Prefacio

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—Gracias —murmuró Bianca Mattu al barman que le sirvió ese martini seco que había pedido y, cuando alzó la vista para mirarlo a los ojos, la sonrisa de amabilidad que pensaba mostrarle, jamás llegó.

En la oscuridad propia de la barra, repleta de luces cálidas detrás de las botellas de licor, los rizos en el cabello del barman, unos rizos que le caían por la frente... le recordaron a Marcello Buzon, ese novio que había tenido cuando solo era una adolescente.

Claro, la diferencia entre ellos era abismal; el barman parecía tener no más de veinte —seguramente, Marcelo ya sería un hombre—, y el tono de su voz y gestos mostraban mucho más inocencia de la que había tenido Marcello desde que lo conoció por vez primera, pero él se lo recordó o, mejor dicho, una experiencia relacionada con él:

Había terminado con Marcello por primera vez —ya no recordaba el motivo— y lo había echado de su casa y de su vida. Días más tarde, su media hermana mayor —¿qué le habría ocurrido?— encontró unas hojas hechas bola bajo la cama de la madre de ambas. Desconocía Bianca el qué buscaba su media hermana ahí, pero las encontró y corrió a donde se encontraba Bianca, charlando con su madre, y le hizo entrega a Bianca mientras cuestionaba a la mujer que la había parido «¿Por qué escribiste eso?»; en su voz, recordaba Bianca, no había preocupación, sino una —conocía ya las palabras que describen lo que vio en ese momento, que tenía tantos años más, que ya era una mujer— acusación, una presunción de superioridad moral, y también deseos de humillar porque así era ella: malvada y envidiosa.

Su media hermana, ahora lo sabía Bianca, nunca había querido a su madre y, desde luego, la odiaba a ella —¿cómo se puede odiar a un hermano (así sea medio), a un niño, que jamás te ha hecho mal alguno?—.

Y mientras lo anterior ocurría, Bianca leía, con la letra de su madre una carta dirigida a Marcello Buzon, en ella, su madre hablaba como si fuera la adolescente misma: «Te amo, Chinito», le decía.

Bianca no podía con la incredulidad, ¡¿por qué su madre estaba diciéndole a su exnovio «Te amo» y llamándolo por apodos que nunca le había puesto ella. La incredulidad era lo menos grave de lo que sentía, ¡¿cómo se había atrevido a hacer algo como eso?! ¿Acaso lo había enviado? ¡¿Acaso se lo había entregado?! Claro, siendo una adolescente no entendía lo que era verdaderamente grave de aquello: una mujer adulta, su madre, estaba escribiéndole a un adolescente haciéndose pasar por una niña —su propia hija—, diciéndole a otro niño que lo amaba y le ponía apodos cariñosos...

En ese momento, viéndolo a través del tiempo y la experiencia propia de vida y estudios universitarios, se preguntaba si, en algún momento en la oscura mente de esa mujer, fantaseaba con ese niño, si ese monstruo se imaginaba que era ella y estaba junto a Marcello...

Indignante, se decía, cuando la realidad era que sentía tristeza, una que rechazaba porque ella no era una víctima que inspirara lástima. ¡Ella no era una víctima!

Bianca dio un sorbo a su martini y recordó algo igual de grave. Tenía solo once años —¡ONCE, Dios bendito!— y un amigo suyo, en la escuela... le entregó una carta que, la madre de Bianca, le había dado: esa mujer, en una antiquísima máquina de escribir, transcribió un poema que sacó de un libro —Decía algo como «Camino solo en la noche y tu figura se plasma entre la luna y la estrella»—, lo recordaba bien Bianca porque ese niño le entregó la carta y le dijo que su poema le había encantado, que su madre se la había entregado diciéndole «Te la escribió Bianca, pero no le digas que te la di, porque le da vergüenza»... lo recordaba absolutamente bien Bianca porque se había llenado de absoluta vergüenza y, aunque negó haberlo hecho, sabía que los niños no le habían creído y es que, ¡¿qué clase de madre —no, no ¡qué clase de mujer!— podría atreverse a hacer eso?!

Años después, cuando le reprochara a la mujer que la parió el haberle hecho tanto daño desde que era solo una niña... cobardemente ella lo negaría, por supuesto.

—¿Me das otro? —le pidió al barman, habiéndose tomado todo el martini de un solo trago.

Las náuseas que había sentido necesitaban más que un trago.

Las náuseas que había sentido necesitaban más que un trago

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ESTA ES UNA NOVELA A LA QUE LE TENGO MUCHO CARIÑO. SÉ QUE MUCHAS PERSONAS NO QUIEREN A BIANCA..., QUIZÁ CONOCERLA MÁS LES HAGA CAMBIAR DE OPINIÓN.

RECUERDEN QUE TODAS MIS NOVELAS SIN CENSURA ESTÁN EN PATREON 🖤 , ADEMÁS DE QUE SIEMPRE ESTÁN MÁS AVENTAJADAS POR ALLÁ.

RECUERDEN QUE TODAS MIS NOVELAS SIN CENSURA ESTÁN EN PATREON 🖤 , ADEMÁS DE QUE SIEMPRE ESTÁN MÁS AVENTAJADAS POR ALLÁ

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⏰ Última actualización: May 18 ⏰

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