Prólogo.

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El día en el que Elisabeth murió, mi segunda madre. Mi padre devastado se quiso aislar de todo, llevándome consigo a un pueblo remoto, nuestro nuevo hogar consistía en una pequeña casa a las orillas del mar, donde se veía un faro, y un pueblo bastante solitario. He de decir que no me importó, ya que sí que tenía amigas, quizás el deseo de marcharme gano a la tristeza de dejarlo todo. O quizás este pueblo me tenía algo preparado y todavía no lo sabía.

Me encantaba dormir escuchando las olas de fondo, me tranquilizaba. Mi padre es empresario, sí. Quién lo diría, pero decidió ser más cercano y echar para trabajar en zonas como, panadería, pescaderia, cualquier tienda le servía.

Ya llevabamos una semana allí, yo había conocido a algunos vecinos, ninguno de mi edad o algo parecido. Estaba preparandome una tostada de mantequilla, cuando.

- ¡Líaa!- Tal susto que reboté de la pequeña banqueta.

-¿Que pasa?

- Me han ofrecido un trabajo. - La sonrisa pintada en la cara, se notaba de lejos la ilusión que le hacía este trabajo, yo también sonreí.- En el faro.
La sonrisa cayó de mi boca. No me gustaba.

- Seré ayudante del vigía, el señor Hunk y su nieto Joan, es muy simpático.

Luna llena.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora