prólogo

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Cuando volvió a sentirlo, ya era demasiado tarde. Apretó el puño sobre su pecho, vivo de nuevo, y salió de su apartamento. No se molestó en cerrar la puerta, o en evitar hacer ruido con sus pasos frenéticos: debía seguir corriendo. Si no se detenía, ¿se pararía su corazón otra vez? ¿Regresaría ella entonces?

No tropezó en ningún escalón, y alcanzó el vestíbulo en lo que parecieron segundos. Dolía. Quemaba. Con los pulmones llenos de aire, empujó el portalón de hierro forjado, y colapsó sobre la acera.

—Bah, qué exagerado —no alcanzó a mirarle, pero reconoció la voz enseguida—. Sois todos unos exagerados, es un corazoncito de nada...

—No debería doler. ¿Por qué duele? —gritó.

—Ah, eso, ya —se agachó frente a él—. Es porque el hilo está roto, tontito.

Podría haberle ayudado a incorporarse, pero el chico —o lo que fuera— decidió posar la yema de su dedo índice sobre su nariz.

—Arréglalo —gruñó—. Sé que has sido tú, arregla esto.

La criatura resopló, apartando un par de mechones de su frente.

—Yo no puedo hacer eso. Ni siquiera tensarlo un poquito...

Seguía en el suelo, retorciéndose, pero consiguió agarrarle del pelo, hasta tenerle a la altura de su boca. No se quejó, no se apartó, simplemente dejó que hablase.

—Si te lo doy otra vez, ¿ella volverá? ¿Es eso lo que quieres oír?

—Ese corazón ya no era mío, Yeonjun.

La quemazón se había extendido ahora por todo su cuerpo, provocándole un espasmo violento. Sudaba y se contorsionaba. ¿Por qué nadie estaba ayudándole?

—¡Haz algo, por Dios!

Pero él no iba a socorrerle, claro.

—Los corazones duelen cuando no están atados a nada, ¿verdad?

heartless | choi yeonjunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora