodo silencio negó con la cabeza, consciente de que Gaia Decker ni siquiera había sido mencionada desde el día que se marchó.

—Ni siquiera están en la misma parte de la ciudad, dudo que te encuentres con ella. —una pequeña mentira piadosa no hacía mal a nadie ¿no?— Además, ya pasaron cinco años ¿Crees que te va a recordar? —expresó Wong, en un vago intento de tranquilizarlo, pero lejos de eso, sólo logró hacerlo sentir más consternado.

Ambos se quedaron en silencio unos instantes dónde la nostalgia reinó en los pensamientos de ambos poderosos hechiceros, hasta que Stephen finalmente suspiró haciendo que una maleta levitara a su lado; abrió un portal que tenía una oscura habitación en el santuario de New York como destino, y se volteó a su fiel amigo, antes de hacer un gesto de despedida hacia él.

—Ella está bien, si es eso lo que te preocupa. —finalizó Wong antes de que Stephen terminara de cruzar el portal. El corazón del hechicero se heló al oir esas palabras y miró a Wong de forma inquisitiva.

—¿Cómo dijiste? —contestó ladeando la cabeza, incrédulo ante el balde de agua fría que había sido aquella confesión de parte de su amigo.

—Decker, no te preocupes por ella, está a salvo. —Wong sonrió de forma casi imperceptible, cerrando el portal antes de que Stephen comenzara a hacerle preguntas— Y vive casi a diez calles del santuario. —agregó una vez las chispas del portal se disiparon, sintiendo un enorme peso liberarse al poder expresar finalmente esas palabras en voz alta.

—Vamos Gaia, estamos por cerrar.  —recalcó su jefe con una sonrisa burlona— Aunque si quieres quedarte toda la noche limpiando no protesraré.

Gaia lo observó alzando una ceja; la morena se encontraba utilizando el palo de la escoba como micrófono, mientras cantaba a todo pulmón como solía hacer todas las noches antes de cerrar las puertas de la cafetería.

—¿Sabes cuántas veces reproducen canciones que me gustan en esa radio aburrida que siempre sintonizas? ¡Exacto! Nunca, así que déjame aprovechar el momento. —acotó con un falso tono amenazador, el cuál logró robarle una risa a su jefe.

—Si, claro. Eso dices cada noche cuando tengo que soportarte dándonos a todos un recital improvisado y espantando mis clientes ¿Al menos sabes las letras de lo que estás cantando?

—Claro que sí . —aseguró, claramente mintiendo en ese pequeño detalle— Pero es la radio la que se equivoca.

Aquella cafetería era en cierto modo "especial" para Gaia:  se encontraba a las afueras del centro de la ciudad, algo escondida pero un punto muy concurrido para la gente de la zona debido a su hospitalidad. El chef y dueño de éste lugar detenido en el tiempo se llamaba William McDonell; un hombre moreno, robusto y con un cabello canoso con una inexplicable pasión por la gastronomía. Aquel hombre gentil y paciente era como un padre para Gaia y Mike Decker.

—¿Cómo está tu hermano, Gaia? —preguntó William, terminando de lavar los platos sucios, por lo general se encargaba de la limpieza antes de cerrar el restaurante por su cuenta, pero Gaia le daba una mano siempre que podía.

—Con vida, eso ya es un milagro para todos nosotros. —se encoge de hombros— Hoy consiguió empleo en un banco cerca de Wall Street. —agrega ella haciendo una mueca.

—¿Por qué esa cara larga? ¡Eso es fantástico! —exclamó William tomando un pastel de chocolate del mostrador y guardándolo en una caja, mientras que sus robustas mejillas enrojecían por la sonrisa que apareció en su rostro— Dáselo de mi parte, hoy merece festejar.

—El trabajo es bueno y su salario es cuatro veces mayor al de ese lugar de comida rápida en el que trabajaba, pero ya no podré verlo en toda la semana. —expresó ella, claramente alegre por el éxito de su hermano, pero intranquila ante la inminente separación entre ellos— Sólo los domingos podremos estar juntos ¿sabes lo horrible que es eso? Auqnue estoy bastante feliz por él.

—Cariño, este es un nuevo comienzo para Mike. —respondió William en un tono reconfortante, posando una mano en el hombro de Gaia— Sólo espera a que sus horarios se acomoden, y deja que las cosas fluyan... ahora ve y mándale mis saludos a tu hermano mayor, yo puedo con ésto.

—¡Gracias Will, nos vemos! —exclama ella besando su mejilla y salió corriendo de la cafetería bajo la suave luz de las lámparas de la ciudad.

Unos minutos más tarde llegó a un edificio un poco descuidado, con el elevador roto y manchas de humedad en las paredes. Subió cuatro pisos por las escaleras como si no fueran nada, entrando a su respectivo apartamento. Sacó el pastel de la caja y fue a la cocina donde se encontraba su hermano.

—Ésto es de parte de Will, te envía sus buenos deseos—dijo ella con una sonrisa sincera viendo a su hermano, quien se acerca rápidamente a ella abrázandola con emoción.

—¿Te das cuenta de lo bueno que es esto para nosotros? —habló su hermano, feliz ppr las nuevas noticias; pero luego su sonrisa se borró y tomó los hombros de su hermana— ¿Estarás bien hermana? Sabes que a partir de ahora nos veremos mucho menos, no podré estar para cuidar de ti y...

—¡No pasará nada! —le interrumpió ella buscando un cuchillo para cortar el pastel— La última vez fue diferente, nuestros padres habían muerto —habló en voz baja y suspiró— pero sabes que estoy mejor ahora, podré sola con esto ¿si?

Ambos aún recuerdan perfectamente la muerte de sus padres, Gaia pocas veces se había sentido tan devastada y sola ya que su hermano tenía que trabajar para ambos mientras ella continuaba con sus estudios a pedido de él; en un momento las presiones la consumieron tanto que comenzó a buscar un escape en distintas drogas, cada vez más y más fuertes, hasta que emprendió un viaje a Nepal para saldar unas deudas con la persona que la proveía cada dos semanas; luego de eso sólo recuerda haberse perdido, hasta que Wong la encontró y llevó a Kamar-Taj. Decker aún siente un escalofrío al recordar ese nombre y aquel extraño sujeto que conoció allí... ese tipo misterioso de semblante serio y con ojos claros que aún rondaba en sus pensamientos algunas noches.

—¿Gaia? Pareciera que entraste en trance. —se burló el mayor de los Decker pasando su mano delante del rostro de su hermana menor repetidas veces— Te decía que están por venir todos a celebrar.

—Eso es bueno, entonces vamos a festejar que mi hermanito consiguió un trabajo por fin. —ella se rió apretando sus mejillas y él la apartó casi inmediatamente.

—Cielo, soy dos años mayor que tú...

•SUPREME• |Stephen Strange| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora