Prólogo

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Los bombardeos sonaban más cerca de lo que me gustaría. Cada minuto, cada segundo, nuevos heridos llegaban a la precaria enfermería, algunos ayudados por otras personas, y otros prácticamente arrastrándose, luchando por no dejar a la muerte apoderarse de sus débiles cuerpos.

Hacía meses que ni siquiera podía moverme en la cama de la tensión de mis músculos, ni tampoco podía dormir, y si lo hacía tenía pesadillas horribles que me despertaban durante la primera hora de sueño. La guerra te hace ver, oír y sentir cosas espantosas. Pero no podía dejar de trabajar. De mí dependían cientos de vidas a diario.

Sentí una mano en mi hombro y me sobresalté incoscientemente. Cuando me giré de forma instantánea, lo vi frente a mí.

Era él.

Su pelo, su sonrisa ladeada, sus ojos azules fijos en los míos. A pesar del olor a medicamentos y sangre podía percibir su aroma. Inconfundible.

Sí, era él.

As The World Caves In ; Joost KleinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora