Capítulo 1

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Estimada señorita Astar,
Desde el Ejército de Tierra queremos informarle de que hemos recibido su solicitud y efectivamente ha sido admitida para servir al país en el frente. Se le ha asignado el trabajo de Enfermera de Urgencias, sin embargo, ha de saber que puede ser reasignada en otro puesto según sea necesario. En todo caso será informada.
El día miércoles 12 de septiembre pasará a recogerla un furgón del Ejército, lo reconocerá fácilmente.

Doblé la misiva con manos temblorosas. Lo había conseguido. Mañana. Mañana vendrían a por mí.

Un par de meses atrás envié una solicitud para poder formar parte del Ejército. En cuanto Lelia, mi mejor amiga desde que tenía memoria, me dijo que se podían presentar voluntarios no lo dudé; yo no tenía nada que perder, al fin y al cabo, y ahí fuera había muchas personas que me necesitarían. En la guerra, por mucha ayuda que se preste, nunca es suficiente.

Así que esa misma noche escribí una carta que deposité a primera hora en el buzón de la plaza para que llegara cuando antes a la sede del Ejército.

Me sentía nerviosa, pero también feliz, y al mismo tiempo me surgían muchas dudas. No sabía dónde me llevaría el furgón, ni tampoco qué debía hacer realmente, puesto que yo no tenía ningún tipo de formación sanitaria. De hecho no acababa de entender por qué me habrían asignado ese trabajo, pudiendo desempeñar cualquier otro menos decisivo, pero el caso es que así había sido.

Intenté calmarme, diciéndome que todo lo que necesitara saber lo aprendería y mis dudas quedarían despejadas en apenas un día.

Salí de casa recorriendo prácticamente a zancadas la calle que hacía esquina. Subí a prisa, y no pude evitar recordar todas las veces que Lelia y yo habíamos enfilado aquella avenida de la misma forma, corriendo, entre risas y con el corazón acelerado, durante toda nuestra infancia.

Pero eso había sido hacía muchos años, cuando el mundo todavía tenía color y las sonrisas eran habituales. De eso ya no quedaba prácticamente nada.

En cuanto la casa azul apareció ante mí, pensé que me desmayaría de la excitación. Llamé a la puerta con dos golpes rápidos, y está se abrió apenas un segundo después.

La cabellera pelinegra de mi mejor amiga apareció en el umbral, y no me hizo falta decirle nada para que lo supiera. Solamente necesitó echar un rápido vistazo al papel arrugado en mi mano y a mis ojos brillantes de la emoción, los cuales sabía leer incluso mejor que mis palabras, al igual que yo hacía con los suyos.

Sus brazos delgados me envolvieron y me dejé llevar, descargando toda la emoción contenida hasta ese instante, y fue entonces cuando me di cuenta de que casi no había respirado en todo ese tiempo.

Lloré. Lloré en su hombro, sabiendo que seguramente sería la última vez en mucho tiempo que lo hacía y disfruté de la sensación de estar en casa. Mi verdadero hogar era ella.

Tras unos segundos, se separó y enmarcó mis mejillas con sus manos. Tenía los ojos rojizos, también había llorado conmigo.

- Me alegro mucho por ti, sé lo especial que es esto para ti.

Me depósito entonces un beso en la frente y no pude evitar volver a abrazarla.

- ¿Sigue sin llegarte la notificación?

- Sí... Dos meses y cinco días desde que envié mi solicitud. Aún nada. Pero tengo fe, ya sabes que nunca sobra gente y... Las previsiones no son nada positivas. Creo que lo peor aún está por llegar.

Sus ojos, negros como la mayor oscuridad, parecieron oscurecerse incluso más si es que eso era posible. Lelia había sufrido las consecuencias de la guerra de la peor forma, al igual que lo había hecho yo. Por ello, ser voluntaria significaba para ella tanto como para mí.

No me había pasado desapercibido el detalle de que muchos vecinos del pueblo ya habían sido convocados, algunos incluso sin haberlo solicitado. Pero Lelia tenía razón, siempre eran necesarias soldados, enfermeras, maestras, cocineras, reporteras... Siempre.

- Te llegará.

Asintió.

- Espero que me escribas a menudo.

- Todo lo frecuentemente que me sea posible -sonreí, intentando animarla-. Además, quién sabe si te destinarán a mi misma zona.

- Eso es prácticamente imposible. Hay muchísimos frentes, en cada uno destinan a gente de partes distintas del mundo, podría tocarme cualquier lugar. Y de todas formas, ni siquiera sé si me admitirán en algún momento -suspiró, frustrada.

- Pues claro que sí, Lelia. ¿Por qué no lo harían? Tú misma has dicho que siempre hacen falta personas.

Se me quedó mirando unos segundos, fijamente, como debatiéndose entre decirme algo o no. Eligió el silencio, y yo lo respeté.

- ¿Cuándo te vas?

- Mañana. Dicen que vendrán a buscarme, pero no me han dicho la hora ni una estimación, podría ser en cualquier momento.

- En ese caso, prométeme ahora que te cuidarás.

- Lo haré.

- Recuerda nuestra promesa.

- ¿Siempre juntas? -dije, levantando mi meñique derecho.

- Siempre juntas -contestó Lelia, entrelazando el suyo.

- Siempre.

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⏰ Última actualización: May 20 ⏰

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As The World Caves In ; Joost KleinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora