Cuando llegó a la estación de metro al día siguiente, fue un alivio no encontrarse con aquel extraño de personalidad repugnante. Hubiera sido imposible para él, el controlar las ganas de golpearlo si es que volvía a poner su atención en su cabello o en cualquier cosa que fuera él; no toleraba a las personas curiosas.
Tomó el metro durante un par de días seguidos, acompañado de la calma de no verse involucrado en alguna pelea o en algún escándalo, sin embargo, su suerte no fue tanta, ya que al estar en jueves, lo vio nuevamente, recargado despreocupadamente sobre la misma pared que él utilizaba para descansar. Su nariz involuntariamente se frunció, mientras que sus puños se iban cerrando conforme se acercaba, esperando no tener que usar alguna táctica que le hiciera pelear.
Suo al escuchar a alguien acercarse, no volteó, supo de inmediato de quién se trataba solo con los pasos bruscos y acelerados.
Sakura quedó a unos cuantos metros alejado, mientras que cruzaba sus brazos, indicando que no tenía intención alguna de hablar.
—¿Tanto te incomodé esa vez? —el tono amable del castaño era sedosa, como si no hubiera rastro alguno de hostilidad.
Sakura solo pudo apretar sus molares.
—Ja, como si alguien como tú pudiera incomodarme—respondió sin gracia alguna.
Un silencio nuevamente los acompañó.
Suo abrió su ojo visible, sonriendo de medio lado, ladeando su cuello.
—Solo quería halagar el lindo tono de cabello que tienes—su sonrisa se mostró más cínica al ver el sonrojo y la irritación en Sakura—. ¿No estás acostumbrado a que te halaguen?
—¡Cállate ya! —exigió Sakura—. ¡¿Por qué no puedes quedarte callado un maldito minuto?!
Esa pregunta hizo que Suo callara, cerrando sus ojos con paciencia, dejando que el viento moviera sus lacios cabellos castaño al igual que los aretes largos que adornaban sus delicadas orejas. Sakura se extrañó de que el castaño no le siguiera la corriente, por lo que lo encaró con sus labios fruncidos al igual que sus cejas bicolores. El joven y elegante estudiante poseía una sonrisa calmada, como si estar ahí fuera lo más gratificante del mundo.
Cuando pasó el minuto, Suo caminó con su distinguida confianza, quedando frente al joven de cabello bicolor, que se ponía atento a cualquier ataque.
—Oye, tranquilo—le pidió amablemente.
—¡Ya dejame!
—Solo permíteme tocar tu cabello—aquellas palabras sacaron a Sakura de contexto, viéndose realmente impresionado—. Es realmente bello. ¿Está mal que quiera tocarlo?
—¡Claro que sí! ¡Ni siquiera sé tu nombre!
—Oh—los delgados labios se abrieron con retro inspección—, es cierto, qué mala educación de mi parte. Me llamo Leonardo DiCaprio.
—¿Eres extranjero? —la emoción escapaba de los ojos bicolores, que ante su ingenuidad, no era capaz de detectar que todo en el joven gritaba asiático.
Suo río divertido, llevando una de sus manos a sus labios.
Si que era tonto—pensó divertido, afilando su mirada.
Sakura se vio ligeramente irritado con aquello, mostrándolo en su postura, que se enderezaba ante el sonido del metro.
—Lo siento, lo siento—se disculpó rápidamente el joven estudiante—, no creí que fueras a creer eso.
—Si que eres una molestia—gruñó.
Antes de que el metro llegara a la estación, los cabellos del joven se mecieron con gracia, dejando al descubierto su ojo marron. Una amable sonrisa lo acompañó, mientras que sus manos las pasaba por su espalda, dando un aire inocente e inclusive infantil. Los aretes que adornaban sus orejas se movían con la gracia del viento, logrando una vista etérea en su silueta.
—Soy Hayato Suo—se presentó.
El metro finalmente llegó.
Sakura lo admiró un par de segundos, desconcertado por su apariencia infantil, bromista, pero especialmente peligrosa. Había algo en él que le hacía tener una contradicción a su ser, algo que le decía que era amable y amenazante al mismo tiempo.
—Bien por ti—lo rodeó, esperando adentrarse al vago.
—¿Cuál es tu nombre? —le detuvo Suo con su mano sujetando su muñeca insistentemente.
El joven de cabello bicolor se vio incomodo, abriendo sus labios para reclamar, quedando ahogado al ver el ojo marrón examinarlo con determinación. Sus mejillas de inmediato se sonrojaron al sentir la mirada tan penetrante de Suo, después de todo, no estaba acostumbrado a que lo miraran de dicha manera.
Como si realmente estuvieran interesado en él.
—¡Oye, déjame!
—Solo dime tu nombre.
El metro se iría si Suo no lo dejaba libre.
Quería llegar, tomar un merecido baño y comer algo.
—¡Se irá el metro! —exclamó antes de que el vagón cerrara.
Sus ojos se abrieron con impresión, curveando sus cejas ante la decepción. El agarre de Suo se suavizó, mientras que divertido señalaba el metro.
—Oh no, se fue—admiró a las personas que habían bajado, que caminaban hacía sus destinos.
Los blancos dientes de Sakura se mostraron con agresividad, mientras que encerraba al castaño entre su cuerpo y la pared. Su mirada intentaba ser amenazante, mientras que dejaba que la fragancia del joven lo rodeara.
—Se ve que no eres muy listo—replicó—, me has hecho perder el metro...
—Podemos esperar al siguiente—dijo con simpleza Suo—, ¿no te parece? —su ojo se mostró con un carmín amenazante.
Sakura no dejó que dicha incomodidad lo atormentara, por lo que pegó más su cuerpo al del joven que poseía una estatura similar a la suya.
—Podría molerte a golpes aquí mismo—amenazó.
—Me encantaría ver eso—retó.
Suo se veía relajado, admirando el rostro lindo y extravagante de alguien que poseía dos tonos de ojos y dos tonos de cabello. Sin poder evitarlo, llevó su mano hacía el mechón blanco, admirando lo sedoso que era. Sakura instintivamente quiso alejarse, sin embargo, Suo no lo dejó, llevando su cuerpo hacía adelante.
—¿Qué crees que ha-ces? —no quería escucharse nervioso, pero era inútil.
Su rostro se sentía ardiendo por la sangre que trataba de oxigenar su cerebro. Sus ojos se dilataron ante la mirada frente a él, que exigía una respuesta y ya—Sakura—fue firme al responder.
No sabía si quiera por qué no había puesto más resistencia, tal vez, era porque el extraño no parecía atormentarlo de una manera del todo desagradable.
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Estación - SuoSaku
FanfictionEsperar el metro de tal estación era un acto tan natural como respirar.