Andantino

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Mírenle como se mire, él siempre había sido un genio.

Mírenle como se mire, ella siempre había sido veloz.

¿Quién imaginaría que algún día, por seria y pura casualidad, ellos podrían encontrarse?

Los vientos calientes de verano nunca le habían gustado al joven pelirrojo, quien acostumbraba a estar sentado en el banquillo frente a su piano, en su opaca habitación. Mucho menos le agradaban cuando golpeaban directamente su piel y sentía que se quemaba.

Ella, en cambio, salía todos los días a trotar. Le encantaba sentir los rayos matutinos del sol contra su piel y el viento rozando sus mejillas. El sudor presente en su cuerpo hacía que entre más corría, más andaba, tanto más fresca se sentía.

Sin embargo,

Y sin embargo,

Ese día él en verdad tuvo que salir.

Esa vez el sol realmente estaba terrible.

Así que él tomó un bus para moverse.

Así que ella retornó a su casa en bus.


»Debería haber revisado mejor el clima.

Ambos estaban sentados en sillas diferentes, algo distanciados. Ella en la segunda fila desde la entrada, él en la cuarta.

Tanjiro nunca había sentido un sol tan violento como el que sintió de camino a la estación; tan fuerte fue que no se había devuelto por el simple hecho de ya estar subido en el bus, y que el bus llegó rápido.

»Mañana salgo más temprano.

Ambos recostaron sus cabezas contra el espaldar de su asiento, agotados a su manera.

Kanao había salido media hora después de lo que salía usualmente, por lo que el tiempo le dio y no había llegado a casa como de costumbre; sin embargo, no odiaba la hora. Podría incluso pasar por la tienda de comestibles, que solía estar cerrada cuando ella volvía de trotar, y comprar algo.


𝄢

Él la miró de reojo, notando una cabellera negra peinada en una cola de caballo.

Hacía tiempo no veía una figura tan bella como la de la dama sentada frente a él.

Podía sentir música emanando de su cuerpo; unas curvas por allí, unos silencios por allá. Era tal y como se pudo alguna vez imaginar la chica de sus sueños, pero desconocida.

Por respeto no la miró más y volvió a sus asuntos. Sacó su celular y se dispuso a concretar el encuentro con su cliente, el sonidista de una empresa de videojuegos que había contratado su servicio como pianista.

𝄞

Cuando se iba acercando a su parada, Kanao se puso de pie y caminó rumbo a la puerta.

Parado ya se encontraba un joven de pelo rojo y piel pálida. No era tan alto, ni tan guapo, pero tenía un aura algo hiptonizante para su corazón de doncella.

Lo observó mover los dedos sobre el teclado de su celular, en donde pudo notar unas teclas blancas y negras, como de un piano, mientras lo oía tararear muy suavemente algo.

Al bus empezar a frenar, él guardó su celular y volteo a verla, casi como si hubiese planeado hacerlo al mismo tiempo que ella subía sus ojos de donde estuvo él sosteniendo el celular, a sus ojos, ojos rojos y encantadores.



El color favorito de Kanao era de lejos el rojo. El forro de su teléfono lo testificaba, el color de la banda de su reloj, también. Era un color tan llamativo que de niña se sintió más escogida por el color, que ella escogiéndolo.

Y parada frente a ella había un joven de ojos rojos y pelo rojo que constrataba con su tez blanca y labios rosados.


A Tanjiro le gustaban las bonitas. Nunca lo había pensando mucho, por importarle más tonalidades, escalas y acordes, pero solo sabía que le gustaban bonitas. Japonesas de preferencia, de pelo negro por tradición.

Y al lado de él se encontraba, nuevamente, la chica que parecía sacada de sus sueños. De sus más locos sueños masculinos.



Él entonces prefirió mirar hacia otro lado. A nadie le gustaba que lo anden mirando, mucho menos un desconocido en el transporte público.

Cuando el bus se detuvo y la puerta se abrió, salió tan rápido como su caminar se lo permitía.

No corrió ni intentó parecer que huía, pero por el afán casi tropieza al pisar el suelo firme de la estación.

No corrió ni intentó huir, pero realmente huía de su corazón latiendo a mil bpms, muchos más de los que alguna vez tocó con sus manos en una pieza musical.


Kanao ni de broma dejaría pasar esa oportunidad. Si a ella le gustaba algo, lo más seguro es que intentaría tenerlo.

Cuando el bus se detuvo y la puerta se abrió, caminó detrás del joven con intensión de pedirle su contacto.

No lo agarró ni intentó que pareciera acoso, pero el afán que tenía por hablar con él le hizo apretar el paso, hasta pararse delante.

Y ella lo miró, y él la miró.



La miré mirarme con una de esas miradas que matan, de esas que detienen el show o provoca sonatas.

Abrió sus labios para decir algo, pero lo que sea que dijo por primera vez no lo oí.

Quedé soberanamente embelesado por su belleza.

—¿Perdón?

Cuando entendí que me decía algo, le pedí repitiera lo que dijo, pero ella hizo una cara extraña y dio un paso hacia atrás.


Fije en él mis ojos y me sentí cautiva. Algo raro sucedió que no supe qué decir, aunque lo intenté.

Si el amor a primera vista en verdad existe, supongo que puede aparecer en cualquier momento.

—¿Perdón? —le oí decir.

Entonces noté que no había dicho nada y me dio vergüenza.

Tomé aire y como pude, pregunté:

—¿ 𝄢 ♪ ♩ ♭ ?

— 𝄞 ♫ ♮ —respondió.



Y es que, cuando es mutuo, el amor es música.

Diferentes, pero al compás.

No igual de rápidos, pero en sintonía.

Algo dispares, pero juntos.

[ F I N ]





























—¿Eres vegano?

Tanjiro no supo qué carajos responderle a la chica linda que estaba parada frente a él.

—Pues, me gusta la chuleta.

Y habría sido no tan mala respuesta, si tan solo no estuviera NO MIRANDO los ojos de su encuestadora, sino... más abajo.

—Entiendo —respondió ella.

—Sí —siguió él.

Y así se conocieron.

Andantino - TanjiKanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora