Prólogo

2 1 0
                                    

En Edgewyne, desde el inicio de los tiempos existe la leyenda de la conocida 'Hoja del mundo'. Una espada creada por aquél mismo que imagino el universo, con la capacidad de crear y destruir todo y a todos a su gusto.

Muchos dicen que no existe, muchos dicen que es imposible de obtener, pero aunque muchos digan cosas, al final todos hablan de lo mismo.

Se dice que la oscuridad y la maldad del mundo conocida como la corrupción celestial, que causa el caos sobre toda Edgewyne, es un castigo divino, y que solo aquellos valientes para soportar el poder de la Hoja del Mundo podrán salvar esta tierra de pudrirse, o en su defecto, terminar de pudrirla.

El mundo es de aquel que sea lo suficientemente valeroso, fuerte o inteligente para decidir que son capaces de dominarlo o salvarlo.

Y esta vez, la historia qué vemos inicia en una taberna, como toda gran historia de Edgewyne.

Era el año 589 de la era Gwyneth, ya ha pasado prácticamente una época desde que la corrupción celestial azota varios puntos del mundo de Verdmant, el continente de Edgewyne no sería una excepción. Todavía se buscan sin resultados alguna solución para la infestacion de la oscuridad absolute del continente sombrío, pero nada dió resultados.

Aunque se dice que el balance universal esta en juego puesto, desde que nació la corrupción ha habido caso de prodigios mágicos o sorprendentes hazañas qué nunca antes habían sido vistas. La maldad y la bondad crecen por igual.

Y de todo este conocimiento creciente, un hombre destacaba por encima del resto, su nombre era Arthur Ganvan, el Archimago arcano del reino de Elvagaro, dicho en otras palabras Arthur era aquel que dictaba el como se usa la magia en el reino y todos los proyectos que se cumplían con la misma.

Un día, el Archimago llegó a su torre como era habitual tras una de sus travesías, y fue recibido por un humilde mensajero caninoide. Arthur se encontraba en su taller de alijos y herramientas mágicas.

— Gran Archimago — la voz educada y rápida del mensajero sonó a la par de un par de jadeos, mientras que recién llegado coloca una cesta cubierta sobre una mesa de bienvenida donde reposa cosas. — Otra recompensa de pueblos vecinos —

El Archimago hecha su silla para atrás, estira sus brazos y con una ligera sonrisa continua — ¿Esta vez a quien la debo? —

— Uno de los pueblos del Sur... Están agradecidos de que se encargo del dragón cobrizo qué los acechaba — Descubriendo la cesta, muestra que estaba llena de monedas de oro e incluso platino, acompañados de postres.

— Siguen y siguen con el tema... — Comentó el Archimago con una sonrisa pícara, se levanta y se acerca a ojear la recompensa que llega ante su puerta.

— Bueno, no es todos los días que un hombre es capaz de deshacerse de un dragón con tanta eficacia... — El mensajero toma un momento para ver el taller de Arthur, sin  entender nada solo se dignó a ver un mundo que nunca entendería. — Y... Que paso con los dragones? Se que no debería preguntar eso puesto a lo mejor el conocimiento es prohibido o algo pero, realmente no entenderé nada de magia, solo estoy curioso... —

— Bueno, acércate un poco... —

Arthur muestra una zona del taller donde hay 4 jarrones llenos de un tipo de gas luminoso de varios colores, uno rojizo, otro arcoiris, otro cristalino y el último cobrizo.

La Hoja del Mundo; Lacayos de Arthur [WIP]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora