Aún recuerdo esa noche. La luna brillaba por sobre los arroyos donde me encontraba durmiendo. La noche era tranquila, con varios sonidos de Pokémon durmientes. De repente, una refulgente luz roja iluminó el valle, dejándolo en llamas. Usé mis pequeñas aletas para nadar al lugar, y ver con claridad. Maldije mis ojos en esos momentos, pues estaban a los lados de mi cara. Pero, solo con un ojo bastó. Un Garchomp y un Charizard peleaban en medio del valle, dejando a su alrededor rastros de garras, fuego, y escamas. La perfección y la gracia de sus movimientos me hicieron pensar que era una coreografía, hasta que vi sus ojos, llenos de una concentración inamovible. Ambos atacaban y se defendían, sus garras y alas interrumpiendo sus ataques más fuertes, sus gruñidos y rugidos llenando el aire. Miré a mi alrededor, no era el único viendo. Vi a varios Shellos y Gastrodons apagando las llamas con tierra, evitando los golpes de los contendientes. De repente, en mi corazón nació algo, un deseo, un anhelo... veía esos movimientos, y me dije a mí mismo que podía ser mejor que ellos. Todos mis huesos anhelaban eso, mis aletas temblaban de la emoción al ver a esos dos Pokémon peleando, ninguno con ventaja clara. Y todo iba bien, hasta que vi a un Pidgeotto volando encima de mí. Mi corazón se encogió —se habían llevado a mi primo la semana pasada. Con disimulo, me sumergí al lago, pero desde allí no podía ver el combate. Entonces, se me ocurrió una idea. Con un ojo, vería el combate, y con el otro, vigilaría al Pidgeotto. Sí, eso haría. Mis aletas me llevaron hasta la superficie del agua, y cumplí el plan a cabalidad. Los Pokémon seguían peleando, y no parecían estar cansados. Mi mente no podía dejar de pensar en que, algún día, llegaría mi momento. El momento de dejar mis temores e inseguridades a un lado, y perseguir este sueño que acababa de nacer en mí. Entonces, sentí unas garras aferrarse a mi espalda...
Vi el lago hacerse más pequeño, mientras a mí me elevaban en el aire. Empecé a sacudirme, intentando liberarme, pero eso solo logró que mi captor enterrara aún más fuerte sus garras en mí. Sentía sangre recorriendo mi espalda, y momentos después, con un golpe, me dejaron en un nido. Vi alrededor. Un Pidgeotto me miraba con ansias, mientras que un Pidgey chillaba.
—Hermanito, ¡tengo hambre! —El Pidgey dijo.
—Dame un momento, Mimi... —dijo el Pidgeotto, mientras acercaba una garra a mi estómago.
Mi corazón palpitaba violentamente en mi pecho, ¿así acabaría mi sueño? ¿Nada más imaginarlo? Lágrimas empezaron a brotar por mis mejillas. —Por favor, no... tengo mal sabor...
—Venga, siempre nos han dicho eso, pero hace poco otro Magikarp dijo lo mismo... —dijo el Pidgeotto. —Pero vaya que eres raro, mira ese dorado en tu cuerpo... —susurró, mientras yo sentía una de sus garras perforar lentamente mi estómago.
—Por favor... estoy seguro de que en el valle hay cantidad de bayas para todos...
—No me interesan las bayas, Magikarp estúpido.
—L-levy... —me atreví a susurrar, tartamudeando.
El Pidgeotto me miró. —Muy bien, L-levy, me encargaré que tu muerte sea rápida...— espetó, mientras su hermanita seguía pidiendo comida.
La verdad, no tengo idea de cómo, pero decidí que mi muerte aún no había llegado. Empecé a usar Salpicadura, mientras el Pidgeotto intentaba anclarme al suelo. —¡Quédate quieto, anormal!
Mi cuerpo empezó a salpicar con más violencia, hasta que, el Pidgeotto, al intentar agarrarme con su pico, me empujó del nido. El viento de la noche fría se pegó a mi rostro, mientras caía del árbol. Caí en las ramas del árbol, quedando atrapado. El Pidgeotto se posó en la rama más cercana. —¿Todo ese jaleo para morir así, L-levy?
No.
Mi muerte aún no estaba cerca.
Mi sueño apenas había sido engendrado.
Nada ni nadie en este mundo, podría privarme de mi sueño.
Empecé a usar Salpicadura para liberarme de las ramas, y caí pesadamente al suelo. El dolor punzante en mi estómago me recordó de sus garras, así que empecé a salpicar hacia el agua. Mi cuerpo se removía, intentando avanzar más rápido.
Veía el agua más cerca. Mi corazón palpitaba más rápido.
Pero una garra pesada se apoyó en mi cuerpo. —No tan rápido, L-levy...
Mi corazón ya no sentía miedo.
Ahora sentía algo nuevo...
Odio.
Giré uno de mis ojos, y lo miré directamente a los suyos. —Me llamo Leviatán.
El Pidgeotto soltó una carcajada. — Un nombre muy grande para alguien tan pequeño e inútil como tú.
Le pegué con mi cola en la cara, y salpiqué aún más rápido al agua. Oí al Pidgeotto maldecir por lo bajo, y lanzarse contra mí. Entonces salpiqué, no hacia el frente, sino hacia arriba. Había calculado perfectamente: al caer, le golpeé todo el cuerpo. El Pidgeotto permaneció allí, inmóvil. Mi corazón palpitaba, y mis entrañas sangraban.
Lo había noqueado.
Sentí orgullo florecer en mi corazoncito.
Tal vez no era tan débil como creía.
Y esa fue la noche en la que decidí volverme el Pokémon más fuerte del mundo.
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Una Aventura En El Instituto
JugendliteraturEl viaje de un simple Gyarados para busca alcanzar su meta: convertirse en el Pokémon más poderoso del mundo.