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El sol amanece, risueño, extiende su claridad y esta se esparce a lo que le queda de espacio. Las nubes se encargaron de platear el cielo, dejando rastros de un celeste tras de ellas.

Es una mañana fría, el cielo esta semi despejado. El viento que corre al rededor mío te enfría hasta los huesos, creando un contraste con el cálido rayo de sol que te colorea la piel.

Uno de estos rayos de sol reposa encima de Hinata. Alumbrando su pelo, resaltando sus ojos. Tiene la nariz sonrojada, orejeras y una bufanda verde que le intentan abrigar.
Veía sus ojos, brillantes reflejando estrellas a través de ellos. Expresión vivaracha, enérgica y parecía moverse sin cesar. Viéndolo, parecía el mismo efecto que hace la luz sobre el agua agitada. Su sonrisa era lo que más me explicaba de su cara, lo que quedó estampado en mi mente. Con sus manos arrastraba su bicicleta, y sus pequeños pies parecían apresurarse en alcanzarme.

Me lo encontré en el camino, y desde que me vio no ha dejado de hablar.

—¡Kageyama, espérame!

Me gritó mientras corría hacía mí.

Hace no mucho tomamos esta costumbre, de irnos caminando juntos hasta la entrada del colegio o marcharnos juntos de este.
No me quejo. Incluso, siento una sensación extraña. Como de satisfacción, por ejemplo, cuando una colocación me sale perfecta; siento mis dedos reposar y encajar perfectamente con la pelota, y con ayuda de mis muñecas, brazos y el impulso de mi salto, logro alejar la pelota con una dirección impecable. Aunque tal vez no se parezcan tanto. Con Hinata a mi lado, es más tranquilo y no tan fatigante.

—Oye ¿No tienes frío?

Dijo mientras se acurrucaba en su bufanda.

—No mucho... No soy una persona muy “friolenta”.

—Se podría decir que eres muy caliente.

—Ajá.

Hinata soltó una risa nasal. No sé si era un chiste, pero no lo entendí.

Seguimos caminando, nuestros pasos se habían sincronizado, y me di cuenta que Hinata lo había hecho a propósito. El viento choca con nuestras caras, me produce tranquilidad. Puedo así escuchar el silbido que produce cuando pasa a nuestro lado.

Escucho a Hinata algo inquieto, veo que busca algo entre su bolso que no logra encontrar.

—¿Dónde está...?

Murmura suavemente .

—... Creo que olvidé mi comida.

Aquella expresión tan vívida que tenía antes se había ido. Hizo un puchero mientras miraba al suelo. Pero sólo seguimos caminando.

Pasamos fuera de la tienda Sakanoshita, del entrenador Ukai. Ninguno de nosotros dos hablabamos, no era tan incómodo para mí, pudiera haber seguido de largo, pero al verle la cara a Hinata, creo que tal vez el quería que yo hiciera algo más.
Nunca fui bueno para “leer mentes” con sólo verle la cara. Pero no creo que sea malo hacer un intento.

—Oye, Hinata... ¿No quieres que te compre... Algo?

Al instante de soltar estas palabras de mi boca, Hinata me miró con ojos brillantes. Ojos que emanaban una dulce ilusión, como si nunca en la vida le habían invitado comida. Ese puchero que tenía rápidamente desapareció y fue opacado por la deslumbrante sonrisa que apareció en su lugar.
Agitó su cabeza de arriba hacia abajo mientras me gritaba un “¡Sí! ”
Entramos a la tienda. Hinata inmediatamente empezó a buscar algo de su antojo.

—Idiota.— le dije. — No soy millonario. No tengo tanto dinero.

Revisé dentro de mi bolsa mi cartera. Mierda. No debí haberle invitado nada. Con este dinero, en 3 días me muero de hambre.

—Uhh... Te puedo pasar 500 Yenes... ¿Te sirve de algo?

Dije con vergüenza

—¡Sip! ¡“Don't mind ”, Kageyama!

En mis manos, Hinata dejó una caja con 2 onigiris, que en total costaban 300 Yenes.

Al menos sobreviré un día más.

En fin, se lo compré, salto al rededor mío como una especie de "ritual de agradecimiento" y nos fuimos

— No quiero deberte un favor, ¡Así que te puedes quedar con el otro, Kageyama!

Me dijo, mirándome a los ojos, con una cara de orgullo, como si acabara de hacer el mejor gesto de caridad.

—Idiota, de nada sirve si fue con mi dinero que lo compraste.

—¡OYE! Al menos hago el intento de ser amable, ¿No? —golpeó mi hombro. — Si no lo quieres tan sólo dilo y me lo quedo. 

Me miró con ojos de fastidio y guardó el paquete en el característico bolso amarillo que siempre carga.

Seguimos nuestro camino al Liceo. Escuchaba las ruedas de su bicicleta rechinar al paso descordinado del pelirrojo. Me molesta el ruido. Mucho.

Pero me recuerda la presencia de Hinata.

Llegamos a la entrada del Liceo. Y puedo sentir como su mirada me penetra el alma.

—¡Bueno, Kageyama, nos vemos en el entrenamiento!

Me dijo, meneando su mano de lado a lado y sonríendome de oreja a oreja.

En este mismo instante, aquella cálida pincelada bañó de un naranja intenso su piel, coloreando perfectamente su lado derecho. Dando así a su piel, sonrojada por el gélido frío, un encanto angelical.
El mismo rayo de sol buscó atravesar su desordenada cabellera, resaltando aún más el naranjo que le caracterízaba.

—Uhm... Sí. Adiós.

Después de esto, se marchó al otro lado del pasillo, y me tuve que dirigir a mi salón.

¿Qué acaba de pasar?

Por un momento, sentí un cosquilleo o escalofrío al verlo de esa manera.

Siento mis mejillas calientes, y doy por hecho que estoy sonrojado. Sólo espero que nadie se de cuenta.
Bueno. Aún si es así, no creo a nadie importarle. Al fin y al cabo, no tengo amigos. No me hablo con nadie.

No es necesario, sólo de vez en cuando me entristece el hecho de estar solo. Pero así ha sido toda mi vida. Mis padres no están presentes, mi hermana trabaja a la misma vez que estudia, por lo que nunca está en casa, y mi abuelo falleció hace unos años.

Él era mi único y mejor amigo.

Sólo me importa el voleibol, y es lo único que me podría importar.
A mucha gente le parece extraño e incluso desagradable esto. Pero por suerte, siento que alguien podría llegar a entender mi mente de la manera que yo carezco.

Últimamente me he dado cuenta. Desde que conocí a Hinata, siento que no hay nadie en el mundo que me entienda más que él.

¿Acaso es eso normal?

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Ecos De Un Desorden | KagehinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora