Intriga

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—¡¡Agh, mis neuronas!!

—Acabas de abrir el libro, Liam— me quejé.

—Exacto, mi cerebro se funde con esta lectura— miro el libro mientras arrugó su nariz con desagrado—. Hagamos otra cosa.

Luego se reclino en la silla del escritorio. Y con aburrimiento dejo el libro de contabilidad que su padre le había dado.

—Sigo sin entender. ¿Porqué si odias leer sobre el tema, aceptas los libros que te da tu papá sobre eso?

—No es que no me guste leer. Es que odio leer de algo en lo que trabaja mi padre.

Se encogió de hombros restándole importancia. Luego apoyo los codos sobre la mesa y recargó su cabeza sobre sus manos.

Le dediqué una mirada curiosa.

Hacia ya dos horas que había llegado a mi casa para estudiar.

¿Qué si acabábamos de empezar con esa misión? Si , pero en mi defensa.

El chisme de el romance a “escondidas” de la profesora de Literatura y el profesor casado de Arquitectura que eran descubiertos por su esposa.

Me devolvía mil años de vida.

Qué chismón ¿verdad?

Liam era mi mejor amigo. Era alto, esbelto, de unos ojos verde oliva. Un aire enigmático aunque a la vez dulce y de chico malo.

Pero cuando lo conocías bien era como tener un cachorrito hiperactivo que aveces no podía quedarse quieto.

No exagero.

Parecía que tuviera cocodrilos mordiéndole el trasero cada vez que debía mantenerse en su lugar.

—¿Entonces que sugieres?

Pregunté tranquila en tanto ponía el separador de mi libro para evitar perder la página.

Lo deje a un lado colocado sobre la mesa.

Teníamos un montón de cosas regadas ahí, plumas, nuestros apuntes y al parecer... los siete libros de derecho que Liam debía de leer apilados en una esquina de la mesa.

Con un monton de notitas adhesivas señalando palabras clave adheridas entre las páginas, que sobresalían por las hojas con colores llamativos.

Dios esos libros eran realmente gordos. Hasta yo admitía que eso era mucho para leer.

Por supuesto Liam no respondió de inmediato. Se tomó unos cuantos segundos para pensar que decir, miro hacia la ventana un momento y luego hacia la salida de la biblioteca.

Era un lugar grande con estanterías llenas de libros antiguos.

El olor a libros viejos se impregnaba en el aire y por la ventana pasaba una suave brisa que hacía mover las cortinas con lentitud, al fondo había una pintura rara de una persona que alguna vez conocieron mis padres.

Era un día agradable para ser honesta.

Finalmente el rostro de Liam se iluminó y sonrió como si hubiera encontrado lo que buscaba.

—¡¡Preparemos pizza!!

—Ni lo sueñes.

—!¿Porqué?!

—¿Olvidaste la última vez que te deje entrar en la cocina?

Ladeó la cabeza y parpadeo rápidamente como si no supiera de que demonios le estaba hablando.

—¡¡El microondas estalló Liam!!- Repliqué.

—Oye... No es mi culpa que las cucharas de metal hagan que eso pase- Se apresuró a defenderse en un tono agudo—.¡A demás! me distraje.

Sangre y DiamantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora