0. El dibujo

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La cabeza le punzó. Otra vez lo habían hecho.

Sus libros, desparramados por el suelo del salón, estaban llenos de trazos, palabras y dibujos obscenos. ¿De verdad estaba tratando con jóvenes de 18 años y no con niños del secundario? Le parecía increíble.

«Esto no hubiera sucedido en casa»

En el fondo, ella se mostraba alegre con sus padres por la decisión de cambiar de residencia, la verdad ese hecho había alimentado dentro de su pecho una sensación de aventura y curiosidad que muy pocas veces había sentido en el pueblo de Honoré, donde vivía antes. De hecho, se había sentido muy feliz cuando le comentaron que podría ir a una escuela normal, ya que toda su vida asistió a la pequeña y pobre escuela de su pueblo, en la cual asistían todos los 27 jóvenes que vivían ahí (Sí, estaban contados). Le causaba tristeza a veces pensar que ahora esa cifra era 26 por su partida.

Mientras recogía sus libros del piso, de la hoja de uno de ellos resbaló la imagen más importante para ella; la cual se había tomado con sus amigos antes de irse de Honoré y llegar a su nueva vida en Ciudad Portal. Desde la imagen se veía el paisaje semi desértico de su antiguo hogar, un cielo azul sin nubes, y sus dos amigos: Hellen y Bern. Ella misma y sus compañeros le sonreían alegremente desde la foto. Recordaba el clima cálido de ese día, el sabor del pastel que le obsequiaron y comieron juntos en casa de Bern, y también el fuerte aroma del perfume floral de Hellen. Sus amigos ya no estaban a su lado.

Dejó de contemplar la foto al escuchar que la puerta del salón se abría estrepitosamente y entraba corriendo un pequeño niño de aspecto caricaturesco; con unos grandes ojos en los que se proyectaba un gran miedo, unos grandes dientes incisivos que parecían de conejo y el pelo rubio alborotado.
Rápidamente, e ignorando completamente a la chica fue corriendo hacia el escritorio del profesor, abrió el archivero más grande que había, y suspiró de alivió al ver que estaba completamente vacío, ya que acto seguido, metió su pequeño cuerpo completamente en el cajón, y con un movimiento rápido, se encerró en el archivero.

—Se metió por aquí la sabandija — se escuchó una voz en el pasillo de fuera del salón. Era una voz masculina y grave, pero por el tono caprichoso en el que lo dijo, se sabía que no era un adulto, sino un estudiante, probablemente un adolescente.

La puerta del salón se abrió por segunda vez, y entró un chico rubio y gordo. Su cara estaba llena de acné, y sostenía en su puño lo que parecía ser una bola de papel arrugada.

—Eh tú, niña flaca — dijo el gordo —¿Dónde se metió el dientón? Está por aquí, yo lo vi entrar a este salón.

Los ojos verdes del chico se posaron en ella. Dudo un momento en contestarle ya que no iba ser ella quien revelará el escondite del perseguido. No dejaría que golpearan o molestaran a un niño tan pequeño, así que contestó con la voz más firme que pudo, tratando de sonar indiferente.

—No lo sé, aquí no entró nadie —dijo y ya con los libros en su mochila, caminó para dirigirse a la salida. La mano tosca del chico la detuvo en seco. Ella miró esos dedos redondos como salchichas tocando su hombro y por un momento intuyó que se encontraba en peligro; el sobrepeso del chico la hacía lucir mucho más delgada de lo que en realidad era, sin embargo, no pasó nada más, solo la miró, sonrió cínicamente, y se hizo a un lado para dejarla pasar.

Sintió un alivio temporal. En realidad, no tenía intención de salir, primero quería percatarse que aquel chico gordo decidiera irse al no encontrar rastro del pequeño, pero al parecer el rencor que le tenía a ese niño era tremendo, porque se puso a abrir los armarios de materiales que estaban en el fondo del salón con mucha fuerza.

La chica se posicionó cerca del umbral de la puerta actuando como si verificara que los libros de su mochila estuvieran en orden, pero solo era una excusa para vigilar que no descubrieran el escondite del niño. Al cabo de 2 minutos, el joven pareció aburrirse y se fue del salón golpeando con el hombro a la chica al pasar junto a ella y a su vez tirando la bola de papel en el cesto de la basura.

El Cementerio de las FloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora