Introducción

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Sé que estoy soñando de nuevo, aunque más bien debería llamarlo: una pesadilla. Hay un sobre en mis manos, lo sostengo con fuerza porque estoy temblando tanto que siento que, si no me aferro a algo, me derrumbaré en cualquier momento, mi mirada está fija en ese sobre en el que no alcanzo a diferenciar las letras, porque estás se distorsionan cuando intento leer lo que dice el pequeño rectángulo que está en la esquina del sobre, pero tengo una sensación de preocupación enorme, como si algo importante dependiera de lo que hay ahí.

—Vamos, ábrelo —dice alguien a mis espaldas. Su voz hace que sienta confianza.

Trago saliva, inhalo y en un movimiento rápido rasgo una parte del sobre para extraer la hoja que hay en su interior. Por un momento retengo el aire que hay en mis pulmones, centro mi vista en esa hoja gruesa, distingo una foto de una mujer, parece joven, tiene cabello largo y café con flequillo... creo que soy yo, pero eso no es importante ahora, lo que me interesa es esa única palabra que logró identificar: Admitida.

Exhalo todo el aire que había estado reteniendo, mis ojos se llenan de lágrimas, me giro y abrazo a la persona que estaba a mis espaldas.

—Lo hice —digo mientras doy pequeños saltitos —lo hice, voy a ir contigo, por fin podremos salir de aquí, lo hice.

La persona a la que abrazo es un hombre, bastante más alto que yo, lo observo fijamente, no estoy muy segura de como luce su cara, parece un poco borrosa, pero logro identificar una sonrisa.

—Te lo dije, te dije que lo lograrías —él coloca una de sus manos sobre mi cabeza y la acaricia.

Me siento feliz, de alguna forma, me siento llena, pero se lo que va a pasar ahora, siempre sucede lo mismo. De repente se escucha una puerta abrirse y posteriormente se cierra con un fuerte golpe, la voz de un hombre se escucha a lo lejos, pero mi cuerpo no puedo evitar temblar a pesar de que sé que no viene por mí, lo que dice es:

—¿Qué se tiene que hacer para que hagas una comida decente? Eres una inútil —su voz es tan fuerte que cubro mis oídos —. No puedo creer que seas tan estúpida y luego vas de chillona con los vecinos ¿verdad? ¡Te voy a dar una verdadera razón para que llores!

La persona que está junto a mi me abraza más fuerte, como si tratará de protegerme de ese hombre que acaba de llegar. La habitación en laque estamos parece hacerse más oscura conforme pasa el tiempo y tengo la sensación de que me estoy asfixiando poco a poco.

—Voy a ver qué pasa —susurra y mi vista rápidamente vuelve a su rostro y siento como mi corazón late con fuerza. Sigue borroso, pero creo distinguir el ceño fruncido del hombre.

—No, no lo hagas —le digo y dejo de cubrirme un oído para poder sujetar su abrigo —, sino volverá a hacer lo de la otra vez.

Su ceño se relaja, su expresión cambia, pero... sigo sin distinguir bien su rostro, ¿está triste? No puedo saberlo.

—No puede seguir haciéndole daño a mamá, ella no se lo merece y si puedo detenerlo lo haré, no me importa lo que pase —sus palabras son firmes y su tono es serio.

Posa su mano sobre la mía, quiere que lo suelte, pero no lo hago, no puedo dejar que se vaya. Sé lo que va a pasar, sé lo que pasa después, lo que siempre pasa, lo que nunca puedo detener, pero tal vez está vez puede ser diferente.

Trago saliva y lo abrazo, dejo caer mi peso sobre de él, se tambalea un poco, pero me sostiene. Me llama por un nombre que no alcanzó a distinguir, suena como un zumbido.

—Tengo que ir —dice y trata de zafarse de mí.

—No —grito —, siempre es lo mismo, no puedes ir, no voy a dejarte.

Corona de floresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora