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Inglaterra, Liverpool en Bootle

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Inglaterra, Liverpool en Bootle.
14 de agosto
03:19 pm.

En otra parte de Inglaterra, tras los eventos pasados, en un campamento militar cerca de Liverpool, se gestaba algo crucial. Mientras reclutaban más efectivos para la inminente confrontación con Irlanda, nuestro soldado Tom elaboraba planes con un individuo de gran importancia.

—¿Qué dices, Hyong Soo?—inquirió el sargento Tom, confiado, con los pies sobre la mesa.

Ambos soldados jugaban a las cartas; uno con cerveza rubia, el otro con té, optando por mantenerse sobrio. En un ambiente agradable de taberna y clima fresco, la tensión crecía.

—Apuesto ochocientos chelines, tres relojes de oro y una cajetilla de cigarrillos. ¿Te animas?

—Estoy dentro.— afirmó Tom, interesado en la propuesta.

Un joven soldado, testigo incómodo de la tensión entre los renombrados militares, barajaba las cartas.

La fama de Tom se forjó al ingresar a campos militares a los siete años y a la prestigiosa Universidad Paradise a los catorce, siendo el primer soldado en hacerlo a tan temprana edad. Mientras tanto, Hyong Soo, surcoreano sin experiencia al unirse a la batalla en los Países Bajos desde Inglaterra, se ganó el reconocimiento por su capacidad demostrada en combate. Aunque inicialmente fuera solo un lavaplatos en la cocina militar, su destino cambió tras el ataque alemán, culminando en su graduación de la Universidad Paradise a los veinte años.

—Anstey, ¿cuál es tu apuesta?—preguntó Hyong Soo seriamente.

—Escuché que te acusaron de ser un inmigrante, el coronel Miller pagó la multa, pero tus hijos quedaron en Recovery House y piden veinte mil chelines para liberarlos, ¿verdad?

—Anstey, no tolero tus bromas.— dijo Hyong Soo seriamente.

—Te lo he dicho por años, llámame por mi nombre, no por mi apellido.—rió Tom torpemente.

Hyong Soo se levantó ágilmente y agarró a Tom del cuello, enfadado por las bromas insensibles que involucraban a sus hijos.

—¡Si no cumples tu apuesta, haré que mi katana te corte en pedazos infinitos!-amenazó Hyong Soo, sin soltar a su compañero.

—Claro que lo haré, palabra de honor.— dijo Tom, levantando su mano derecha en señal de respeto.—¿Puedes soltarme ahora, Hyong?

Hyong Soo lo miró seriamente antes de soltarlo bruscamente. Aunque una vez fueran camaradas, ahora Hyong Soo no confiaba plenamente en ellos.

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