Él no era el más entusiasta en disfrutar la vida.
«Un viaje de campo, ¡¡que emoción!!... Gran vaina. ¿No sé suponía que los viajes estaban prohibidos?» pensó mientras se distraía mirando las calles a través de la ventana del bus. «Una central nuclear o algo así es a donde nos toca ir. Un lugar primerizo en Panamá y que no me da mala espina de ninguna manera.» Su ironía se dibujaba en su rostro como un ademan.
«¿Qué acaso soy el único que sabe que esto va a terminar mal?» continuó renegando dentro de su cabeza como si el mundo fuera a prestarle atención a un amargado, «¿qué tiene de especial ese centro de investigaciones? Sólo trabaja con radiación nuclear que te puede matar y ni siquiera te puedes poner un traje anti-radiación». Si fuera por este muchacho, él estaría durmiendo en su casa.
«El bus paró. Bajamos uno a uno y entramos en fila a la central». Narró él.
Y el ambiente de este gran lugar era criogénico. Casi les recordaba a todos lo que era estar en un hospital por culpa de su aroma clínico perfumando cada partícula y por el sonido del paso de todos rebotando por los pasillos cual eco.
Este muchacho, el de los pensamientos abrasivos, se estaba aletargando para quedarse atrás mientras muchas de sus compañeras le servían de distracción con su emoción colectiva ante el este ambiente pseudomédico ya que, ser genetista era ahora su potencial profesión. Les sonaba exótica, importante y con buena paga, aparte de ser para personas con mucha capacidad intelectual como ellas mismas se consideran capaces, ya que han demostrado serlo. Ahora ese era su primer, segundo y tercer sueño.
Este centro de investigación en particular no era una central nuclear ni parecido; sólo era un centro de investigación genética con un énfasis en el uso de la radiación.
El susodicho no estaba especializado en la genética de ningún tipo de vida silvestre ni en la humana, exclusivamente, porque estudiaba de manera general los límites del ADN, y su mayor destaque era su énfasis en el uso de la radiación para reordenar de manera intrusiva los genes. Aunque aún no habían revelado ningún proyecto concluido, sólo sus avances. Además, Panamá nunca le da importancia a ellos salvo que sea en los canales naturalistas o de ciencias.
Las instalaciones en la capital, la única en este país, responden al nombre colectivo de "Agencia Veatriz" y toda esta información sobre el sitio se les estaba dando el guía. Es de 3 pisos y tan grande como una cede principal internacional podría serlo si tiene un espacio en un país tercermundista. Ese último retazo de información no se los daba el guía.
«Todo mi grupo anda apartado de mí, buscando tomarse fotos. Ni siquiera les importa prestarle atención al guía, que inmaduros y groseros». Pensó el muchacho amargado, aunque él anda haciendo exactamente lo mismo al mantenerse a unos veinte pasos detrás del grupo principal con la excusa de estar leyendo la información dentro de las vidrieras.
La información de estas vidrieras parecía más concisa que la información adaptada que daba el guía, aunque este chico no entendía casi nada de su contenido.
Además, había una ligera envidia en ver a otros compartiendo, hablando y haciendo el tonto mientras él decide distanciarse. Pero este era su estado por defecto, su manera de defenderse, así que no debería de tener el derecho a quejarse, según él.
Este esbelto muchacho de cabello desordenado había releído el mismo párrafo tres veces y no entendía ni J de lo que la vidriera le transmitía, pero siguió intentado aprender porque de verdad quería entender, así sea usando lo poco que le enseñaron en su colegio y de lo poquísimo que él ha investigado por su cuenta porque, bueno, le gustaba el tema de la genética.
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Avataris El Vocero de Bestias
Ciencia FicciónEl Vocero de Bestias narra como la inserción de una nueva fuerza fundamental empuja, no sólo a las especies, si no al planeta entero en un nuevo camino evolutivo. Matías Sohrem, un adolescente que apenas está aprendiendo a vivir consigo mismo despué...